The best of Harris
Tras leer En el mismo río, surge un anhelo, una ilusión, una esperanza, en fin, dejémoslo tal vez sólo en una idea: todos los poetas, digo todos los poetas talentosos con décadas de oficio, podrían darse el tiempo de articular una antología personal, es decir, elegir con ojo agudo el material que estimen trascendente, algo así como lo mejor de sí mismos. Eso precisamente hizo Thomas Harris, dueño de una obra maciza y potente, compuesta de 15 poemarios publicados entre los años 1985 y 2015. El resultado es un libro insoslayable, cautivante de principio a fin, ello debido a que, entre otras gracias, la lectura invita a apreciar la evolución y los sucesivos quebrantos de una voz segura, a reparar en algunas ideas fijas del autor, a trasladarse con velocidad inaudita por distintas épocas, y sí, a sentarse, aunque sea por un instante, en lugares bastante siniestrones.
La banda de amigotes y viejos conocidos que acompaña a Harris En el mismo río resulta ser heterogénea, seductora y cuantiosa: Barquero, Genet, Duchamp, Orompello, Bataille, Wenders, Pasolini, The Doors, Valéry, Rimbaud, Conrad, Horacio, Brecht, Paul Newman, Kafka, Vallejo, Cioran, el Aduanero Rousseau, Benjamin, Omar Cáceres, Goya, Blake, Magris, Lowry, Chejov, Poe y el mismísimo Diablo. Cada vez que figuran en un poema, cada vez que en buenas cuentas son invocados, los personajes recién mencionados cobran vida, sea a través de las triangulaciones ingeniosas que propone Harris, sea a través del poder evocador de su palabra.
Durante los años 80, el hablante de los libros que corresponden a esa época se pasea mayoritariamente por Concepción: “(...) yo soy una mendiga, una puta / sin más perlas que mis dientes, / mis dientes, hermanos, que atesoro a lo Divine de Genet / en la bolsita de raso / del humo de muerte / de los 80”. Al que escribe le obsesionan los cuerpos, muchos cuerpos, los muros, los neones y un erotismo entre salvaje y desconcertante. En aquel entonces, sugiere alguien, “Sólo el arte que conmueve nos era permitido”.
Entre las obras que Harris publicó en la década de los 90, específicamente en Los 7 náufragos (1995), figura una especie de declaración de escritura en “Asidos a un madero en forma de cruz”: “(...) por eso narramos / por el gusano en el madero / por el viento en el madero / por el semen en el madero / por el polvo en el madero / por la corrupción en el madero / por la sangre en el madero / sólo por eso / vamos a narrar”. En ese mismo poemario está “Elevación y caída del Mercado Municipal”, un poema que revela el uso grandioso de la imaginación sarcástica.
Otras virtudes estilísticas de Harris: la disposición frecuente de imágenes fuertes y distinguibles, la ostentación de la palabra exacta, un dramatismo sangriento y al mismo tiempo co- medido, el control que el autor ejerce sobre la musicalidad y los ritmos de sus escritos. Todo esto se deja ver en “Violación y parto enamorados” (Tridente, 2005), un poema notable que el hablante dedica a su madre. El humor, dicho sea de paso, no está ausente de las composiciones de Harris. En “Renuncias” (Lobo, 2007), un cura catete increpa a un integrante del “Rat Pack del demonio”: “¿Renuncias al coito per angosta viam?”. “Seguir poblando el Mundo es el único pecado”, responde el interrogado. En La Batalla del Ebr(i)o (2014), el lector aficionado al humor negro encontrará una buena cantidad de material de regocijo.
Harris explica en el prólogo el sentido de este libro que compila 30 años de oficio: su obra es parte de un río, “siempre el mismo, del cual ofrezco fragmentos y trizaduras, ventanas y pórticos, absolutamente subjetivos, de lo que se me dio por, ya sea por destino o voluntad, escribir. Un río a veces torrentoso, otras, calmo, pero que sé que va a dar a la mar que es el morir”. En el mismo río no sólo es una excelente antología, algo que por lo demás ya está dicho; es también una manera muy distinguida de entrar a la colección canónica de la poesía chilena.
Los treinta años de oficio condensados en este libro dan cuenta de la excelente poesía que ha escrito Thomas Harris.