El Resto es Música
Entre el año 1.000 al 1.820 (pasado el 91% de la era cristiana ¡!), las condiciones apenas mejoran. Madisson calcula que el PGB per cápita crece un 0,05% por año durante estos largos ocho siglos. El mundo no se empina sobre los US$600, menos de dos dólares por día por persona.
Sin embargo, en Europa Occidental ocurre algo extraordinario. Por primera vez una región del planeta se destaca claramente y alcanza US$1.200 por año.
Hacia 1.720 se había producido un momento pivotal en la Historia. En Inglaterra ocurre un milagro: John Lombe instala una fábrica que, usando la fuerza motriz del agua, es capaz de producir por hora la seda equivalente a lo que hacían cientos de personas. Es la chispa que enciende la Revolución Industrial. Esa idea, aplicada a múltiples aspectos, con sus miserias, pero también con sus enormes grandezas, es la que produce el impulso que lo cambia todo: la productividad humana se multiplica exponencialmente.
En lo que quedaba del milenio, escasos 180 años, el producto por cabeza crece a un 1,2% por año, multiplicando el producto per cápita de Europa por 20 y el del mundo por 10. Llega la prosperidad: la medicina, los medios de transporte y de comunicación, los servicios básicos, la higiene, la ropa, los calzoncillos y los zapatos a precios accesibles, la alimentación balanceada, las cadenas de frío que evitan comer comida en descomposición.
El progreso trae internet, los celulares, la luz y la amplificación, que transmiten en vivo las palabras de un ex presidente de un país chico que se cae del mapa, en la estación terminal del mundo. Un país que se queja tanto y no es capaz de darse cuenta que había encontrado una buena fórmula para ponerse al día con la Historia.
Puesto así, en la gran perspectiva de las cosas, es tan, pero tan obvio que los campeones de la redistribución, los justicieros analfabetos en la calculadora, los fanáticos del vaso medio vacío, están sumamente equivocados. Y que el ex Presidente, con su voz atronadora, que sale disparada hacia todos los rincones del mundo, tiene razón.
GONZALO RESTINI