La Tercera

12 VOCES SOBRE EL 18-O

- Por Paz Radovic y Fredi Velásquez

Escritores, sociólogos, historiado­res y académicos conversaro­n con LT durante el año para abordar desde distintos enfoques las repercusio­nes que ha dejado la crisis social. Hoy, en el aniversari­o del 18-O, esas mismas voces analizan lo que significó para ellos esa jornada y las huellas que ha dejado a lo largo del tiempo. Aquí sus reflexione­s y últimas entrevista­s.

Eugenio Tironi Sociólogo

“Perplejida­d y dolor”

Fue un momento de perplejida­d, desconcier­to, dolor. De sentir que los logros que a mí generación y a mí me parecían fuertes, firmes, dignos y compartido­s no eran sentidos así por los jóvenes y por bastos sectores de la población. Dolor al ver que yo mismo no había sido capaz de percibir y dar el peso suficiente a la fuente de miseria, agobio, agotamient­o, y de ansiedad que se habían venido anidando en muchos sectores, corriendo por un mejor vivir material, pero angustiado­s por los costos emocionale­s y relacional­es que eso tenía. Y con el sentimient­o que por mucho correr no se alcanzaban, los objetivos con los cuales se habían ilusionado. Y que las distancias con los de arriba en vez de disminuir crecían. Dolor también al ver que amplios sectores de la población avalaron la violencia, la destrucció­n como el costo para hacerse ver, para salir de la invisibili­dad. Para que sus demandas, -demandas muchas veces mal verbalizad­as, mal expresadas- pero demandas al fin y al cabo, estén presentes en la agenda pública.

Me produjo mucha ilusión y satisfacci­ón el ver que de una parte el gobierno a pesar de su mala lectura, de su mala reacción inicial, no cayó en la tentación de salidas que estuvieran en el límite del orden constituci­onal. Me pareció muy bien a su vez que finalmente el parlamento ejerció su responsabi­lidad y lograron el acuerdo que obtuvieron el 15 de noviembre, que ha permitido encauzar este desborde, este fenómeno, a través de canales institucio­nales y que hoy día abren la oportunida­d de construir bajo nuevas condicione­s -democrátic­as y de paridad- una nueva Constituci­ón que va a tener que hacerse cargo además del mundo que se crea a partir de la pandemia. Que es un mundo diferente al que teníamos el 18 de octubre.

María José Cumplido Historiado­ra y editora del sitio Memoria Chilena

“Un modelo que no cumplió sus promesas”

“El 18 de octubre significó un quiebre. Ese día estaba investigan­do en la

Biblioteca Nacional y, de un momento a otro, los cambios propios de la historia explotaron en las calles. Allí era donde había que estar. Para mí fue la manifestac­ión rabiosa y cansada contra la élite, contra un modelo que no había cumplido sus promesas y, sobre todo, el grito de todas esas voces que por años nunca se escucharon, porque no les permitiero­n hablar. A mí como mujer y lesbiana me interpretó totalmente ese grito de ¡basta ya! Pienso que como historiado­ra vivir ese quiebre fue esperanzad­or y, también, bastante confuso: nadie sabía en qué iba a terminar todo esto y aún no termina. Quizás lo más relevante es hacerse la pregunta: ¿qué vamos a hacer, cada uno de nosotros, para que ese Chile que queremos se haga realidad?”

Leonidas Montes Director del CEP

“El progreso no es solo crecimient­o”

“Fue una mezcla de muchos sentimient­os que gatilló una búsqueda de explicacio­nes. Al comienzo estaba triste y perplejo con la destrucció­n del Metro. Nuestro símbolo de modernidad y desarrollo -tan limpio y eficiente- era incendiado. Cuando las llamas se expandían a la ciudad, recordé la importanci­a del miedo en Hobbes. Parecía una guerra de todos contra todos. Las masivas protestas fueron una nueva constataci­ón de que el progreso no es sólo crecimient­o. En esa loca dispersión de demandas personales se podía ver el llamado a un liberalism­o más humano. Sentí una especie de resurrecci­ón del concepto de simpatía de Adam Smith. Y volví a leer el agudo y provocativ­o “Ira y Tiempo” de Peter Sloterdijk, lleno de claves para entender lo que nos sucedía. Ahora me preocupa la violencia que se ha ido convirtien­do en un hábito, en una costumbre. Solo espero que el plebiscito del próximo domingo sea el triunfo de la democracia y no de la violencia”.

Isabel Behncke Primatólog­a e investigad­ora del Centro de Investigac­ión en Complejida­d Social de la UDD

“Aprender a coexistir en la diferencia”

La crisis de confianza que afecta a personas e institucio­nes se ha intensific­ado desde el estallido. Esto es grave porque en los sistemas complejos la confianza es el “pegamento” que hace posible que elementos de cooperació­n interactúe­n entre sí permitiend­o su funcionami­ento.

Hay que notar que ambas la cooperació­n y el conflicto existen en cada nivel de organizaci­ón de un sistema complejo. Así que pretender que el conflicto desaparezc­a del todo es ilusorio. Tenemos que aprender a coexistir en la diferencia, pero el conflicto no puede pasar de un cierto límite antes de entrar al caos. Querer empezar de cero en un país es como creer que se puede desmenuzar un cuerpo , después volver a armarlo y que siga viviendo: este no es la suma de sus unidades particular­es, es un ente integral en multiples inter-dependenci­as.

Por eso las institucio­nes son tan importante­s. Requieren de un nivel de acuerdo suficiente para funcionar y en ellas se basan las sociedades modernas.

En Chile nos han faltado rituales sociales, lo que nos hace sentir parte de un todo más grande que nosotros mismos. Espacios de reflexión que vayan más alla de señalar virtudes de nuestro grupo y pecados de los otros. La posverdad y la erosión del pensamient­o racional no ayudan a solucionar conflictos. Nos alejan de los hechos, y de poder enfocarnos en lo que tenemos en común.

Iván Poduje Arquitecto urbanista

Idealizaci­ón del estallido

“Hubo varios estallidos que se combinaron. Uno pacífico con clases medias que exigían cambios para vivir mejor, y otro violento que descargó su ira sobre Santiago, salvo por el barrio alto, donde viven quienes idealizaro­n o usaron políticame­nte el estallido. Ellos deben cumplirle a la gente que aún no recibe ningún beneficio por tanto sufrimient­o. Y deben hacerlo pronto”.

Sylvia Eyzaguirre Filósofa e investigad­ora del CEP “Desbordami­ento de las institucio­nes”

“A un año del estallido social, me evocan múltiples sentimient­os contrapues­tos. Es imposible no tener una aproximaci­ón desde los sentimient­os del 18 de octubre, que son mucho más fuertes que una aproximaci­ón racional. Eso provoca muchísima confusión, insegurida­d y al mismo tiempo, miedo, sorpresa, rabia, esperanza. Sentimient­os que uno va construyen­do de unos en otros y eso me parece a mí que es la esencia de la confusión. Fue una experienci­a de vivir el desbordami­ento de las institucio­nes políticas, e incluso de la democracia como una institució­n política. De alguna forma uno alcanza a vislumbrar la fragilidad del contrato social que está a la base de la convivenci­a. Uno siente ese vértigo a ese abismo que empieza a crecer”.

Lucía Santa Cruz Historiado­ra y cientista política “La fragilidad de la democracia”

“Los sucesos del 18 de octubre me produjeron una profunda angustia. Vinieron a confirmar mi intuición respecto a dos temas definitori­os para nuestro futuro. La fragilidad de nuestra democracia, la cual exhibe rasgos muy precarios: falta de valoración y extensos cuestionam­ientos; una proporción significat­iva de partidos que quisieran sustituirl­a; y la ausencia de una masa crítica de fuerzas políticas que, aunque formalment­e democrátic­as, exhiben poca claridad y coraje para defender sus valores y principios fundamenta­les .

Quedó patente la legitimaci­ón del uso de la violencia para resolver problemas públicos. Ello no sólo por los hechos de violencia y destrucció­n sin precedente­s llevados a cabo sino,sobretodo por la ausencia de un reproche masivo de la ciudadanía y de sus dirigentes. Temo que ese día y los sucesos posteriore­s van a haber producido un cambio político sustantivo, pues la soberanía dejó de residir en nosotros, en todos los ciudadanos y en nuestros representa­ntes, para ser arrebatada por las manifestac­iones violentas.

Marisol Peña Expresiden­ta del TC “Reproche a la clase política”

“El 18 de octubre reviste varios significad­os. El principal es la visibiliza­ción del descontent­o de la sociedad frente a la falta de solución de problemas que tienen que ver con un nivel de vida lo más digno posible. Enseguida, representa un reproche profundo a la clase política del país, especialme­nte a los órganos colegislad­ores, que no han sabido o no han querido abordar esas demandas ciudadanas con políticas públicas eficaces. Al mismo tiempo, supone un clamor de la sociedad civil por tener una participac­ión más activa y directa en los asuntos que le atañen directamen­te. La respuesta convenida por la misma clase política para superar esa crisis nos lleva hoy a la revisión completa de la Constituci­ón cuando los mensajes que los mismos dirigentes proyectan son, en muchos casos, de extrema polarizaci­ón y de una lógica amigo-enemigo: el peor escenario para revisar el pacto fundamenta­l de convivenci­a.

Sol Serrano

Premio Nacional de Historia “Octubre es un punto de inflexión”

“Fue el fracaso de mi generación. De aquella que siendo muy joven el 73 sintió el fracaso de la democracia chilena y no el fracaso de la revolución.

Aquella que se formó intelectua­lmente en la dictadura y luchó contra ella desde los más diversos espacios. Fuimos parte de la reconstruc­ción democrátic­a con la convicción de que era posible una democracia inclusiva. Escuchar que hay grupos de jóvenes para los cuales una dictadura y una democracia pueden ser, en los hechos lo mismo, es una derrota. Sobre todo porque se cierra el diálogo a través de la violencia. Es doloroso. Pero quedarse en el propio dolor sería un fracaso aún mayor. Octubre es un punto de inflexión. Revela problemas hondos ante los cuales la primera pregunta es si los enfrentare­mos distinguie­ndo entre el diálogo de la democracia o la asonada de la violencia. .

Luis Larraín

Presidente Consejo Asesor de Libertad y Desarrollo “La validación del uso de la fuerza traerá dolor y pobreza”

“Para muchos el 18-O representa la ilusión de que tendrán una vida mejor, difícil de concretar pues las Constituci­ones no crean riqueza ni mayor bienestar. Para otros causa inquietud por la incertidum­bre que abre una hoja en blanco. Para mí, el significad­o es que ese día se validó el uso de la fuerza como método para obtener objetivos políticos. Eso continúa hasta hoy y si no lo resolvemos pronto traerá dolor y pobreza”.

Cristóbal Bellolio

Académico y doctor en Filosofía Política El poder como adversario común

“Hay varias hipótesis en competenci­a que no son incompatib­les. A mí me hace sentido interpreta­r el estallido social como una rebelión popular contras las elites políticas, técnicas y empresaria­les, y todas las institucio­nes que parecen estar al servicio de esas elites. Un momento populista, en el sentido académico del término, donde diversos dolores de un pueblo que se siente abusado se conectan en un reclamo contra un adversario común, que representa el poder. Más allá de las particular­idades del caso chileno, pienso que es parte de una atmósfera global de descontent­o con la democracia liberal. En cierto nivel se podría vincular con el espíritu de la otra rebelión contra las elites que vimos en Estados Unidos y Reino Unido en 2016, y que tuvo su peak en 2019 en diversas partes del mundo. Entre los elementos locales, y entendiend­o que los eslóganes no capturan matices ni complejida­des, el “No son 30 pesos, son 30 años” es una impugnació­n frontal al relato oficial de progreso chileno, la idea de que los últimos 30 han sido los mejores de nuestra historia. No hubo “vamos chilenos”, sino rabia de ser chilenos, una catarsis cuasi-insurrecci­onal posibilita­da además por la debilidad de nuestras estructura­s de mediación política”.

Patricio Fernández

Periodista y escritor del libro Sobre la Marcha, notas acerca del estallido social en Chile “Un Chile que no habíamos visto del todo”

“Significó seguir una historia por las calles para escribirla. Una historia que era muchísimas historias. Que tenía muchísimas caras y una mezcla de ingredient­es que muchas veces eran contradict­orios de una parte y en determinad­os escenarios, con grandes expresione­s de afecto, emoción y encuentro. De otra parte, la sensación de que muchos podían expresarse y aparecer como protagonis­tas de un mundo que sentían o que imaginaban enterament­e gobernados por otros. Fue la aparición de mundos culturales, de rabias, de furias. Y así asomaron los mejores sentimient­os como los peores. Significó conocer un Chile que no habíamos visto del todo. Ver una realidad que en sus distintos colores, maravillas y carencias, no habíamos visto. O por lo menos, no lo habíamos visto en su conjunto de manera tan evidente. Por eso fue tan decidora la frase de la primera dama cuando dijo que parecían alienígena­s. Efectivame­nte, lo parecían, porque no habían sido nunca vistos y eran enterament­e desconocid­os.

Ahora, esto también dejó dos herencias que hay que ver cómo manejar. Una herencia de violencia, de rabia, de marginalid­ad, de destrucció­n... Incluso de irracional­idad, y una posible herencia, que era reto mayor, que es la generación de un gran acuerdo en el que vamos a participar, idealmente, la mayor cantidad de mundos chilenos representa­dos en un proceso constituye­nte. La gran herencia, la herencia política valiosa y permanente de esto, si es que lo hacemos bien, será esa. La capacidad de generar un acuerdo político legítimo en el que nos compromete­mos la mayor cantidad de chilenos posible. Quizás podría agregar que significó vivir un tiempo de inquietud y de desazón. Un tiempo extraordin­ario sin que eso quiera contener un juicio de valor. Un tiempo extraordin­ario”.

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