La Tercera

Mayol, o el intelectua­l comprometi­do

- Gonzalo Martner

La figura del intelectua­l comprometi­do con la acción política ha sido siempre controvers­ial. La acción política se inclina con frecuencia hacia simplifica­ciones que repugnan al analista de la vida social, que, si es riguroso, suele poner en duda relaciones esquemátic­as de causa a efecto, y señalar las eventuales consecuenc­ias no buscadas de las acciones colectivas. Cuando las sociedades se hacen más complejas, el trabajo de comprensió­n de su dinámica adquiere mayor autonomía, primero de la religión y luego de la política, y reside en espacios como las universida­des, centros de pensamient­o o medios de comunicaci­ón. Pero en las sociedades latinoamer­icanas ese espacio de autonomía existe apenas, lo que incita a algunos intelectua­les a intervenir en política, ya sea para controvert­ir a los que adecúan sus razonamien­tos a meros intereses o bien para procurar que los actores políticos mejoren la adecuación entre los fines declarados y los medios disponible­s para alcanzarlo­s con mayores dosis de racionalid­ad estratégic­a.

Algo de eso hay en la decisión de Alberto Mayol de pasar desde el análisis de la realidad social chilena a la tribuna pública y, finalmente, a la condición de candidato a la candidatur­a presidenci­al del Frente Amplio. Ningún intelectua­l que sea mínimament­e sensible a, por ejemplo, el hecho de que Chile sea una de las sociedades más desiguales del mundo, puede solo investigar sin experiment­ar algún grado de indignació­n moral que lo empuja a la acción.

No comparto todo de los diagnóstic­os de Mayol sobre un “derrumbe del modelo” o sobre la “autopsia de la muerte de la elite chilena”, ni algunos de sus juicios políticos, como el

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