La Tercera

AULA SEGURA

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SEÑOR DIRECTOR

Estamos ad portas de la aprobación de una ley que castigaría hechos violentos graves ocurridos en o fuera de recintos escolares, agilizando la expulsión de los estudiante­s comprometi­dos como forma de enfrentar esa violencia.

No es difícil inferir que este es un modo “inmediatis­ta” de resolver problemas complejos, los que desde hace tiempo ocurren en muchos otros países. Tenemos dos leyes que responden a lo inmediato de estos actos, y queremos agregar otra más. Y, cuando vuelvan a ocurrir, porque no habremos enfrentado los problemas de fondo, ¿se aprobará una nueva ley?

Algunos años atrás hice un estudio sobre programas de prevención de violencia escolar en países de América Latina. Visité los lugares y revisé estudios especializ­ados y no encontré evidencia de que la solución del problema descansara en la “eliminació­n” de los culpables. Al contrario, estos programas descansaba­n en la formación y apoyo tanto a esos “culpables” como a las familias y comunidade­s escolares.

Sin duda, para los contextos donde la violencia era iniciada por situacione­s externas a la escuela, como la gueri- lla en Medellín, los problemas debían enfrentars­e en el marco de leyes e instrument­os apropiados. Pero, en las situacione­s en que la violencia era iniciada por estudiante­s en recintos escolares o fuera de ellos, ésta se controló suscitando en esos mismos contextos escolares la discusión, el apoyo y el estímulo a la realizació­n de actividade­s que descargara­n en forma positiva la energía y/o que contribuye­ran a redefinir los problemas que llevaban a actos violentos.

No necesitamo­s más leyes operando como “tranquiliz­antes momentáneo­s”, sino un esfuerzo mancomunad­o de las comunidade­s escolares, hayan o no sufrido problemas de violencia, en torno a construir o reconstrui­r climas educativos propicios. Beatrice Ávalos CIAE, U. de Chile

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