HACER PISTOLA
Suena bastante duro: “plan pistola”. Esa es la nueva tendencia: matar policías a quemarropa, de sopetón, remembrando aquella época en la que Pablo
Escobar monetizaba la cabeza de los policías. En otras palabras, estamos hablando de terrorismo puro y duro.
Semana.com publicó hace poco un video que muestra dramáticamente lo que pasa. Puerto Wilches, Santander, un hombre a menos de dos metros de una pareja de policías, empuña un revólver y les dispara por la espalda, dejándolos malheridos. Fue un ataque del llamado Clan del Golfo, que tristemente opera en todo el país y trata como león peleador sin ley de mostrar dientes a punta de bandolerismo en las regiones. Tristemente, lo están logrando con los asesinatos de policías.
¿Por qué lo hacen? La pregunta tiene dos respuestas. Para entender la primera res- puesta pónganse el sombrero de la inocencia: según el Gobierno, todo es consecuencia de los golpes que la fuerza pública les ha dado. Mucho candor, creería. Ahora, para la segunda, póngase el sombrero crítico, como de persona sesuda: sin importar si nace una nueva guerra, los pillos solo quieren dominar en esos 281 municipios donde las Farc hacían de las suyas, para apoderarse de negocios ilegales bastante lucrativos como la siembra y procesamiento de coca, la minería ilegal, la economía de extorsión y el contrabando, entre otros.
Conmociona, entonces, la poca preocupación por parte de quienes deben tomar la sartén por el mango. Pareciera un asunto secundario, que no reviste la gravedad del caso y que no pasará de ser un acto desesperado. Mejor dicho, rezaguillos del conflicto, que cuando se superen dejarán ver el Colom-
bia Paradise que nos espera.
De hecho, queda uno como desconcertado cuando el director de la Policía Nacional, general Jorge Hernando
Nieto Rojas, insinúa que el problema radica en que sus hombres no se cuidan, porque se les ha advertido que en algunos momentos no deberían salir a patrullar las calles.
Como quien dice: están dando papaya. Entonces, ¿los policías en la casas y cuarteles y los pillos en las calles? Como raro, ¿no? Eso, sin más ni me- nos, pone a nuestra fuerza pública en una dinámica vergonzosa, en la cual la autoridad quedará subordinada al envalentone de los criminales.
En este momento, que es innegable hablar de lo que se viene para el país, una situación de estas puede echar al traste el llamado posconflicto y alborotar de nuevo ese gen de la ilegalidad y la violencia, que tanto daño le ha hecho a la tierra del Sagrado Corazón.
Necesitamos contundencia frente a los brotes violentos a ver si se demuestra con algo de autoridad, que esta orilla es la única opción ante los delincuentes. Esa, quizá sea la mejor forma para que el Estado levante su dedo anular y les haga pistola a los pillos que buscan el poder para hacer lo que les dé la gana
Conmociona, entonces, la poca preocupación por parte de quienes deben tomar la sartén por el mango.