LA VOZ DE LAS VICTIMAS
Dejo atrás el resultado de la consulta anticorrupción del pasado domingo, el cual supone que la sociedad colombiana decidió que las propuestas para controlar la corrupción no eran suficientemente convincentes. Sin embargo, la significativa cifra de apoyo, y la posición del gobierno, acrecientan la esperanza sobre una decisión positiva del Legislativo frente a proyectos de ley que faciliten avanzar en el saneamiento de esa lacra e infamia que nos estigmatiza y limita de manera grave nuestro desarrollo como nación.
Paso, mejor, a referirme a un aspecto esencial dentro del posacuerdo para lograr la reconciliación y la paz justa: los derechos de las víctimas. La verdad es que sus voces no han sido suficientemente escuchadas. Esa fue una de las conclusiones principales en el encuentro que tuvimos con re- presentantes de algunas de las organizaciones de víctimas en el conversatorio propiciado por La Paz Querida y la organización alemana Friedrich Ebert Stiftung en Colombia, Fescol.
Una de sus insatisfacciones se refiere a la Ley de Víctimas (Ley 1448 de 2011), cuyo objeto es establecer un conjunto de medidas en beneficio de las víctimas, dentro de un marco de justicia transicional, para hacer efectivo el goce de sus derechos a la verdad, la justicia y la reparación con garantía de no repetición. La crítica es que ella ha resultado simbólica y sin aplicabilidad plena, como lo fue la Ley 387 de 1997, sobre desplazamiento forzado. Recordaron que no sólo es víctima el desplazado por el trauma, la pauperización y vulnerabilidad que ello produce, lo es también quien se ve sometido a la desaparición forzada, el reclutamiento de menores, el delito de violencia sexual en el marco del conflicto armado y tantos otros, en un trágico mosaico de victimización.
Llamaron especialmente mi atención algunas frases dichas con vehemencia y mucha reflexión, las cuales muestran el escenario dantesco que les correspondió vivir y su convicción sobre la necesidad de no repetición. A continuación, algunas de ellas:
- Pedimos que se nos escuche, pero no solo con los oídos, sino también con el cerebro y con el corazón.
- La razón de tanto sufrimiento está en la oposición histórica a los cambios que nos permitirían ser un mejor país.
- Hemos perdonado lo imperdonable, porque ya enten- demos que el odio y la sed de venganza solo destruye nuestros espíritus.
- Estamos tratando de digerir el dolor y cerrar nuestras heridas, pero ellas aún están infectadas, y así, es imposible que cicatricen.
- Muchos de los que nos hicieron mal no fueron conscientes de la gravedad de sus hechos. El mal estaba en sus mentes y allí es donde se debe actuar. El cambio hay que hacerlo desde la familia.
- En algunas regiones el tema de la coca es una disculpa para apropiarse de los territorios. La erradicación forzada es una estrategia de desplazamiento y usurpación de tierras.
- Es importante construir un relato para comprender las diferentes verdades. Y, para que surja la verdad verdadera, se necesita la colaboración de las víctimas.
- No somos revanchistas, solo pedimos la verdad, que se cumplan los acuerdos y se nos dé representación política. La verdad es un derecho que dignifica.
Para terminar, vale la pena recordar las frases del padre
Francisco de Roux en ocasión diferente: “Yo vi evolución en los victimarios. Cuando empezaron a hablar las víctimas, ellos primero pensaron que habían cometido errores políticos, después, que habían cometido errores militares y, finalmente, reconocieron que habían cometido errores humanos y que al cometer errores humanos ellos mismos habían quedado afectados”. Se trata, en esencia, del respeto de la dignidad humana
*Miembro de La Paz Querida.