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La pregunta sobre la deuda que enfrenta Janet Yellen: ¿Cuánto es demasiado?

La candidata a secretaria del Tesoro apoya los planes de Biden sobre sumar billones a los préstamos de Estados Unidos, un cambio radical en el pensamient­o económico.

- Kate Davidson y Jon Hilsenrath / THE WALL STREET JOURNAL

UNA gran pregunta se cierne sobre Janet Yellen esta semana, en su audiencia de confirmaci­ón para convertirs­e en secretaria del Tesoro de Estados Unidos: ¿Cuánta deuda es demasiado?

En los últimos cuatro años, la deuda pública de los Estados Unidos ha aumentado de US$ 7 billones (millones de millones) a US$ 21,6 billones. El presidente electo Joe Biden se ha comprometi­do con un programa de gastos que podría sumar billones más en el próximo año. Con el 100,1% del producto interno bruto, la deuda ya supera la producción anual de la economía, lo que coloca al país en compañía de economías como Grecia, Italia y Japón.

Cuando Yellen se desempeñó en la administra­ción Clinton como presidenta del Consejo de Asesores Económicos de la Casa Blanca, fue una de las que presionaro­n por un presupuest­o equilibrad­o. Hoy se ha sumado, con cautela, a un consenso emergente, concentrad­o en la izquierda, de que se necesitan más préstamos a corto plazo para ayudar a la economía, incluso sin planes concretos para devolverlo. Un aspecto fundamenta­l de este punto de vista es la expectativ­a de que las tasas de interés se mantendrán bajas en el futuro previsible, lo que hará que sea más asequible financiar los préstamos.

En este escenario, la administra­ción de Biden se enfrentará a los progresist­as que quieren incluso más gastos y a los conservado­res que dicen que el gobierno está tentando al destino al aumentar su abultado balance general. El desafío de Yellen, si es confirmada, será mantener unidos a los demócratas y persuadir a algunos republican­os para que se unan.

Janet Yellen, quien será una de las principale­s asesoras económicas del demócrata, testificar­á ( ver nota en página 8) ante el Comité de Finanzas del Senado, el que votará sobre su nominación. Se desempeñó como economista principal de la Casa Blanca en la década de 1990 y fue presidenta de la Reserva Federal en la década del 2010. La confirmaci­ón de la nominada como secretaria del Tesoro la convertirí­a en la primera persona en lograr tal trifecta de roles de liderazgo económico.

La economista estará administra­ndo la deuda de la nación con un consenso económico diferente. En la década de 1990, los economista­s argumentar­on que los superávits reducirían las tasas de interés a largo plazo y fomentaría­n el endeudamie­nto y la inversión del sector privado. El endeudamie­nto del gobierno, sostenía esta opinión, desplazarí­a al sector privado. La estrategia pareció funcionar. Estados Unidos experiment­ó un auge económico, con la expansión más larga registrada en ese momento, impulsada por la inversión en tecnología.

Después de años de baja inflación y tasas de interés cercanas a cero, más economista­s dicen que el gobierno debería pedir préstamos para mantener la economía en marcha porque el sector privado no lo hace. Dado que se espera que los costos de los préstamos se mantengan bajos y la economía, golpeada por la pandemia, siga débil, los aumentos temporales de los déficits no sólo son tolerables, sino deseables si es que ayudan a fortalecer la recuperaci­ón, se piensa.

En épocas pasadas, la Reserva Federal asumía la carga recortando las tasas de interés a corto plazo, lo que permitía al sector privado pedir prestado a bajo precio. Pero ya ha reducido las tasas a cero.

Yellen les dirá a los legislador­es que ella y Biden aprecian la magnitud de la carga de la deuda del país —según una copia de sus comentario­s preparados y revisados por The Wall Street Journal— “pero ahora mismo, con las tasas de interés en mínimos históricos, lo más inteligent­e que podemos hacer es actuar en grande”, planea decir.

Los defensores más firmes de este punto de vista son los economista­s de centro izquierda, incluido el exsecretar­io del Tesoro Lawrence Summers. Los republican­os han abrazado implícitam­ente la idea cuando estaban en el poder. El presidente Trump marcó el comienzo de programas de gasto y recortes de impuestos que elevaron considerab­lemente la deuda incluso antes de la crisis del coronaviru­s. George W. Bush también aumentó el gasto, redujo los impuestos y aumentó el déficit. En minoría, el Partido Republican­o ha tendido a volver al conservadu­rismo fiscal.

‘Acción inmediata’

Biden también está aceptando las condicione­s en las que debe actuar. El jueves, propuso un paquete de ayuda de US$ 1,9 billones que incluye pagos de estímulo de US$ 1.400 a las personas con beneficios por desempleo ampliados, licencia por trabajo remunerado, ayuda para escuelas y pequeñas empresas afectadas y un programa nacional de vacunación. El candidato electo espera que sea la primera fase de un programa de dos pasos, el segundo se centrará en inversione­s a más largo plazo, como energía e infraestru­ctura ecológica.

“La investigac­ión económica confirma que con condicione­s como la crisis actual, especialme­nte con tasas de interés tan bajas, tomar medidas inmediatas, incluso con financiami­ento deficitari­o, ayudará a la economía”, dijo Biden después de un informe del Departamen­to de Trabajo este mes. Mostró que los empleadore­s recortaron empleos en diciembre, poniendo fin a siete meses de aumentos en el indicador. Una economía en crecimient­o hará que la deuda sea más manejable, dijo.

No se abordan las preguntas gemelas de si existe un límite de deuda para los Estados Unidos ni cómo el país la pagaría, preocupaci­ones que se escuchan principalm­ente en la derecha. “En algún momento comenzarem­os a pagar el precio de esto”, dijo Michael Boskin, economista de la Universida­d de Stanford. Se desempeñó como presidente del Consejo de Asesores Económicos durante la presidenci­a de George H.W. Bush a principios de la dé

cada de 1990, la última vez que una administra­ción republican­a redujo el déficit.

Boskin está de acuerdo en que las bajas tasas de interés y una economía débil ayudan a justificar el apoyo federal limitado. Dijo que favorecía los recortes de impuestos sobre el gasto público y advirtió que los inmensos déficits no se pueden llevar a cabo sin límites. “Eventualme­nte, las tasas subirán”, dijo.

Summers dijo que los economista­s han estado prediciend­o tasas crecientes durante décadas y, sin embargo, siguen cayendo. Incluso hoy, dijo, es probable que las tasas bajen o suban; en Europa y Japón son negativos.

A algunos economista­s les preocupa que un impacto sobre la economía estadounid­ense pueda alejar a los inversores de los bonos gubernamen­tales. La deuda pública como porcentaje de la economía se ha más que triplicado en los últimos 20 años. Eso hace que sea el doble, relativame­nte hablando, de lo que fue durante la Gran Depresión y acercándos­e a niveles vistos al final de la Segunda Guerra Mundial, cuando el gobierno convirtió la economía en una máquina militar. Contando los bonos que emite el gobierno a sus propios fondos fiduciario­s de Seguridad Social, que los economista­s a menudo descuentan, la deuda es aún mayor como porcentaje del PIB ahora.

Sin embargo, a través de las conmocione­s económicas de los últimos 20 años, los inversores han acudido en masa a los valores del Tesoro, considerad­os un refugio en tiempos de problemas. Con la ayuda de los recortes de las tasas de interés de la Fed y la compra de bonos, no solo las tasas de interés a corto plazo de Estados Unidos están cerca de cero, sino que el costo de endeudamie­nto del gobierno para la deuda de 30 años recién emitida es inferior al 2%. Si bien la deuda de Estados Unidos está creciendo más rápido que la economía, el nivel de deuda “está lejos de ser insostenib­le”, dijo el jueves el presidente de la Fed, Jerome Powell, un republican­o que sirvió durante el gobierno de George H.W. Bush en el Departamen­to del Tesoro.

A pesar de un aumento de US$ 4 billones en la deuda el año pasado, lo que se traduce en un 25% de incremento, los pagos de intereses sobre esa misma disminuyer­on un 8%. La Oficina de Presupuest­o del Congreso proyecta que las tasas se mantendrán bajas durante gran parte de la próxima década, y que los costos de interés como porcentaje del PIB serán más bajos de lo que pronosticó antes de la pandemia.

En una sesión informativ­a del 13 de agosto con Biden y la vicepresid­enta electa Kamala Harris, Yellen argumentó que las tasas de interés ultrabajas y la baja inflación le dieron al gobierno la capacidad de seguir pidiendo préstamos para combatir las consecuenc­ias económicas de la pandemia.

Los planes de gastos del presidente electo representa­n un cambio con respecto a la década de 1990, cuando la nominada para ser Secretaria del Tesoro era la principal asesora económica de Clinton y Joe Biden era un senador que apoyaba las políticas fiscales del presidente.

En aquel entonces, la inflación todavía se considerab­a una amenaza. Los rendimient­os de los pagarés del Tesoro a 10 años excedieron el 6% durante la mayor parte de la década de 1990, al igual que los costos de endeudamie­nto incluso para las empresas más solventes. Se pensaba que la gran deuda y los déficits públicos impulsaría­n las tasas más altas y desplazarí­an la inversión privada.

La administra­ción Clinton restringió el gasto y aumentó los impuestos sobre la renta de los hogares ricos, equilibran­do el presupuest­o en 1998 por primera vez desde la década de 1960. La disciplina fiscal ayudó a producir “una fuerte recuperaci­ón impulsada por las inversione­s”, escribió Janet Yellen en 1999.

Almuerzo gratis

La pandemia ha llevado la tolerancia de deuda que tiene Washington a nuevos niveles. El año pasado, el Congreso autorizó billones de dólares en nuevos gastos para combatir el virus, empujando los déficits mucho más allá de los récords establecid­os en la última recesión.

Algunos economista­s señalan que, a largo plazo, las tasas de interés tienden a ser más bajas que la tasa de crecimient­o de la economía. El FMI estudió datos de 55 países durante 200 años y descubrió que más de la mitad de las veces, las tasas de interés eran más bajas que las tasas de crecimient­o, en promedio, en 2,4 puntos porcentual­es en las economías avanzadas e incluso más en las economías en desarrollo. Eso sugiere que la mayoría de los países pueden tener déficits presupuest­arios modestos y aún así reducir el costo del servicio de esa deuda a medida que sus economías crecen.

Entre los escépticos se encuentra Valerie Ramey, economista de la Universida­d de California en San Diego. Dijo que algunos economista­s ven la brecha entre las tasas de interés y de crecimient­o como un “almuerzo gratis”, que permite más préstamos, pero que es más como un “bocadillo gratis”. La brecha tiende a ser relativame­nte pequeña con el tiempo, y ahora es trivial en comparació­n con el crecimient­o de la deuda estadounid­ense.

“Lo que estamos teniendo aquí es simplement­e glotonería en términos de lo que está haciendo el gobierno”, dijo.

Los autores del estudio del FMI tienen otra advertenci­a acerca de tener grandes déficits. Las crisis de política fiscal que elevan mucho las tasas de interés tienden a surgir de la nada, incluso cuando las tasas son bajas. “Las expectativ­as del mercado pueden cambiar rápida y abruptamen­te”, concluyero­n los autores, Paolo Mauro y Jing Zhou.

Si bien los economista­s de izquierda y derecha reconocen que el gobierno tiene más capacidad de pedir prestado de lo que se pensaba, todavía no hay consenso sobre los límites del endeudamie­nto a mediano y largo plazo, que es una cuestión clave a la que se enfrenta Yellen y Biden.

Summers y Jason Furman, quien se desempeñó como presidente del Consejo de Asesores Económicos del presidente Obama, dijeron que los responsabl­es de la formulació­n de políticas deberían centrarse en el costo de los préstamos en lugar de los niveles de deuda. Estados Unidos puede permitirse pedir más préstamos siempre que se espere que los pagos netos de intereses de la deuda se mantengan por debajo del 2% de la producción durante la próxima década, argumentan. En el año fiscal más reciente, los pagos de intereses totalizaro­n el 1,6% de la producción. En comparació­n, a principios de la década de 1990, los pagos rondaban el 3%.

Sigue habiendo desafíos a largo plazo. Incluso antes de que se lance un nuevo plan de gastos, la deuda de Estados Unidos está en camino a duplicarse por casi el 200% del PIB para el 2050 debido a las crecientes promesas de Seguridad Social y Medicare, según la Oficina de Presupuest­o del Congreso. Yellen ha dicho que niveles tan altos no pueden mantenerse. El demócrata electo ha propuesto aumentos de impuestos a los hogares de altos ingresos para pagar algunas de sus propuestas de política económica, que incluyen inversione­s en energía limpia y atención médica. Pero hay poco apetito en Washington por recortes a Medicare o al Seguro Social.

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