La reforma de la educación superior
El proyecto presentado por el Gobierno reconoce, implícitamente, que la gratuidad universal es una entelequia, a no ser que se suban los impuestos nuevamente.
LA REFORMA de la educación superior presentada esta semana es “el último proyecto del ciclo de reformas educativas”, tal como lo explicó la Presidenta Michelle Bachelet en cadena nacional el pasado domingo. El dato interesante es que, pese al trabajo prelegislativo de casi dos meses, el Gobierno nuevamente no cuenta con un apoyo cerrado en una de las llamadas reformas estructurales, mientras los análisis del proyecto de ley muestran una serie de imperfecciones en cuanto al fondo (calidad del sistema y accesibilidad) y también en cuanto al financiamiento de la famosa gratuidad universal. La iniciativa, implícitamente, reconoce que la gratuidad no solo no podrá ser alcanzada en este Gobierno, sino que tampoco se logrará en el siguiente ni el subsiguiente mandato. Obviamente las autoridades tienen que decir todo lo contrario, con frases como que este proyecto se encamina a la gratuidad universal, con el fin de calmar los rechazos y las presiones. No obstante, los parámetros, los supuestos y los amarres no muestran otra cosa que la gratuidad es una entelequia... A no ser que efectivamente la próxima administración se tome en serio esto de la gratuidad y determine un nuevo incremento en los impuestos. Es así como el proyecto tiene una serie de materias cuyos alcances aún están por verse y podrían, una vez más, terminar perjudicando a quienes supuestamente se busca beneficiar.