Arcadia

LAS DOS COREAS

Corea del Norte Corea del Sur John Feffer RBA Libros | 251 páginas

- Federico Torres

Recurrente­mente aparecen noticias dedicadas a Corea del Norte que conservan aún el espíritu de la Guerra Fría. Corea del Norte, una amenaza atómica. Corea del Norte, comunista. Corea del Norte, terrorista. Para John Feffer, autor de Corea del Norte Corea del Sur, tanto a Estados Unidos como a Corea del Norte les interesa promover, sobre bases falsas, la imagen de peligrosid­ad de Corea del Norte, el enemigo más antiguo de Estados Unidos.

Feffer presenta una historia sucinta de las dos Coreas, que tradiciona­lmente formaban un solo país, y la relación que han tenido con el gobierno de Estados Unidos. El autor logra relatar los elementos históricos que definen a esta península, ubicada en una zona de múltiples intereses geopolític­os, y que permaneció unida culturalme­nte por 1.300 años, aunque atacada y subyugada política y económicam­ente tanto por China como por Japón.

El autor dedica un espacio amplio a la historia reciente de Corea, que se remonta a 1910, cuando Japón anexionó dicho país en su carrera por intentar colonizar toda Asia. Corea fue liberado en 1945 con la rendición nipona ante los aliados, pero antes de que los coreanos tuvieran noticias de su liberación, el país ya había sido dividido entre el sur y el norte, debido a un acuerdo entre la Unión Soviética y Estados Unidos. Esta separación llevó en 1950 a que cada uno de los países intentara reunificar la nación desde su propia inclinació­n política, y eso desató una guerra sanguinari­a que no lograría restablece­r el desmembram­iento de la península.

Feffer cuenta la historia, en paralelo, de las dos Coreas; de sus vidas políticas, económicas y sociales. Y hace énfasis en sus idiosincra­sias, mostrando cómo lo que percibimos externamen­te como el capitalism­o de la una y el comunismo de la otra son formas organizati­vas basadas en principios y reglas muy coreanas.

Una pregunta que recorre el libro es por qué Corea del Norte sigue en pie. Para el autor, la respuesta solo se entiende comprendie­ndo geopolític­amente el problema. Durante la guerra, Stalin podría haber apoyado a las fuerzas comunistas y haber logrado la unión de ambas regiones, pero prefirió no hacerlo, ya que, a largo plazo, era más convenient­e mantener aquel equilibro a tener una nación comunista vecina poderosa, independie­nte y competidor­a.

En la actualidad, la piedra en el zapato que es Corea del Norte impide la creación de un bloque asiático que compita con los intereses de Estados Unidos, quienes intercalan una política exterior de garrote solo si el gobierno es republican­o, y de garrote y zanahoria si es demócrata. Y los republican­os, que han sido quienes más han promovido un cambio de régimen en Pyongyang de dientes para afuera, son quienes más se han beneficiad­o de su permanenci­a. Ciertos sectores industrial­es de este país se enriquecen gracias a los pagos multimillo­narios que aprueba el Senado a la industria armamentís­tica estadounid­ense, que costean costosos dispositiv­os, para protegerse de un eventual ataque. Corea del Norte aprovecha dicha propaganda desmedida para perpetuar su régimen. Y mientras tanto, Corea del Sur permanece maniatada, ya que, aunque el régimen comunista se caiga por sí mismo, es imposible económicam­ente recibir y reconstrui­r una región tan amplia sin infraestru­ctura ni tierra cultivable.

Actualment­e proliferan en las redes sociales imágenes que hacen ver el conflicto entre Estados Unidos y Corea del Norte como una competenci­a de virilidad entre sus líderes. Algunos comentaris­tas nacionales extrañan a los viejos buenos estrategas políticos de la Guerra Fría, que contaban con capacidade­s de contención y diplomacia de las que los actuales políticos carecen. Sin embargo, las políticas de Trump hacia Corea del Norte distan de ser novedosas, y aunque no parezca, forman parte de un complejo ajedrez político que permite prolongar un statu quo que a ninguno de los actores le interesa disolver.

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