Misericordia en la familia
Según la OCDE, Chile lidera la lista de países con hijos nacidos fuera del matrimonio con 7 de cada 10 niños. Aunque la historia de Chile cuenta con numerosos indicadores de que esta tendencia está arraigada profundamente en el pasado (¿quién no escuchó alguna vez relatos sobre los tristemente llamados “huachos”?), las cifras que vemos hoy dan luces de un fenómeno que desafía la manera en que construimos familia, y pone a la Iglesia de cara al gran desafío de acompañar a quienes viven en esta realidad. Y es justamente ese el llamado que venimos escuchando desde el año pasado desde Amoris Laetitia. Si hay una novedad en el documento publicado el año pasado, es la insistencia en la necesidad de discernir y acompañar a la gran diversidad de familias que podemos encontrar hoy. ¿Cómo podemos responder a las familias hoy? Es una pregunta necesaria que surge cuando se abren bien los ojos y se percibe en los colegios un altísimo número de niños que viven en hogares uniparentales, mientras que otros tantos ven cómo sus padres se separan. Aquellos que hacen su labor en torno a jóvenes notarán la lejanía que ellos sienten con el matrimonio, como institución. Y sin embargo, también se observa que un altísimo número de chilenos tiene la formación de una familia como camino de realización personal. La familia sigue siendo el lugar de cobijamiento, encuentro y plenitud personal que da sentido a la vida y humaniza la sociedad. Como señalara Francisco, sin el calor del hogar la vida se vuelve vacía y comienzan a faltar las redes que nos sostienen en la adversidad. Es precisamente a la luz de estas realidades que la familia abre una perspectiva más humana para la humanidad. La respuesta que salga de la Iglesia, de nuestras comunidades ciertamente debiera estar regida por la misericordia, sabiendo que la idea de modelo “ideal” no es suficiente para abrazar la gran diversidad y riqueza que podremos encontrar. Se hace necesario discernir esta dimensión de la vida con sentido de realidad, sabiendo que la vida familiar está llena de dinamismo y crecimiento, en contextos culturales muy diferentes donde debemos saber reconocer las semillas del Evangelio. Que la misericordia vivida alimente entonces nuestras relaciones más profundas, recibiendo en sí todo lo bello, lo triste, doloroso y esperanzador de la vida tal como, precisamente, hacen las familias.