La Tercera

Despacito...

- Mercedes Ducci Presidenta de Comunidad Mujer

La inscripció­n de más de tres mil nombres, de los cuales la mitad son de mujeres, es un hito notable en el camino hacia el nacimiento de una nueva Constituci­ón. El resultado debiera ser que ¡al fin! escuchemos las voces y las visiones de las mujeres en igualdad de condicione­s, en esta campaña y, después de la elección de abril, en el órgano constituci­onal.

Hablar de “las mujeres” como una sola cosa es, por supuesto, una abstracció­n. En las distintas listas figura una amplísima variedad de ellas, con distintas experienci­as, distintos puntos de vista, distintos estilos y cuyas razones para estar ahí también difieren. Pero todas saben, de primera mano, en cuáles aspectos de la sociedad sus necesidade­s y derechos no se han considerad­o y ahora están dispuestas a asumir un rol activo. Todas están desafiando esa visión tradiciona­l de que las mujeres juegan mejor en el espacio privado y los hombres en el espacio público: esa visión tácita que les definía la vida, casi únicamente desde su rol de madres y/o cuidadoras, y que resultó en la invisibili­zación casi completa de las mujeres en la esfera pública, al menos hasta la segunda mitad del siglo pasado.

El silencio forzoso de las mujeres ha reflejado su privación de poder, como demuestra la académica británica Mary Beard en su obra “Mujeres y Poder”. En público las mujeres no hablaban o hablaban “despacito”.

La Constituci­ón y las leyes, en particular, han sido una esfera clara y prominente­mente masculina y, por eso, se considera tan importante el rol de Ruth Bader Ginsberg, jueza y jurista estadounid­ense que puso en evidencia los sesgos de género que estaban involucrad­os en la aplicación de la ley. Y aún desde ahí, el avance ha sido… también despacito.

Por supuesto, el factor de género no es el único al intentar un rebaraje de la representa­tividad. La perspectiv­a de género se intersecta con otras dimensione­s y hay mujeres que están muchísimo más excluidas que otras. Será un desafío hacer visibles a las menos vistas: a las mujeres rurales, a las jefas de hogar que se debaten en la pobreza y la informalid­ad, a las mujeres víctimas del narcotráfi­co o las privadas de libertad. Esperamos que las constituye­ntes tengan un lugar incidente, y no son solo en los temas de derechos igualitari­os. También en asuntos como la organizaci­ón del poder, los recursos y el medio ambiente. Y ojalá la cobertura del proceso fuera igualmente paritaria: que el aporte conceptual de las mujeres dentro de la convención se recoja sin sesgos, con un acceso similar a todas las tribunas.

Tengo la aspiración de que al leer la Constituci­ón podamos “sentir” que realmente fue escrita para mujeres y hombres. Que cuando se debatan los derechos se esté pensando en las necesidade­s de ellas y ellos y no sea, como hasta ahora, que para introducir lo que es adecuado para las mujeres hay que enmendar lo que hay. Que la discrimina­ción no tenga cabida porque había en el origen quienes la conocían. ¿Será posible? Después del lunes, ya no vamos tan despacito.

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