¿Dónde comen los ricos?
El enólogo Mario Puchulú tiene una frase que repite en reuniones donde enseña sobre vinos: “No come bien el que puede, sino el que sabe”. A colación traigo el comentario del licenciado, porque parece que en Medellín los que pueden no comen como deberían y los que saben, pues no pueden comer donde no les alcanza el dinero. ¿Cuántos restaurantes de alta cocina tiene Medellín? Podrán decir que dos, otros tal vez aseguran que tres, los más optimistas opinarán que cinco. No voy a decir nombres para no herir la susceptibilidad, pero lo cierto es que son muy pocos estos lugares en la ciudad. Desde el día jueves se espera la venta más interesante en un restaurante. El sábado rebaja la subienda y el domingo tienen un repunte a la hora del almuerzo. No obstante, si puede ir a alguno de los restaurantes prestigiosos de Medellín, verá que un jueves en la cena está ocupado en un 30 % y a la hora del almuerzo si acaso, en un 40 %. ¿Dónde están los adinerados que pueden comer allí? Fácil, en su casa, esperando que la empleada les ase un salmón congelado, comprado con descuento, en el supermercado por la mañana. O sea, pueden comer bien, pero no saben, algunos porque no quieren, o porque les parece caro comer en esos restaurantes de la tacita de plata. Lo curioso es que esos mismos personajes, por lo general niños de abolengos montañeros, de caras blanquecinas por la falta de sol, de familias que viven en apartamentos de mil o dos mil millones, llenan pizzerías de mediana calidad, locales de hamburguesas en centros comerciales y se toman fotos en bares baratos mientras comen un desabrido carpaccio, lleno de limón con cola cero calorías. Los papás de estos chicos van cada ocho días a los mismos dos restaurantes, uno es el del club, el otro al que los llevaban también a ellos los padres. No salen, no prueban nada nuevo en la ciudad, no gastan, todo les parece muy caro para ser Medellín. Empero, si salen a Bogotá y visitan un restaurante del norte, famoso, pagan quinientos mil pesos por cualquier micro-porción de caviar. Los mismos comensales paisas, ricos, van a Miami y sacan la tarjeta de crédito con orgullo cuando comen y pagan extravagantes cuentas en Nueva York o Miami. Sienten que pagaron una ganga y que a Medellín, todavía le falta mucho. Es verdad, a la Villa de La Candelaria le falta mucho en materia culinaria. También es cierto que hay cocineros aplicados, serios, que hacen un trabajo juicioso y que invierten en espacios bien conformados, pensando que habrá gente que pueda ir y esté interesada en comer allí. No tienen en cuenta los amigos cocineros es que en la ciudad no come bien el que puede, si no el que sabe.