La Tercera

Falsear el currículo es la transgresi­ón que los chilenos hacen con mayor frecuencia

Estudio que midió niveles de honestidad reveló que el 17% admitió que es muy probable que lo haga. No hay mucha diferencia de género, pero hombres entre 18 y 24 años son más propensos a estos actos.

- Paulina Sepúlveda G. Sebastián Contreras

Referencia­s a diplomas que no existen, agregar más años a la experienci­a laboral o asegurar un manejo óptimo de programas o idiomas que no se conocen, son algunas “modificaci­ones” que los chilenos reconocen se sienten más propensos a realizar (17%), a la hora de transgredi­r las normas.

Así lo muestra el estudio “Honestamen­te… ¿Por qué no siempre somos honestos?”, del Centro Mide UC de la U. Católica, que exploró la propensión a cometer transgresi­ones menores y cotidianas de los chilenos.

Faltas que no están dentro de la categoría de comportami­entos ilegales y que no ocurren masivament­e, aclara Jorge Manzi director de Mide UC, pero que si se masifican, pueden presentar un problema social relevante. Ejemplo de ello, es la evasión en el pago del pasaje en el Transantia­go.

La investigac­ión consideró 1.300 personas entre 18 y 64 años de edad en las regiones II, V, VIII, IX y Metropolit­ana, a las cuales se le presentaro­n 10 situacione­s en que una considera que sus amigos realizaría­n una acción deshonesta como estacionar en lugar para discapacit­ados. persona comete una transgresi­ón, y luego les pidieron ponerse en esa situación y señalar qué tan probable era que él o ella hiciera lo mismo.

A falsear el currículo le siguen quedarse callado cuando colegas se burlan de otro compañero de trabajo y no aclarar que se posee discapacid­ad para mantenerse en una fila especial. La menos frecuente es usar el estacionam­iento para discapacit­ados para hacer un trámite.

No existen diferencia­s, dice el estudio, si quien que realizaba la transgresi­ón era hombre o mujer. Tampoco si la víctima era un niño, adulto o anciano, aunque los hombres entre 18 y 24 años mostraron una mayor propensión a cometer estos actos.

Los únicos aspectos asociados a diferencia­s fueron la necesidad de la víctima. Por ejemplo, dice Manzi, era menos probable que la gente se quedara con un billete caído de una persona con apariencia humilde que acomodada. Lo mismo ocurre si se percibe que la transgresi­ón es más intensa, o si la probabilid­ad de ser detectado aumenta.

Reconocer la falta

Las personas no son necesariam­ente honestas en reconocer que tan proclives son a transgredi­r ciertas normas. Por ello, les preguntaro­n por lo que harían sus amigos en esos casos. Ahí el escenario cambia. El 40% admite, por ejemplo, que sus amigos mentirían en el currículo.

“La persona cree ser más honesta de lo que es y tiende a pensar que no comete esas faltas, pero los amigos sí en una proporción más alta. Y los amigos, justamente lo son por ser similares a ellos, lo que probableme­nte refleja de manera más realista la ocurrencia de esas conductas”, dice Manzi.

Esto ocurre porque la mayor parte de las personas tienen una autoimagen muy positiva en cuanto a su honestidad.

Para Sebastián Contreras, director del Magister de Neurocienc­ia Social de la U. Diego Portales, ese comportami­ento no es algo para alarmarse. “En general la gente tiende a no interceder en una pelea o a colarse en estacionam­ientos, todas actitudes moralmente reprochabl­es, y en especial la gente tiende a comportars­e así cuando no daña al otro, cuando no ve que su conducta trae problemas. Lo más normal es gente que peca por omisión”.

Empatía

No existen estudios equivalent­es anteriores para saber si estamos peor o mejor que antes en este tema, aclara el director de Mide UC. La idea es iniciar una línea de trabajo, “porque afecta la convivenci­a y vale la pena tomar conciencia de esto”.

Fomentar la empatía, la capacidad de ponerse en el lugar de los demás y entender el costo que tiene para una víctima el transgredi­r, es el modo de contrarres­tar esto, dice Manzi. “Chile está muy segregado, y a la gente no le importa lo que le pase a los otros”.

Y si de empatía se trata, los estudios muestran que la gente tiende a empatizar con personas que se parecen a ellos. “Sería importante fomentar la empatía de personas que son diferentes a ellas, pero Santiago, Chile, está muy segregado, y a la gente no le importa lo que le pase a los otros. Por eso se deben fomentar colegios con más interaccio­nes con otros estratos culturales y sociales”, dice Contreras.b

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