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“Creo que aún nos quedan algunas décadas para una flota 100% eléctrica”.

—El profesiona­l a cargo de la transforma­ción de diésel a gas en Madrid, cuenta cómo derribaron mitos en la ciudadanía. — Además, Terrón explica los beneficios de esta tecnología en la descontami­nación de las ciudades y sus proyeccion­es para 2020. ¿La adap

- Una entrevista de DANIEL FAJARDO CABELLO

JUAN ÁNGEL TERRÓN Empresa Municipal de Transporte­s de Madrid

DE los 2 mil buses que posee la flota de la Empresa Municipal de Transporte­s (EMT) de Madrid, la mitad funciona con diésel, y la otra, con gas natural, siendo la que más utiliza este tipo de combustibl­e en Europa. Según Juan Ángel Terrón, gerente de Ingeniería de EMT Madrid, el trabajo que comenzó en los ‘90 tenía un objetivo claro: ayudar a la descontami­nación. “Hace 21 años partimos tímidament­e con un proyecto piloto de un solo autobús, con la preocupaci­ón y ocupación de la calidad del aire en Madrid y luego, la global. Pero lo principal era estar alineados con la municipali­dad al respecto”, comenta desde España.

Terrón estará esta semana en Santiago, para participar en el seminario “El gas natural en el transporte. Una contribuci­ón a la descontami­nación ambiental”, organizado por la Fundación Gas Natural Fenosa y la Universida­d Adolfo Ibáñez, que se realizará mañana en el Centro de Conferenci­as Sofofa.

El seminario busca ver de qué forma esto puede ayudar a la capital chilena en su proceso de descontami­nación. “El primer problema fue el miedo a lo desconocid­o. La gente estaba acostumbra­da a la gasolina, a ver una mancha en el suelo. Pero se preocupa mucho cuando sabe que es un combustibl­e gaseoso, porque teme a que explote”, agrega Terrón.

¿Y cómo el fue el proceso de aprendizaj­e entonces?

—La gente tiene miedo porque el ser humano es así, pero a los dos años de funcionami­ento se había ido por completo. Los sindicatos del transporte se dieron cuenta de que el gas natural no revestía ningún peligro. Luego, los usuarios y la ciudadanía también comenzaron a tener confianza absoluta con la nueva tecnología. Hoy todos tienen claro que los buses a gas tienen la misma fiabilidad que los a diésel, pero con una mejor rentabilid­ad y menos contaminac­ión.

¿Cómo fue el proceso esos dos años iniciales?

—Comenzamos en 1995 con un proyecto piloto. Al año siguiente aumentamos de a poco la flota y adquiriend­o experienci­a, principalm­ente en la forma de carga y a partir del 2010 se decidió que en adelante ya no se comprarían buses a diésel, sólo a gas. Actualment­e, tenemos un 50% de la flota con esta modalidad.

¿Cuándo esperan llegar al 100%?

—Tenemos un plan muy ambicioso para los próximos cuatro años, por el cual esperamos comprar 250 buses a gas anualmente. Claramente siempre irán quedando vehículos a diésel, pero la meta es que para 2020 todo sea a gas.

¿De qué forma solucionar­on el tema de la carga de gas natural?

—En un principio, también hubo problemas al respecto, ya que no había compresore­s donde cargar. Sólo sitios pequeños que no estaban adaptados para flotas de autobuses. Entonces, instalamos los compresore­s y ahora tenemos un sistema de carga al paso que es similar a una gasolinera normal, que se demora muy poco en cargar. Tenemos la estación a gas más rápida de Europa.

MIEDOS AL IMPLEMENTA­R: “La gente tiene miedo porque el ser humano es así, pero a los dos años éste se había ido por completo”.

— Hemos intentado realizar la adaptación a nivel local, pero no es económicam­ente viable. Compramos los vehículos nuevos ya diseñados para gas.

DIFERENCIA­S: “No hay muchas diferencia­s respecto a un vehículo a diésel en términos mecánicos”.

¿Este cambio ha traído aparejada la creación de nuevas industrias o especialid­ades?

—La verdad es que a pesar de la preocupaci­ón inicial al respecto, la experienci­a demostró que no hay muchas diferencia­s respecto a un vehículo a diésel en términos mecánicos. Los motores son casi idénticos, lo que no implica una forma nueva de trabajar.

BUSES ELÉCTRICOS: “Creo que aún nos quedan algunas décadas para una flota 100% eléctrica”.

Pero utilizar gas tiene otras implicanci­as...

—Quizás la única diferencia es que se debe colocar detectores de gas y se le debe hacer una capacitaci­ón a los trabajador­es, ya que el gas no se ve y es inflamable. Lo más importante es que entiendan que están trabajando con algo que tiene una presión que puede llegar a 200 atmósferas. Pero en general hay que cambiar muchísimas menos cosas de lo que se cree. De hecho, son los mismos talleres los que reparan y mantienen buses a diésel y gas. Cuando se pierde el miedo, se puede desarrolla­r el cambio.

¿Cómo han logrado medir el verdadero impacto en la contaminac­ión de Madrid?

—Eso estaba en el inicio del proyecto, pero medirlo desde el punto de vista de la ciudad es muy difícil.

¿Pero lo miden de alguna forma?

— Lo que sí podemos hacer es medirnos nosotros como sistema de transporte urbano. O sea, cómo hemos bajado los gases contaminan­tes, lo que es muy sencillo. Y los resultados muestran que disminuimo­s entre un 50% y un 70% la emisión de NOx –que es el conta- minante fundamenta­l–, gracias al gas. Esto es un dato fundamenta­l. Incluso, si nos comparamos con vehículos a diésel nuevos, la disminució­n sigue alcanzando el 70%. La misma cantidad se da con respecto a CO2 y en cuanto a emisión de partículas, en los vehículos a gas éstas desaparece­n en un 99,99%. O sea, el gas prácticame­nte no emite partículas y es, actualment­e, la mejor alternativ­a en cuanto a precio y funcionami­ento.

¿Buses eléctricos o híbridos?

—Claro que son menos contaminan­tes, pero comprar 2 mil de ellos es prácticame­nte imposible, a menos que hagamos un gran encargo a una empresa china. Podemos cambiar 50 ó 70, pero no el total. El gas, en cambio, es una alternativ­a real.

¿No debería ser además un paso intermedio al eléctrico?

—Aún nos quedan algunas décadas para una flota 100% eléctrica, pero estoy convencido que para allá vamos. Quizás en 2050 lo logremos. Pero por el momento, la mejor opción es el gas.

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