Cultura pro emprendedor y pro innovador
UN EMPRENDEDOR es quien tiene ganas de cambiar el estado de las cosas, que no espera instrucciones y ve en cada espacio una oportunidad de crear valor. El innovador, por su parte, es quien se sale de la fila, no sigue a la masa y se aventura y arriesga en busca de nuevas oportunidades, desafía al sistema y a lo tradicional. Ambos constituyen un valor para nuestra sociedad, y debemos hacernos cargo de motivar a más personas para que se sumen a dichas vocaciones. Ciertamente las startups y los fondos de innovación aportan al proceso, pero nos falta lo más relevante: crear una cultura pro emprendedor/innovador, que entregue facilidades para el desarrollo de habilidades y negocios. Ambas actividades tienen elementos comunes. Uno de ellos es el riesgo asociado. Innovar y emprender es riesgoso. Se apuesta el tiempo, el capital propio o familiar y se arriesga el nombre, se buscan alternativas no exploradas y se crea valor luego de varios ensayos/error. Hoy Chile no valora el riesgo y el fracaso, al contrario, lo evita y sanciona. Altas tasas de interés, abultadas garantías, procesos interminables y la amenaza del Dicom o el “peneca verde”, acompañan a quienes sueñan con crear valor. El fracaso es parte del aprendizaje y debe ser valorado por el sistema financiero y el Estado. Si Chile quiere ser un país de emprendedores e innovadores, debemos terminar con la desconfianza al riesgo y la sanción del fracaso y ser capaces de crear un sistema que premie al que se atreve, que apoye al que emprende o innova. Sólo así aportaremos al desarrollo de emprendimientos e innovaciones. También podremos apostar a tener en las futuras generaciones, nuevas oportunidades de reconfigurar el mercado laboral ante una economía y un desarrollo tecnológico que abandona a pasos agigantados la empleabilidad tradicional.