Falsear el currículo es la transgresión que los chilenos hacen con mayor frecuencia
Estudio que midió niveles de honestidad reveló que el 17% admitió que es muy probable que lo haga. No hay mucha diferencia de género, pero hombres entre 18 y 24 años son más propensos a estos actos.
Referencias a diplomas que no existen, agregar más años a la experiencia laboral o asegurar un manejo óptimo de programas o idiomas que no se conocen, son algunas “modificaciones” que los chilenos reconocen se sienten más propensos a realizar (17%), a la hora de transgredir las normas.
Así lo muestra el estudio “Honestamente… ¿Por qué no siempre somos honestos?”, del Centro Mide UC de la U. Católica, que exploró la propensión a cometer transgresiones menores y cotidianas de los chilenos.
Faltas que no están dentro de la categoría de comportamientos ilegales y que no ocurren masivamente, aclara Jorge Manzi director de Mide UC, pero que si se masifican, pueden presentar un problema social relevante. Ejemplo de ello, es la evasión en el pago del pasaje en el Transantiago.
La investigación consideró 1.300 personas entre 18 y 64 años de edad en las regiones II, V, VIII, IX y Metropolitana, a las cuales se le presentaron 10 situaciones en que una considera que sus amigos realizarían una acción deshonesta como estacionar en lugar para discapacitados. persona comete una transgresión, y luego les pidieron ponerse en esa situación y señalar qué tan probable era que él o ella hiciera lo mismo.
A falsear el currículo le siguen quedarse callado cuando colegas se burlan de otro compañero de trabajo y no aclarar que se posee discapacidad para mantenerse en una fila especial. La menos frecuente es usar el estacionamiento para discapacitados para hacer un trámite.
No existen diferencias, dice el estudio, si quien que realizaba la transgresión era hombre o mujer. Tampoco si la víctima era un niño, adulto o anciano, aunque los hombres entre 18 y 24 años mostraron una mayor propensión a cometer estos actos.
Los únicos aspectos asociados a diferencias fueron la necesidad de la víctima. Por ejemplo, dice Manzi, era menos probable que la gente se quedara con un billete caído de una persona con apariencia humilde que acomodada. Lo mismo ocurre si se percibe que la transgresión es más intensa, o si la probabilidad de ser detectado aumenta.
Reconocer la falta
Las personas no son necesariamente honestas en reconocer que tan proclives son a transgredir ciertas normas. Por ello, les preguntaron por lo que harían sus amigos en esos casos. Ahí el escenario cambia. El 40% admite, por ejemplo, que sus amigos mentirían en el currículo.
“La persona cree ser más honesta de lo que es y tiende a pensar que no comete esas faltas, pero los amigos sí en una proporción más alta. Y los amigos, justamente lo son por ser similares a ellos, lo que probablemente refleja de manera más realista la ocurrencia de esas conductas”, dice Manzi.
Esto ocurre porque la mayor parte de las personas tienen una autoimagen muy positiva en cuanto a su honestidad.
Para Sebastián Contreras, director del Magister de Neurociencia Social de la U. Diego Portales, ese comportamiento no es algo para alarmarse. “En general la gente tiende a no interceder en una pelea o a colarse en estacionamientos, todas actitudes moralmente reprochables, y en especial la gente tiende a comportarse así cuando no daña al otro, cuando no ve que su conducta trae problemas. Lo más normal es gente que peca por omisión”.
Empatía
No existen estudios equivalentes anteriores para saber si estamos peor o mejor que antes en este tema, aclara el director de Mide UC. La idea es iniciar una línea de trabajo, “porque afecta la convivencia y vale la pena tomar conciencia de esto”.
Fomentar la empatía, la capacidad de ponerse en el lugar de los demás y entender el costo que tiene para una víctima el transgredir, es el modo de contrarrestar esto, dice Manzi. “Chile está muy segregado, y a la gente no le importa lo que le pase a los otros”.
Y si de empatía se trata, los estudios muestran que la gente tiende a empatizar con personas que se parecen a ellos. “Sería importante fomentar la empatía de personas que son diferentes a ellas, pero Santiago, Chile, está muy segregado, y a la gente no le importa lo que le pase a los otros. Por eso se deben fomentar colegios con más interacciones con otros estratos culturales y sociales”, dice Contreras.b