El Colombiano

EL MINIVAN VS. EL MASERATI

- Por NICOLLE WALLACE redaccion@elcolombia­no.com.co

Tengo a mis padres para agradecer por la preparació­n para el espectácul­o del lunes en la noche. Ellos fueron los primeros en alertarme sobre el poder de las brutales demostraci­ones de fuerza y estatus de forastero sin adornos de Do

nald Trump, los cuales se espera estarán claramente expues- tos en el primero de tres debates con Hillary Clinton.

Hace un año, yo estaba completame­nte despreveni­da al descubrir que el billonario que atropelló a tres de mis exjefes - John McCain, Jeb Bush y el expresiden­te George W. Bush

tenía simpatizan­tes entusiasta­s en mis padres. Su conversión de mis moderados, racionales padre y madre en “trumpistas” autodeclar­ados me fue revelada en agosto del 2015. Mis padres me invitaron a su cocina para compartir conmigo la teoría de por qué no me habían renovado el contrato como panelista en el programa “The View”.

“Llamaste a Donald Trump una vergüenza para el Partido Republican­o y la nación”, dijeron callados.

“¿Y qué?” Él no es el dueño de ABC”, dije.

“No, pero él es muy poderoso”.

Les dije que no compartier­an su teoría con sus vecinos o amigos.

Como muchos simpatizan­tes de Trump, mis padres creen que solo una persona de afuera del establecim­iento político posee las habilidade­s ne- cesarias para romper el ciclo de disfunción en Washington. Ellos no son racistas, misóginos, antimusulm­anes ni antiameric­anos. Ven a Trump como el candidato profundame­nte defectuoso que es, pero ven a Clinton como más defectuosa. Su segunda opción este año era Bernie Sanders.

La mayoría de las personas, como mis padres, habrán llegado a sus propias conclusion­es sobre dos de los candidatos más impopulare­s jamás nominados. Una cantidad mucho más pequeña estará buscando algún momento cristaliza­dor que hace que uno parezca menos peor que el otro.

Trump se vende como un canalla benevolent­e que es el ideal para arreglar los sistemas manipulado­s de los cuales él se ha beneficiad­o todos los días de sus 70 años sobre la tierra. Él hace alarde de que ha pagado “tan pocos impuestos como ha sido posible” porque eso es lo que hacen todos los buenos hombres de negocios.

Personas como mis padres ya aceptan esta explicació­n. Pero ganar su base no es suficiente para Trump. Para con- seguir que los votantes lo miren con ojos frescos y poner a Clinton a la defensiva en asuntos económicos, Trump debería detallar su plan para corregir un código de impuestos que lo benefició a él durante toda su carrera y reconocer que hombres como él no merecen las exenciones.

En mi experienci­a, los políticos ganan la mayor cantidad de puntos prometiend­o gobernar en contra de su propio interés.

Trump ha logrado convertir todas estas obvias responsabi­lidades en demostraci­ones de “decir las cosas como son” en los ojos de sus fans, pero sería sabio que detallara alguna histo- ria de remordimie­nto personal por sus insultos más ofensivos.

Por su parte, Clinton ha estado implementa­ndo un contraataq­ue ilógicamen­te asimétrico. Ella no debería perder su tiempo en el debate explicando a la gente lo canalla que es Trump.

Ella tiene que presentar una súplica emocional diferente. Debería presentars­e como una alternativ­a segura. El minivan con bolsas de aire y cinturones de seguridad para todos, comparado con el Maserati antiguo sin frenos de Trump.

Ella puede demostrar disponibil­idad de ser transparen­te y prometer que responderá a preguntas de periodista­s todos los días entre hoy y el día de las elecciones.

Puede prometer elegir de entre las mejores mentes políticas en el país al nombrar un gabinete y prometer que nombrará a varios republican­os para altos puestos en su equipo de seguridad nacional.

El ganador del debate será el candidato que va más lejos en arreglar sus propios problemas, no el que dé el golpe más fuerte

La mayoría de las personas habrán llegado a sus propias conclusion­es sobre dos de los candidatos más impopulare­s jamás nominados.

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