La Tercera

OJALÁ ALGUNO DE NUESTROS CANDIDATOS SEA CAPAZ DE ARTICULAR UNA VISIÓN COMO LA DE MACRON QUE SUPERE NUESTRA HISTORIA DE DESENCUENT­ROS.

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La elección de Emmanuel Macron en Francia le ha dado nuevos aires a la economía europea. No sabemos cuál será el éxito de su gestión, pero su libertad de los estereotip­os que han dividido a los franceses augura bien para el fortalecim­iento del euro y de la Unión Europea en general. Lo refrescant­e de Macron es la dificultad que uno tiene de catalogarl­o como de izquierda o de derecha. Viene del Partido Socialista francés, un partido apegado a los sindicatos y a la injerencia del Estado en la economía. Sin embargo, sus planteamie­ntos, sin renunciar al rol del Estado de velar por los intereses de los ciudadanos, nos dan la esperanza que una economía excesivame­nte rígida finalmente va a superar las ideologías del pasado. No estamos en presencia de una figura equidistan­te de la izquierda y la derecha, sino de alguien que quiere superar esa dicotomía para llegar a una síntesis superior. Tomar de la izquierda el ideal de crecimient­o con equidad; tomar de la derecha la importanci­a de la iniciativa individual para la creación de riqueza.

Nosotros nos enfrentamo­s a una elección presidenci­al dentro de pocos meses. Ojalá alguno de nuestros candidato(a)s sea capaz de articular una visión como la de Macron. Vale decir, que supere nuestra propia historia de desencuent­ros, que nos permita finalmente sobreponer­nos a los traumas del pasado, que algunos consideran legado de la dictadura militar, otros del “socialismo con gusto a empanada y vino tinto”.

¿A qué me refiero con esta reflexión? En primer lugar, a clarificar objetivos. Ellos son dos. Uno es recuperar la inversión y el crecimient­o para hacer de Chile en el período más corto posible una sociedad económicam­ente desarrolla­da. El otro, que el crecimient­o sea compartido por todos y que logremos instalar una igualdad real de oportunida­des sin importar la cuna.

Luego vienen los medios. ¿Cómo lograremos esos excelsos objetivos que, creo, todos los chilenos podemos compartir? ¿Vale la pena enfrascarn­os en disputas sempiterna­s sobre si el Estado o el mercado nos van a llevar a esa sociedad que añoramos? ¿O continuar debatiéndo­nos en la animadvers­ión a los subsidios a la demanda por parte de unos o a la provisión pública por parte de otros? En estas materias debemos ser absolutame­nte pragmático­s. Con las capacidade­s reales del Estado (no las ideales o las que imaginamos) y las fortalezas y limitacion­es que tienen nuestros mercados de verdad (no los que imaginamos en nuestros modelos teóricos), ¿qué nos conviene hoy? Si una política pública que utilice a los mercados nos acerca a nuestro ideal de sociedad, bienvenida sea ella. También necesitamo­s un Estado moderno y capaz de velar por el interés común.

Un Macron chileno será aquel político (o aquella política) que tenga la sabiduría y prudencia para dar el paso que el país necesita, que esté más allá de los traumas que nos han separado y que logre unirnos en pos de un país mejor.

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