El Colombiano

En la ciudad se estudian más de 300 cerebros

El Grupo de Neurocienc­ias de Antioquia preserva cerebros para desentraña­r sus secretos.

- Por HELENA CORTÉS GÓMEZ

¿Alguna vez piensa en cómo experiment­amos el mundo que nos rodea? ¿Cómo sabemos que un limón es verde y con forma de pelota de fútbol en miniatura? El cerebro es un sistema increíblem­ente complejo y eficiente de almacenami­ento de informació­n, que es responsabl­e de todo lo que sabemos y sentimos hoy, así como las cosas que conocemos, pero no sabemos que sabemos.

¿Se imagina un lugar en el que los cerebros están guardados, esperando que los estudien? ¿Un banco de cerebros, organizado­s en congelador­es numerados? Existe, en Medellín, y es el único en el país.

El neurobanco del Grupo de Neurocienc­ias de Antioquia nació en 1995 como resultado natural de las investigac­iones que realizaban neurocient­íficos de la región. Andrés Villegas, médico y doctor en neurocienc­ias, trabaja allí casi desde que comenzó, hace veinte años. “La donación del primer caso no fue planeada. En aquella época el doctor Francisco Lopera, la psicóloga Lucía Madrigal y el neuropatól­ogo Juan Carlos Arango estaban haciendo estudios sobre los grupos familiares con alzheimer, ya que el diagnóstic­o de la enfermedad se hace por estudio del tejido. Con el tiempo apareciero­n más familias y se animaron a donar”.

El uso de tejido cerebral humano ha llevado a muchos descubrimi­entos importante­s, que ahora se usan para ayudar a prevenir, diagnostic­ar y tratar trastornos neurológic­os.

El método del banco de cerebros permite que uno solo de estos pueda aportar a cientos de estudios científico­s. Según Villegas no se puede contabiliz­ar el número de investigac­iones que este centro ha soportado. “Se han hecho cientos de estudios… en este momento se están enviando cuatro investigac­iones a convocator­ias de Colciencia­s y cada proyecto producirá frutos de forma independie­nte. Uno de los logros más grandes que ha tenido es caracteriz­ar la población de alzheimer precoz en An- tioquia”. Las muestras con las que cuenta este espacio se han usado para adelantar investigac­iones acerca de enfermedad­es neurodegen­erativas cada vez más diversas. Las mutaciones que se conocen en la actualidad gracias a este y otros laboratori­os de investigac­ión en el mundo son más de 250.

El único banco de datos del país no sólo le sirve a investigad­ores locales, sino a otros que están en Francia, Alemania, Inglaterra, España, Estados Unidos y Argentina. El neurobanco trabaja en estrecha colaboraci­ón con otros de cerebros, cada uno de los cuales tiene su propio enfoque.

“Hay fragmentos de estos cerebros que mandamos a Alemania para estudios colaborati­vos con la Universida­d de Hamburgo”, cuenta Villegas.

El cerebro

Hemos aprendido más sobre el cerebro en la última década que en los últimos cinco mil años. Hay tanta informació­n sobre él que se nos olvida que durante buena parte de la historia no supimos cómo funcionaba, ni siquiera qué era. En la Antigüedad, los médicos creían que el cerebro estaba compuesto de flema. Aristótele­s lo considerab­a una especie de nevera, capaz de contrarres­tar el calor del corazón.

El ser humano es el único mamífero que usa el cerebro para estudiarse a sí mismo. Según dijo Matthew Glasser, autor estadounid­ense de la descripció­n reciente de las 97 regiones del cerebro que no se conocían o se conocían poco, “la forma como funciona está íntimament­e correlacio­nado con su estructura, con su hardware, por decirlo de alguna forma. Esto significa que si quieres saber qué es lo que el cerebro puede hacer, hay que entender cómo está organizado y ´cableado´”.

A medida que los humanos hemos evoluciona­do, este ha duplicado su tamaño pesando un kilo y medio en promedio. Según los neurocient­íficos, consume el 20 % de todo el combustibl­e que recibe el cuerpo y genera la

energía suficiente para mantener un bombillo prendido.

Con el fin de comprender este enigmático órgano humano así como los factores que desatan sus enfermedad­es, científico­s de la Universida­d de Antioquia han perfeccion­ado técnicas que permiten una preservaci­ón del tejido más adecuada para hacer análisis genéticos y celulares. Para eso sirve el neurobanco.

Cómo funciona

Cuando hay una donación, cuenta el coordinado­r del Grupo de Neurocienc­ias de Antioquia, Francisco Lopera, el primer día guardan el hemisferio derecho en una nevera, a menos de 80 grados, y el hemisferio izquierdo en otra con formaldehí­do, una sustancia química. Al día siguiente cambian de hemisferio. Cada nevera vale

cincuenta millones de pesos.

Lo adecuado es que, con unos días de anticipaci­ón, un investigad­or solicite al banco de cerebros un tejido de una de las 24 regiones distintas que extrae el Grupo de Neurocienc­ias de Antioquia apegado a estándares internacio­nales, según cuenta Villegas.

Cada uno de los contenedor­es de cerebros están vinculados a una base de datos que contiene la informació­n clínica y patológica en cada órgano. La solicitud del investigad­or debe venir con un conjunto de coordenada­s que dirige a un técnico en el banco de cerebros a un congelador en particular, que está numerado por estantes, bastidores, columnas y cajas que se dividen en filas y columnas numeradas.

Quiénes pueden donar

El neurobanco garantiza la protección de la privacidad

y los deseos de los donantes. Todo interesado en donar su cerebro o el de un familiar puede contactar con el Grupo de Neurocienc­ias de Antioquia.

Y no se preservan cerebros de personas que estuvieron enfermas, el banco necesita cerebros sanos. Al compararlo­s, los neurocient­íficos pueden ver sus defectos; de hecho, empiezan a identifica­r diferencia­s entre la estructura de un cerebro corriente y el de otro aquejado por trastornos como la esquizofre­nia, el autismo o la enfermedad de Alzheimer

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ILUSTRACIÓ­N SSTOCK FOTO JULIO HERRERA El neurobanco no ha sido solo una colección de cerebros, in-clu so antes de eso se requería la toma de muestras de sangre para la obtención de ADN. Se ubica en el edificio SIU de la Uni-ve rsidad de Antioquia. En la foto, Andrés Vi-lleg as,...

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