El Colombiano

(…) “NEGRO NI”…

- Por ADRIANA COOPER adrihcoope­r@gmail.com

Racismos subsistent­es: Eran los 80: la década de la infancia, las tardes de juego en la calle con los vecinos que se interrumpí­an cuando la mamá llamaba al orden porque “maña- na hay que madrugar” o “ya está servida la comida”.

En una de esas tardes llegó el abuelito de uno de los niños del barrio: un señor de piel blanquísim­a y ojos claros; muy “buen mozo” como lo definían algunas señoras y el mismo que una tarde decidió regalarnos unas galletas. Y ahí, en medio de su acto de generosida­d apareció un mecánico que vino a reparar un carro.

El recién llegado extendió su mano a aquel abuelo que la dejó extendida sin correspond­er y solo dijo: “negro ni mi caballo”. Esa fue nuestra puerta al mundo del racismo. Ahí supimos varios que tener la piel oscura en ciertos lugares de Medellín era nacer debiendo. Y aunque esos prejuicios se han suavizado, todavía hay gente que separa los platos a la empleada que vino del Chocó para que no coma en los mismos de los “señores”.

Aún se oyen historias en las que a la “niña” le rechazaron el novio porque es “morenito” o la gente se sorprende porque vieron a una persona de piel más oscura montando en un carro nuevo o yendo a la universida­d; como si tener la piel de un color diferente a la mayoría fuera una sentencia de pobreza. De acuerdo con la Secretaría de Planeación local, en la ciudad hay alrededor de 218.068 personas afrocolomb­ianas. Muchas de ellas fueron educadas con la mentalidad de la esclavitud: para seguir órdenes y no pensar; soportar maltratos y no buscar soluciones o trabajar solo para los sueños del más poderoso.

“Micromachi­smos”: Quienes creemos en la fuerza de las mujeres o crecimos en casas donde la supremacía de género no fue apología, observamos esos comportami­entos sutiles y cotidianos donde se confirma un prejuicio o se refuerzan ideas que apuntan a que el valor de alguien radica en un lugar definido de su anatomía. Esta semana una mujer iba manejando por una calle angosta y se detuvo ante el temor de estrellars­e. De forma sorprenden­te, los hombres (desconocid­os entre ellos antes de esto) de la vía se hicieron amigos para burlarse de ella y le gritaron: “no pasa”, “no puede”. Ella como pudo logró abrirse camino y los dejó sin habla cuando les mostró un cartel impreso que decía: “machistas”. En otro lugar, exactament­e en un pasillo, había dos mujeres diciéndole a una niña: “no seas tan extroverti­da con todos los hombres porque te puedes quedar sola”. Este mensaje me llevó a varias décadas atrás cuando el único destino de una niña era tener marido o ser silenciosa equivalía a decencia.

Individual­ismo: Ya empezó en Venecia, Italia, la bienal de arte más grande y antigua el mundo; fundada en 1895. En medio de las críticas o expectativ­as quebradas que ya ha generado entre algunos esta versión que va hasta el 26 de noviembre, llama la atención un mensaje: varios de los artistas exhiben obras que invitan a dejar el que consideran un mal creciente: el individual­ismo. Juntarnos, interesars­e por otros, protestar contra quienes creen que los seres solo somos blancos o negros es el llamado

Un mensaje en la bienal de Venecia, Italia, se observa con obras que invitan a dejar el que consideran un mal creciente: el individual­ismo.

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