¿ESTAMOS PLANTANDO LOS FRUTOS QUE ESPERAMOS?
Está visto que las empresas con más éxito son aquellas que no sólo tienen una visión clara sobre los objetivos que persiguen, sino que dedican tiempo a planear lo que harán para obtenerlos. Infortunadamente, a pesar de que la formación de una familia es la empresa más trascendental en que nos embarcamos en la vida, rara vez evaluamos los resultados de lo que estamos haciendo.
Basta revisar algunas de nuestras actitudes para percatarnos que el camino que tomamos no nos llevará a obtener los resultados anhelados. En efecto, la mayoría de los padres soñamos con tener una familia en la que reine la unión y la camaradería en el hogar, pero seguimos llenando la casa de aparatos electrónicos para que cada cual se entretenga por su cuenta; aspiramos a que los hijos nos respeten pero abdicamos a nuestra autoridad en aras de lograr su amistad; procuramos tener buena comunicación con los hijos pero pasamos mucho tiempo en la computadora comunicados con otros, mientras que conectamos a los niños al Ipad para que nos dejen en paz; nos interesa que ellos crezcan seguros y estables pero poco hacemos para remediar la incertidumbre en que viven por el deterioro de nuestra descuidada relación marital; deseamos que nos admiren pero actuamos intimidados por el miedo a contrariarlos; queremos que no sean agresivos pero los entretenemos con videojuegos que los animan a matar y a destruir; aspiramos a que sean responsables pero nos encargamos de solucionarles todos sus errores; esperamos que aprecien los privilegios que tienen pero nos ocupamos de darles lo que no se merecen; insistimos en que su vida se rija por principios éticos y no por apetitos pero, al no ponerles límites, impedimos que desarrollen la fuerza de voluntad para ponerlos en práctica. Y así sucesivamente.
Es urgente que reflexionemos si lo que queremos ver florecer en los hijos es realmente lo que les estamos cultivando. Su formación no depende de lo que les digamos, sino de lo que establecemos en su conciencia e inculcamos en su corazón, lo cual se siembra con firmeza y se consolida con ejemplo. Tenemos que asegurarnos que con nuestras actitudes, estilo de vida y ejemplo, estamos plantando los frutos que esperamos recoger!