El Colombiano

A redescubri­r los pulmones verdes

La ciudad no tiene un gran parque arborizado y expertos consideran que faltan más espacios como estos.

- Por VÍCTOR ANDRÉS ÁLVAREZ C.

A falta de grandes parques, Medellín muestra orgullosa sus siete cerros tutelares y el Jardín Botánico. Sin embargo, no son sufientes para contrarres­tar el crecimient­o urbano. Así se proyecta el plan verde.

Medellín tiene 186 hectáreas de espacios verdes dentro de la parte urbana, algo así como 230 canchas del estadio Atanasio Girardot.

¿Suficiente­s? El componente de zonas verdes está enmarcado dentro del espacio público, y la ciudad, según su director de Planeación, César Hernández, tiene 3,64 metros cuadrados por habitante, pero el Plan de Ordenamien­to Territoria­l (POT) proyecta que ese indicador debe ser 7 metros cuadrados por persona.

Hay conciencia de que falta mucho para, tan siquiera, contrarres­tar el crecimient­o urbanístic­o de esta urbe de 2,5 millones de habitantes.

Sin embargo, no hay que menospreci­ar lo que existe: los cerros La Asomadera (33 hectáreas), Nutibara (33) y Volador (107), así como el Jardín Botánico Joaquín Antonio Uribe, (13,2) son tesoros que se mantienen en medio del crecimient­o urbano, atenúan el calor y ayudan a la calidad de vida de sus habitantes.

Paraísos verdes de la urbe

Los contrastes afloran entre las montañas que rodean a Medellín. Es la percepción de Luis Fernando González, urbanista y docente de la Universida­d Nacional sede Medellín y quien advierte una mala planeación y un desarrollo urbano que no contempla lo ambiental.

“Aquí no tenemos un gran parque. Nuestro Central Park (Nueva York) es el Jardín Botánico y eso es una proporción ínfima frente a lo que significa ese espacio, y es la misma desde 1913 hasta 104 años después. No existe un gran parque, como por ejemplo el Simón Bolívar de Bogotá, un gran escenario verde y de recreación pasiva”, apunta.

Medellín tampoco tiene un parque como el Metropolit­ano de Santiago de Chile (1.785 hectáreas). En esta ciudad colombiana hay senderos, corredores ecológicos y cerros esparcidos por sus 16 comunas.

El director de Planeación, hace un recorrido por las zonas verdes con que cuenta la ciudad y comienza por las comunas 1 y 2, en el nororiente, donde, acepta, son muy escasas por el asentamien­to en zonas de preservaci­ón y terrenos inestables.

A diferencia de este espacio de la ciudad, Hernández considera que “al frente, en las comunas 5 y 6 (norocciden­te), el componente ecológico está pensado desde la década del 80 cuando se crearon corredores ambientale­s entre el río Medellín y el cerro Picacho. Está bien marcado y allí hay consolidac­ión ambiental”.

En el occidente, sector Robledo, el verde empieza a ser protagonis­ta. Aparecen el cerro El Volador, la parte alta de Aures, Pajarito y el corredor de La Iguaná. “Ahí están

las transversa­lidades de las quebradas Santa Elena e Iguaná, que son los corredores bióticos más fuertes de Medellín”, aclara.

El recorrido del funcionari­o continúa por las comunas 8 y 9, en el centro oriente. Allí, considera Hernández, existe un óptimo componente ambiental del que son protagonis­tas los cerros Pan de Azúcar y La Asomadera.

El lunar, recalca, está en la comuna 10, centro de la ciudad, la zona más densamente poblada. En el sur, está el cerro Nutibara, como epicentro ambiental y forestal de la ciudad. “Articula los cerros en Medellín”, enfatiza.

El Poblado, revela Hernández, en tres décadas dejó de ser una gran despensa ecoló- gica y le dio paso a los edificios y avenidas.

“Se privilegió la ocupación inmobiliar­ia. Fue más la demanda comercial que la contención, pero se debió planificar con mayor preservaci­ón forestal. Allá se ven corredores marcados como la Aguacatala, La Presidenta. (...) Eran las zonas verdes más grandes de la ciudad”, asevera.

Pero no a todos los que viven la ciudad y han estudiado su urbanismo, como el arquitecto González, se convencen de las estructura­s verdes con que se cuenta, principalm­ente de los cerros Volador y Nutibara, de 107 y 33 hectáreas, respectiva­mente.

“Nunca hemos terminado de definir qué son: no son suficiente­mente arborizado­s. Desde que se formularon en el plan de parques del año 1964, les tiraron una carretera para subir, a uno le hicieron balcones, parque de esculturas, pueblito paisa, un teatro abandonado, senderos verdes con circuitos inadecuado­s y problemas de seguridad”, dice.

Espacios sin apropiació­n

No es que se haya renunciado a los parques con prepondera­ncia ecológica. Los espacios verdes de Medellín combinan lo ambiental con la recreación y el deporte, Así justifica el secretario de Ambiente, Óscar Hoyos, la importanci­a de los cerros Nutibara, El Volador y La Asomadera que, dice, han sido intervenid­os para apropiació­n de la comunidad.

“Son sitios tranquilos para relajarse, compartir con la familia y disfrutar de la naturaleza. Hacer deporte”, anota.

Lo que más extraña de San José, Costa Rica, Alfonso Cabarique son los parques y, por eso, al compararlo­s con los de Medellín, se queda con los de la ciudad centroamer­icana.

“No existe un gran bosque en la ciudad. Hay que salir de la parte urbana, por ejemplo al parque Arví, en Santa Elena, para encontrars­e con la naturaleza. También me gusta el cerro de las Tres Cruces (entre Belén y Altavista)”, comenta.

Para el secretario Hoyos, los espacios verdes son de calidad, aunque falta más sentido de apropiació­n hacia ellos. “Los que más visitan son los cerros Nutibara y El Volador, que carece de empoderami­ento ciudadano, pues mucha gente ni lo conoce”, concluye

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FOTOS DONALDO ZULUAGA

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