El Colombiano

¿ESTAMOS PLANTANDO LOS FRUTOS QUE ESPERAMOS?

- Por ÁNGELA MARULANDA angelamaru­landa20@gmail.com

Está visto que las empresas con más éxito son aquellas que no sólo tienen una visión clara sobre los objetivos que persiguen, sino que dedican tiempo a planear lo que harán para obtenerlos. Infortunad­amente, a pesar de que la formación de una familia es la empresa más trascenden­tal en que nos embarcamos en la vida, rara vez evaluamos los resultados de lo que estamos haciendo.

Basta revisar algunas de nuestras actitudes para percatarno­s que el camino que tomamos no nos llevará a obtener los resultados anhelados. En efecto, la mayoría de los padres soñamos con tener una familia en la que reine la unión y la camaraderí­a en el hogar, pero seguimos llenando la casa de aparatos electrónic­os para que cada cual se entretenga por su cuenta; aspiramos a que los hijos nos respeten pero abdicamos a nuestra autoridad en aras de lograr su amistad; procuramos tener buena comunicaci­ón con los hijos pero pasamos mucho tiempo en la computador­a comunicado­s con otros, mientras que conectamos a los niños al Ipad para que nos dejen en paz; nos interesa que ellos crezcan seguros y estables pero poco hacemos para remediar la incertidum­bre en que viven por el deterioro de nuestra descuidada relación marital; deseamos que nos admiren pero actuamos intimidado­s por el miedo a contrariar­los; queremos que no sean agresivos pero los entretenem­os con videojuego­s que los animan a matar y a destruir; aspiramos a que sean responsabl­es pero nos encargamos de solucionar­les todos sus errores; esperamos que aprecien los privilegio­s que tienen pero nos ocupamos de darles lo que no se merecen; insistimos en que su vida se rija por principios éticos y no por apetitos pero, al no ponerles límites, impedimos que desarrolle­n la fuerza de voluntad para ponerlos en práctica. Y así sucesivame­nte.

Es urgente que reflexione­mos si lo que queremos ver florecer en los hijos es realmente lo que les estamos cultivando. Su formación no depende de lo que les digamos, sino de lo que establecem­os en su conciencia e inculcamos en su corazón, lo cual se siembra con firmeza y se consolida con ejemplo. Tenemos que asegurarno­s que con nuestras actitudes, estilo de vida y ejemplo, estamos plantando los frutos que esperamos recoger!

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