Deporte y urbanidad
NO ES LA primera vez que comento sobre el desarrollo de la actividad deportiva en la ciudad. Con la primavera ad portas me parece pertinente relevar una iniciativa innovadora que, en lo medular, es capaz de generar urbanidad con menos fierros y más activación.
Más allá de los personal trainers en la plazas y parques, que erróneamente son “correteados” por algunos municipios, o de las máquinas de ejercicios, o de las calles para ciclistas y trotadores en los fines de semana, la Fundación Deporte Libre une el deporte en el espacio público con iniciativas de reciclaje y recuperación de puntos conflictivos de la ciudad. Su proyecto emblemático es el reciclaje de los exsilos de almacenaje de cemento del Parque de los Reyes, como un lugar de práctica abierta de la escalada libre. Esta fue un deporte inicialmente sólo de outdoors naturales, pero desde hace casi dos décadas tiene versiones urbanas muy interesantes. Este proyecto de los Silos es un buen ejemplo.
No es fácil unir un propósito de reciclaje urbano con deporte. No es fácil aunar voluntades en torno a un emprendimiento como éste. Pero ciertamente la capacidad de sus gestores para visibilizar los impactos positivos que tendría la intervención y posterior gestión del espacio, fueron claves. Claramente aquí beneficios como la eliminación de un foco de delincuencia, drogadicción y prostitución, fueron razón suficiente para sumar actores.
Más allá de la implementación física, parcialmente terminada, la gestión de este nuevo punto de encuentro y de deporte urbano de libre acceso tiene un tremendo desafío de gestión. La intervención física aislada sólo porta una parte marginal del efecto deseado. Si el lugar no es exitoso en convocar, reunir y mantenerse activado y apropiado por los usuarios, no dará los efectos deseados.
Sus gestores declaran que hoy son cerca de 50 personas en promedio las que pueden contarse todos los días haciendo deporte en ese lugar, además del funcionamiento de las oficinas y una tienda de deporte libre. Parece especialmente relevante detenernos en que esta intervención de transformación de un punto negro de la ciudad en foco de salud, encuentro y entretención, tiene mucho más de software que de hardware; mucho más de gestión que de construcción. Es mucho más “blanda” que física. Los urbanistas muchas veces nos encasillamos en soluciones a veces masivamente dependientes de la inversión física, desconociendo o minusvalorando las componentes blandas y de gestión de esos proyectos. Jan Gehl, urbanista danés, lo pone de otra forma: el diseño urbano hay que orientarlo según la lógica que el usuario da al espacio de la ciudad y no hacia una determinada oferta física.
Estos ejemplos ciertamente no son extrapolables a todos los casos, pero arrojan luces interesantes sobre cómo se piensan, diseñan e implementan los proyectos urbanos.
Cuando vemos que los recursos son escasos y se compite con otras áreas de interés social, debemos ser más eficaces. La intervención urbana debiese mirar, por tanto, con más detención e interés sus componentes blandos, que son los que le darán vida y urbanidad. La intervención urbana debiese mirar con más detención e interés sus componentes blandos, que son los que le darán vida y urbanidad.