¿SON FÁCILES DE CUMPLIR LOS PROTOCOLOS?
“Nosotros no volvemos este año; no tenemos cómo garantizar la bioseguridad de todas las alumnas”, reconoce Lilia Calderón, rectora del colegio Magdalena Ortega de Nariño, en el occidente de Bogotá.
Las 2.000 estudiantes del Magdalena Ortega estaban acostumbradas a llegar en bus en la mañana y desayunar antes de iniciar las clases. Calderón confiesa que, si regresan a la rutina, todo tendría que cambiar drásticamente. En la entrada la supervisión del protocolo podría tardar más de una hora, y en el comedor, “sencillamente, no hay espacio para garantizar el distanciamiento físico”, reconoce.
Mientras tanto, la otra cara de la moneda se ve a las afueras de la ciudad. El colegio Rochester ya abrió sus puertas. Invirtió cerca de 400 millones de pesos para adecuar sus instalaciones con 24 baterías de puntos de lavado, desinfección y secado de manos con sensores inalámbricos, cámaras de reconocimiento facial, verificación de temperatura y señalización en todo el centro educativo. Los salones tienen un límite de 16 estudiantes por clase, y una distancia de 2 metros entre cada uno.
La mayoría de los alumnos llega en buses contratados por el colegio.
Allí mantienen normas de distanciamiento y tienen que usar tapabocas. Desde el momento en que se bajan del vehículo, los niños siguen un protocolo y sus maletas son desinfectadas con alcohol al 70 por ciento.
Luego pasan por cámaras que miden su temperatura corporal y atraviesan unas hendiduras en el suelo llenas de amonio cuaternario para desinfectar los zapatos. No es un proceso fácil, pero la señalización no da lugar a dudas sobre el lugar que debe ocupar cada estudiante, por lo que nunca se presentan aglomeraciones.
Aunque sobre el papel está claro cómo debe ser la reapertura, esto no es tarea fácil, ni para los públicos e incluso entre instituciones privadas. La mayoría no está en la capacidad de hacer las inversiones requeridas. Según Martha Castillo, presidenta de la Confederación Nacional de Asociaciones de Rectores y Colegios Privados (Andercop), la mora en el pago de matrículas en esa entidad, que agrupa a cerca de 1.000 instituciones, supera el 50 por ciento, lo que impide hacer las inversiones para reabrir.
Para el rector de la Uniminuto e integrante del consejo directivo de la Ascún, padre Harold Castilla, es claro que no se presentó el desplome porque, ante la alerta, las instituciones de educación superior ofrecieron a las familias muchas alternativas de descuentos, becas y flexibilización de pagos. “Aún estamos en proceso de consolidación de cifras de universidades, pero lo que se habla entre rectores es que afortunadamente el impacto de la deserción fue mucho menor”, dice. En el caso de esa institución, que tiene 106.000 alumnos (70 por ciento virtuales) distribuidos en 18 sedes, tuvieron para este segundo semestre una deserción del 9 por ciento.
Por su parte, el rector de la Universidad del Rosario, Alejandro Cheyne, aseguró que no es momento de bajar la guardia con las estrategias para apoyar a las familias, ya que la crisis por el coronavirus no desaparece con el retorno de la presencialidad. “La reapertura y recuperación económica no van a ser rápidas. Muchas familias seguirán sintiendo los efectos de la pandemia, y es ahí donde las universidades tenemos un papel fundamental. Debemos ser flexibles para acomodarnos a la situación de cada familia; algunos estudiantes no podrán retornar a la presencialidad y tenemos que darles la oportunidad de seguir con su proceso”, dijo.
Entretanto, el rector de la Universidad Central, exministro Jaime Arias, destacó los grandes avances en cuanto a educación virtual y remota de la enseñanza, aunque consideró que quedó en evidencia que en la educación de los jóvenes el componente presencial es vital. “El entorno universitario y todo lo que pasa a su alrededor enriquece mucho al estudiante. Aunque ellos sean asiduos usuarios de tecnologías y redes sociales, aún falta mucha disciplina para la educación virtual. El ideal es que haya presencialidad y avancemos cada vez más con elementos de virtualidad”, sentenció Arias.
Por fortuna, el pronóstico no se cumplió, pero el riesgo permanece. Viene una época compleja para las familias de los jóvenes, pues mientras la economía se restablece plenamente y recupera los empleos perdidos, seguirá pendiente el riesgo de la deserción masiva. Hay que buscar nuevos instrumentos y profundizar los actuales para que los alumnos sigan en las aulas, así sea por medios virtuales.