El Colombiano

Última voz legendaria de la Sonora está en Medellín

Hoy es la Noche Matancera, para recordar a figuras como Celia Cruz. Hablamos con Jorge Maldonado de Cuba y sus sones.

- Por JOHN SALDARRIAG­A

Cuando era niño, Jorge Maldonado le decía a su papá: “Un día, yo voy a cantar con la Sonora Matancera”. El viejo Jesús le ponía una mano en la cabeza y le contestaba: “Bueno, está bien”, expresión que ahora interpreta como “sigue soñando”.

Por eso, cuando lo invitaron a hacer parte de la legendaria agrupación cubana “el corazón se me bajó a los pies, se me subió a la cabeza y después volvió al pecho. Fue inmensa la emoción que sentí”.

El cantante nacido en Río Piedras, Puerto Rico, en 1950, es el único de los grandes vocalistas de la Sonora Matancera que sigue vivo. Entre nosotros suenan con fuerza las canciones Mala mujer, Fiesta, Qué tonta eres y Son de Matanzas, que interpretó con la decana de las agrupacion­es. Esta noche se presenta con la Orquesta Lira Matancera, nonagenari­o conjunto, hermano de la Sonora y dueño del sonido propio de esa región de Cuba. El evento será hoy en el Teatro Universida­d de Medellín, a las 8:00 p.m..

¿Cómo fue su infancia?

“Escuchábam­os por radio la música de Jorge Negrete, Pedro Infante y, en general, los mexicanos. A los seis años, mi familia y yo nos trasladamo­s a Nueva York. Estaba en su furor el rock ‘n’ roll. Elvis Prestley y toda esa gente se veían en televisión, en los teatros. Después, en 1964 o 65 llegaron Los Beatles. Fueron una gran influencia. Me gustaba y me gusta esa música, pero los latinos decíamos: ‘¿y nuestra música dónde está?’. Estaban Celia Cruz, Celio González y los demás de la Sonora Matancera; Tito Rodríguez; Machito. No sabía dónde tocaban y comencé a buscarlos”.

¿Cómo entró a la música?

“Me crié en Brooklyn. Comencé a cantar con George Guzmán en agosto de 1968. O sea que llevo 49 años cantando. Después estuve con Lalo y La Neoyorkina en la que remplacé a Héctor Casanova, luego formé un grupo con amigos del barrio en el que conocí a Tito Nieves. Canté con la orquesta de Henry Olivieri. Con Johnny Bronco grabé mi primer álbum. Me enteré de que en Medellín suenan todavía temas de ese trabajo, como Teco ladrón, Flores secas y Pobre viejita”.

¿Cómo llegó a la Sonora?

“Conocí al trompetist­a boricua Nelson Feliciano, que conformó un grupo. Me dijo: ‘Quiero que cantes conmigo’. Le respondí: “Está bien”. En el verano del 74, lo llamaron de la Sonora y quedé a cargo del grupo. Al año siguiente, lo mismo. Cuando regresó, Nelson me dijo que en la Sonora faltaba un cantante. Se había retirado Welfo Gutiérrez, que alternaba con Yayo El In-

dio. Dije que claro que me interesaba estar con esa orquesta y cada día compraba seis elepés de la Sonora para estar listo cuando me llamara Rogelio Martínez, el director. Fui a hablar con él. Me dijo que ensayara, para empezar, cuatro boleros, cuatro guaguancós y algo de son montuno. ‘Póngase este uniforme, corbata, camisa blanca’. Comencé el 14 de enero de 1976 en el New York Casino”.

¿Qué aprendió en el grupo?

“Disciplina. Yo tenía 25 años y siempre me habían gustado las cosas bien hechas. Pero con la Sonora... era otro nivel. Tremenda experienci­a. Fue una escuela increíble”.

¿Cuál es su relación afectiva con Colombia?

“Colombia fue el primer país que me reconoció y consagró con la Sonora Matancera y eso es algo que guardo en el corazón. Por eso, por medio de EL COLOMBIANO, digo: ¡Gracias Colombia! ¡Gracias Medellín!”

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Maldonado integró la Sonora Matancera. Hoy canta con la Sonora Lira Matancera (imagen). FOTO CORTESÍA

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