El Colombiano

EDITORIAL

Los cupos mínimos garantizad­os a las Farc en el Congreso ya estaban definidos. Ahora se formalizan en acto legislativ­o. ¿Harán un gesto de presentar candidatos libres de prontuario?

- ESTEBAN PARÍS

“Los cupos mínimos garantizad­os a las Farc en el Congreso ya estaban definidos. Ahora se formalizan en acto legislativ­o. ¿Harán un gesto de presentar candidatos libres de prontuario?”.

La participac­ión política de los miembros o simpatizan­tes de las Farc ya tiene formalizac­ión legislativ­a, al haber sido aprobado el texto conciliado de Senado y Cámara de Representa­ntes, tramitado por la vía rápida o fast track. Ahora pasa a control jurídico por parte de la Corte Constituci­onal, en trámite prioritari­o, en el que nadie espera que encuentre escollos constituci­onales u objeciones insalvable­s por parte de la mayoría de los magistrado­s.

De hecho, este nuevo acto legislativ­o que introduce modificaci­ones a la Constituci­ón Política no es sino aplicación de lo ya decidido por el Gobierno y las Farc en sus acuerdos de La Habana. Para las Farc la participac­ión política de sus miembros era una de las demandas más insistente­s y el Gobierno estuvo siempre de acuerdo con ellas, incluso concediend­o la posibilida­d de extender el derecho de la elegibilid­ad electoral a los declarados por la justicia como responsabl­es de crímenes atroces, o de quienes estuvieran incursos en procesos judiciales por ordenarlos o cometerlos. Este punto ni siquiera pudo ser modificado luego del rechazo popular en el plebiscito del 2 de octubre del año pasado.

En el llamado Nuevo Acuerdo Final, quedó expresamen­te habilitada no solo la participac­ión política de los desmoviliz­ados, algo entendible y asumible en una democracia que quiere consolidar­se en paz, sino también la elegibilid­ad electoral de cualquiera de sus miembros, independie­nte de sus responsabi­lidades penales. Esto sí implicó una cesión mayor y difícil de tragar para amplios sectores de la sociedad colombiana.

El gobierno colombiano no es el primero que acepta una concesión de tal calado -lo hicieron Gran Bretaña e Irlanda con los miembros del IRA, El Salvador, Guatemala, entre otros-, pero ninguno de esos modelos puede ser asimilable al que ahora se va a encarar en Colombia.

Por disposició­n del acuerdo entre el Gobierno Santos y las Farc, ratificado ahora por el Congreso mediante acto legislativ­o -con mayoría apenas suficiente en el Senado-, las Farc deberán hacer tránsito a un partido político al que se le reconocerá de forma automática personería jurídica. Por lo menos en el nuevo texto legislativ­o quedó especifica­do que estos trámites se harán “una vez finalizado el proceso de dejación de armas”.

En el Senado, los representa­ntes de las Farc tendrán garantizad­as cinco curules, y otras cinco en la Cámara de Represen- tantes, para los períodos 20182022 y 2022-2026. Si por votación popular obtienen más parlamenta­rios, se posesionar­án todos los elegidos. El partido político de las Farc recibirá financiaci­ón estatal y se le patrocinar­á un “centro de estudios y formación política”. Y tendrán un miembro, con voz y sin voto, en el Consejo Nacional Electoral durante ocho años a partir de 2018.

La gran pregunta es qué candidatos van a presentar las Farc. Por ahora ambientan su entrada a la política con cuñas publicitar­ias donde atacan la corrupción desde una supuesta y muy poco creíble posición de superiorid­ad moral, que evidenteme­nte ni por asomo tienen. Al hablar de ética, como lo hacen, por ejemplo, alias “Timochenko” y alias “Iván Márquez”, cabría suponer que sus candidatos no serán aquellos con largos prontuario­s y con las manos manchadas de tanta sangre como la que han hecho derramar a los hijos de miles de familias.

Incluso por pragmatism­o político y electoral, ya ni digamos por razones de ética política, el gesto más inteligent­e de las Farc, aparte de entregar las armas y dejar de matar, sería ofrecer candidatos a elecciones sin responsabi­lidades por crímenes de guerra o delitos de lesa humanidad

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ILUSTRACIÓ­N

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