La Tercera

Froome se adueña del cielo

- Augusto Catoia F. ETAPA 21

EEl maillot amarillo ama a Chris Froome. Desde la octava etapa del certamen galo de 2013 (y excepto en 2014, cuando amargó un abandono en el quinto tramo y vio a Vincenzo Nibali en lo más alto del podio parisino), el británico vistió la prenda victoriosa del Tour de Francia una y otra vez. En tres años gloriosos, recorrió los miles de kilómetros de la cita ganando seis etapas y liderando 44 de 63.

Uno de esos años fue este y una de esas etapas fue ayer, en el tramo final del mayor certamen de ciclismo en ruta del mundo. Por tercera vez Chris Froome llegó a la Avenida de los Campos Elíseos, nombre del paraíso en la mitología griega, para subir a lo más alto. El firmamento del ciclismo en ruta es suyo.

En esta edición, vistió la prenda del puntero desde la meta de Bagnères-de-Luchon, en la octava etapa. Parece haber sino una excelente fórmula de preparació­n pedalear, en sus primeros años, 200 kilóme- tros en alturas de hasta dos mil metros cruzándose con leones, elefantes e incluso hipopótamo­s en las colinas kenianas.

Sus números desde 2013 demuestran su dominio, pero los de este año sólo dan la impresión de un paseo. Si bien el británico tomó la punta de la tabla general y no la soltó más, relegando los demás competidor­es a actores de reparto en su película, era como si su entorno quisiera arrancarle la malla a fuerza.

Aunque antes de ayer el ciclista del equipo Sky señaló que “la carrera ya está decidida”, no por nada dijo en el podio: “Gracias por la amabilidad en los tiempos difíciles”. Los trayectos del Tour le dieron de todo, un descenso alucinante para vestir el maillot por primera vez, una carrera a pie, una fuerte caída, una llegada a meta con la bicicleta de un compañero...

Un zarpazo sentado en la barra de su bicicleta en la bajada del Col de Peyresourd­e le rindió vestir la prenda del líder tras siete etapas. En el duodécimo tramo, fue

Chris Froome celebra su tercer título, en París, entre dos compañeros del equipo Sky.

André Greipel venció la etapa final, pero el británico reiteró su dominio en el Tour de Francia al sumar su tercer título en cuatro años.

su turno de correr (como buen oriundo de Kenia) hasta encontrar una bicicleta que apenas avanzaba, terminar con una de su equipo y conservar el primer lugar general por decisión de los jueces. En el antepenúlt­imo trayecto pedaleó con una rodilla amoratada y sangrante, en el vehículo de un compañero, luego de arrastrars­e en el piso del resbaladiz­o descenso de Bizanne.

Nairo Quintana sólo bajó en 10 segundos su diferencia ante el (en ese entonces) bicampeón, en una oportunida­d de oro para acercarse de una vez al europeo. Un ejemplo, entre otros, que confirmó la verdad: el Tour era de Francia y de Froome. Como dijo en entrevista a As España, “recibí pocos ataques, nadie quiso arriesgar”. El entorno ofrecía brechas

a sus perseguido­res, pero el maillot no salía de su cuerpo.

“No puedo decir que la novedad esté desapareci­endo. Es un sentimient­o absolutame­nte increíble. Es especial cada vez que ocurre. Este un evento increíble, y vestir la camiseta amarilla es el mayor honor de nuestro deporte y el sueño de cualquier deportista”, expresó tras confirmar un triunfo que ya se predecía.

Algo que no se podía prever, sin embargo, sería que un atentado terrorista ocurriría en el mismo día en que los ciclistas pedalearon esa etapa donde Froome corrió como un maratonist­a. El nacido en África no se olvidó de tomarlo en cuenta.

“Este Tour ocurrió en el contexto de un terrible acontecimi­ento en Niza, y rendimos un homenaje a todos aquellos que perdieron sus vidas. Esos hechos colocan el deporte en perspectiv­a y muestran su valor para liberar a la sociedad”, manifestó.

Froome es tan campeón como lo fue el año pasado, pero esta vez hubo una diferencia: la dedicatori­a del triunfo a su hijo Kellan, de siete meses. De seguir así el ritmo de su padre, el pequeño recibirá muchas ofrendas más.o

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