El Colombiano

¿QUÉ CLASE DE MADRE?

- Por MANUELA ZÁRATE @manuelazar­ate

Como mamá una de las cosas que me más me cuesta superar es el intento de no definirme a través de la mirada de quienes juzgan mi estilo de maternidad. Es algo así, llegas a un lugar y tu hijo hace algo que sale de la norma, o peor, algo que se espera de un adulto. Eres la madre del niño que llora en un avión, que derrama la bebida en un restaurant­e. Hace algo, llama la atención y de pronto eres blanco de las miradas de los demás. Y esas mirada tiene una incógnita que nos llega como una punzada: ¿qué clase de madre eres?

En estos momentos tratas de corregir, de eliminar. Intentas que tu hijo “se porte bien”. No está mal, la verdad, hay cosas que hay que aprender, el problema es que a veces ni sabemos qué queremos enseñar, solo queremos pasar desapercib­idos. Le exigimos a nuestros hijos algo, nos le exigimos a nosotras mismas, pero ni siquiera sabemos qué es.

A lo largo de cada etapa te enfrentas a una clase de madre distinta. Te la bombardean por todos lados. La que no malcría versus la exigente, la que aplica la lógica versus la represora y controlado­ra, la que dice que no versus la que tiene una explicació­n al estilo Cantinflas para disfrazar sus negaciones. Cada quien con su estilo, su creencia, su visión a cuestas, muchas veces tratando de imponértel­a, como si hubieran fórmulas seguras y probadas para ser madre.

A lo largo de los ocho años que he sido mamá he hecho amistades de las más importante­s de mi vida entre colegas de esta tarea. Las llamo colegas, porque aunque sea un tabú y seguro habrá un foro en el que me odiarán por decirlo, ser madre es un trabajo, arduo, gratifican­te pero no siempre placentero. Incluso en las mejores condicione­s probableme­nte sea lo más difícil que hagamos en la vida. Nos va exigir mucho en todo aspecto, va a empu- jar hasta el límite todos los rasgos de nuestro carácter. Sacará lo mejor de nosotros, veremos nuestras virtudes expandirse y desarrolla­rse, pero también nuestros defectos se exacerbará­n, tanto en lo que vemos en nuestros hijos como en la forma como actuamos frente a ellos. Por eso quizás lo mejor que podamos hacer sea tomar la maternidad como un viaje al interior de nosotras mismas.

A medida que pasa el tiempo te das cuenta que tu estilo de maternidad se nutre no de las teorías que te aprendas, de los sicólogos que idolatres, sino de cómo aprendes tú misma a vivir tu vida. Lo que ves, lo que comes, lo que escuchas, lo que sueñas, lo que dices, la forma cómo luchas por aquello que quieres, la calidad de tus amistades, si son sinceras y sentidas, la forma como amas a tu pareja, incluso cuando dejas de amarla, lo que tocas, lo que lees, lo que descubres, tu capacidad para hacer actos de bondad, todo lo que eres, desde tus pensamient­os hasta tu forma de actuar, esa eres como mamá. No la que imitas ni la máscara que te pones ni la persona que tratas de hacer porque sí te lo recomendar­on. Tus hijos saben perfectame­nte distinguir entre quién eres en el fondo y la máscara que te pones. (texto

completo en elcolombia­no.com.co) ■

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