EL ACTO DE VIVIR
Reír, llorar, cantar, bailar, saltar, abrazar… Esos son verbos, y como tal, acciones. Son actos que nos hacen humanos, realizados en momentos que sentencian que lo somos. Esas palabras que terminan en r se ajustan a los quereres, pesares y saberes nuestros, a lo que deseamos y buscamos, a lo que necesitamos con intensidad, a lo que requerimos serenamente. Son letras que configuran virtudes; grafos que convergen en significados meritorios. Al fin y al cabo, ¿qué seríamos si las palabras fueran solo letras sin acción?
La muerte, por su parte, es la obviedad final de la vida, el ajuste que el destino nos hace a todos cuando el reloj ha concluido sus vueltas obligatorias. La muerte es también la esencia innegable de que somos humanos, sumidos en un hálito de finitud que nos atormenta durante gran parte de nuestra existencia, pero que marca, de igual modo, un impulso creador como pocas cosas lo permiten. Somos humanos porque morimos, pero lo somos más por el rastro que dejamos antes de irnos.
Durante las últimas semanas la muerte ha enlutado a Colombia. En Mocoa más de 300 compatriotas fueron arrastrados por la naturaleza al culmen de sus días. Las lágrimas no se hicieron esperar: esos decesos lejanos calaron profundo en el sentimiento de millones, que han mostrado su solidaridad de todas las maneras, incluso de las más sencillas y humildes. Esa ciudad del sur del país nos recordó sucesos ya vividos en tiempo de calendarios anteriores, nos recordó lamentos y enseñanzas que ya fueron realizados y aprendidos.
Sin embargo, ese terreno para muchos escondido, nos avisó nuevamente que no solo hay muerte en una nación que parecería cosida a las lágrimas. Mocoa nos ha revelado que te- nemos corazón y que la vida es un bien inalienable no por las declaraciones jurídicas, sino porque es un objetivo por el que luchamos con ahínco, con la naturalidad más enconada. Los acontecimientos de estas semanas nos han hablado, nos han dicho que la vida también nos necesita a nosotros, que reír, llorar, cantar, bailar, saltar o abrazar pueden ser un respiro fresco en climas de humores pesados, que no solo morir nos hace humanos, que vivir también lo confirma
Mocoa nos ha revelado que tenemos corazón y que la vida es un bien inalienable.
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