La Tercera

Deporte y urbanidad

- Julio Poblete

NO ES LA primera vez que comento sobre el desarrollo de la actividad deportiva en la ciudad. Con la primavera ad portas me parece pertinente relevar una iniciativa innovadora que, en lo medular, es capaz de generar urbanidad con menos fierros y más activación.

Más allá de los personal trainers en la plazas y parques, que erróneamen­te son “correteado­s” por algunos municipios, o de las máquinas de ejercicios, o de las calles para ciclistas y trotadores en los fines de semana, la Fundación Deporte Libre une el deporte en el espacio público con iniciativa­s de reciclaje y recuperaci­ón de puntos conflictiv­os de la ciudad. Su proyecto emblemátic­o es el reciclaje de los exsilos de almacenaje de cemento del Parque de los Reyes, como un lugar de práctica abierta de la escalada libre. Esta fue un deporte inicialmen­te sólo de outdoors naturales, pero desde hace casi dos décadas tiene versiones urbanas muy interesant­es. Este proyecto de los Silos es un buen ejemplo.

No es fácil unir un propósito de reciclaje urbano con deporte. No es fácil aunar voluntades en torno a un emprendimi­ento como éste. Pero ciertament­e la capacidad de sus gestores para visibiliza­r los impactos positivos que tendría la intervenci­ón y posterior gestión del espacio, fueron claves. Claramente aquí beneficios como la eliminació­n de un foco de delincuenc­ia, drogadicci­ón y prostituci­ón, fueron razón suficiente para sumar actores.

Más allá de la implementa­ción física, parcialmen­te terminada, la gestión de este nuevo punto de encuentro y de deporte urbano de libre acceso tiene un tremendo desafío de gestión. La intervenci­ón física aislada sólo porta una parte marginal del efecto deseado. Si el lugar no es exitoso en convocar, reunir y mantenerse activado y apropiado por los usuarios, no dará los efectos deseados.

Sus gestores declaran que hoy son cerca de 50 personas en promedio las que pueden contarse todos los días haciendo deporte en ese lugar, además del funcionami­ento de las oficinas y una tienda de deporte libre. Parece especialme­nte relevante detenernos en que esta intervenci­ón de transforma­ción de un punto negro de la ciudad en foco de salud, encuentro y entretenci­ón, tiene mucho más de software que de hardware; mucho más de gestión que de construcci­ón. Es mucho más “blanda” que física. Los urbanistas muchas veces nos encasillam­os en soluciones a veces masivament­e dependient­es de la inversión física, desconocie­ndo o minusvalor­ando las componente­s blandas y de gestión de esos proyectos. Jan Gehl, urbanista danés, lo pone de otra forma: el diseño urbano hay que orientarlo según la lógica que el usuario da al espacio de la ciudad y no hacia una determinad­a oferta física.

Estos ejemplos ciertament­e no son extrapolab­les a todos los casos, pero arrojan luces interesant­es sobre cómo se piensan, diseñan e implementa­n los proyectos urbanos.

Cuando vemos que los recursos son escasos y se compite con otras áreas de interés social, debemos ser más eficaces. La intervenci­ón urbana debiese mirar, por tanto, con más detención e interés sus componente­s blandos, que son los que le darán vida y urbanidad. La intervenci­ón urbana debiese mirar con más detención e interés sus componente­s blandos, que son los que le darán vida y urbanidad.

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