Ossandón es mucho más que un carácter rebelde: es la incómoda ratificación de que la derecha conservadora y nacionalista puede atraer apoyo popular.
su base no se halla en la fronda. Se encuentra lejos de promover libertades individuales que -en su opinión- terminan desmadejando el tejido social. Desconfía de la tecnocracia, la ideología y las elites que han extraviado el camino. Promueve la revalorización de la política y soluciones que ayuden a los chilenos a desplegar su potencial, en especial aquellos cuyos problemas han sido invisibilizados por la prédica triunfalista del progreso que dominó en las últimas décadas. A diferencia de la lucha de clases que propone la izquierda y del crecimiento económico que postula el piñerismo como solución para todos nuestros males, Ossandón pretende unir al país para sacarlo adelante con solidaridad, el restablecimiento de la confianza (lo que pasa por hacer a un lado a los que hacen trampa) y paz social. Para él, el conjunto es más que sus partes. Le disgusta escuchar eso de que Chile está “al borde del desarrollo”. No cree que las estadísticas puedan reemplazar el conocimiento directo que ha adquirido en el contacto con chilenos de carne y hueso.
Es una aproximación que tiene limitaciones. La confianza excesiva en su intuición puede llevarlo a cometer errores gruesos, como sucedió en el vergonzoso episodio de Tolerancia Cero. Ossandón supone una oportunidad, pero también un riesgo que solo él puede controlar.
El senador representa algo serio y es muy probable que haya llegado para quedarse. Como ya ocurrió en el pasado, quienes lo descartan a priori pueden pagarlo caro.
Periodista