¿Y SI PENCE ES EL NUEVO PRESIDENTE DE EE.UU.?
En mi columna del 19 de diciembre sugerí algunas cosas que podrían darse en el corto y mediano plazo en varios temas, entre ellos que el presidente Trump no terminase su período. En ese momento parecía una especulación imposible de darse, pero a medida que pasan las semanas la probabilidad de que ello pueda suceder sigue creciendo, aunque no es algo seguro.
Varios acontecimientos recientes como el resultado del Brexit, la victoria del NO en el plebiscito en Colombia, el acontecimiento democrático más importante de la historia política colombiana, y la misma victoria de Trump en EE. UU., nos han recordado que la baja probabilidad de ocurrencia no es lo mismo que la imposibilidad. Por tal motivo no resulta inútil considerar un es- cenario en el que el actual vicepresidente de EE. UU. deba asumir el papel de su actual jefe.
Las nubes oscuras sobre varios aspectos del todavía corto gobierno Trump no logran desvanecerse y por el contrario cada semana aparece un asunto adicional que ensombrece los tortuosos primeros meses del empresario presidente y hacen posible que veamos un juicio político en la Cámara de Representantes.
A diferencia de Putin, para quien sería una gran pérdida, ver salir de la Casa Blanca al presidente Trump no es exclusivamente el sueño del partido demócrata ni del New York
Times y el Washington Post, que no disimulan su aversión al hombre de laboriosa cabellera. Dentro del partido republicano algunos en un perceptible silencio desean salir del millonario advenedizo que según ellos está llevándolos a una derrota en las elecciones de Congreso del 2018 y poniendo en peligro la viabilidad del partido al atacar a quienes podrán ser los grupos mayoritarios de la futura composición demográfica de EE. UU.
Aunque algunos consideran a Pence más peligroso que Trump, porque oculta detrás de su amable sonrisa sus “retrógradas concepciones religiosas, otros preferirían verlo como presidente. Quienes lo aprecian piensan que es “un “hombre bueno y creyente”, y para los que lo quieren menos es un “Rush Limbaugh descafeinado”. Pero muchos de sus colegas lo consideran un político más convencional y predecible, formado en la lógica tradicional y transaccional de Washington donde todo puede negociarse y donde todos se abrazan afectuosamente pero nadie le da la espalda a nadie por temor a ser apuñalado.
¿En caso de ser Pence el nuevo presidente realmente habría un cambio significativo? Es muy difícil saberlo. Si Pence resulta ser un hombre leal a su actual jefe, una condición que en política es muy exótica, tal vez el libreto que se tenía, en caso de haber existido, no cambie profundamente aunque el escenario y el tono de la obra sea menos agresivo y confrontacional. Pero si es Pence quien quiere ayudar a borrar el rastro de su jefe, lo podría hacer dejando su propia marca en la historia como una figura de transición efectiva entre el caos y la normalidad para aspirar a ser reelegido en 2020