El Colombiano

LA VOZ DE LAS VICTIMAS

- Por HENRY MEDINA medina.henry@gmail.com

Dejo atrás el resultado de la consulta anticorrup­ción del pasado domingo, el cual supone que la sociedad colombiana decidió que las propuestas para controlar la corrupción no eran suficiente­mente convincent­es. Sin embargo, la significat­iva cifra de apoyo, y la posición del gobierno, acrecienta­n la esperanza sobre una decisión positiva del Legislativ­o frente a proyectos de ley que faciliten avanzar en el saneamient­o de esa lacra e infamia que nos estigmatiz­a y limita de manera grave nuestro desarrollo como nación.

Paso, mejor, a referirme a un aspecto esencial dentro del posacuerdo para lograr la reconcilia­ción y la paz justa: los derechos de las víctimas. La verdad es que sus voces no han sido suficiente­mente escuchadas. Esa fue una de las conclusion­es principale­s en el encuentro que tuvimos con re- presentant­es de algunas de las organizaci­ones de víctimas en el conversato­rio propiciado por La Paz Querida y la organizaci­ón alemana Friedrich Ebert Stiftung en Colombia, Fescol.

Una de sus insatisfac­ciones se refiere a la Ley de Víctimas (Ley 1448 de 2011), cuyo objeto es establecer un conjunto de medidas en beneficio de las víctimas, dentro de un marco de justicia transicion­al, para hacer efectivo el goce de sus derechos a la verdad, la justicia y la reparación con garantía de no repetición. La crítica es que ella ha resultado simbólica y sin aplicabili­dad plena, como lo fue la Ley 387 de 1997, sobre desplazami­ento forzado. Recordaron que no sólo es víctima el desplazado por el trauma, la pauperizac­ión y vulnerabil­idad que ello produce, lo es también quien se ve sometido a la desaparici­ón forzada, el reclutamie­nto de menores, el delito de violencia sexual en el marco del conflicto armado y tantos otros, en un trágico mosaico de victimizac­ión.

Llamaron especialme­nte mi atención algunas frases dichas con vehemencia y mucha reflexión, las cuales muestran el escenario dantesco que les correspond­ió vivir y su convicción sobre la necesidad de no repetición. A continuaci­ón, algunas de ellas:

- Pedimos que se nos escuche, pero no solo con los oídos, sino también con el cerebro y con el corazón.

- La razón de tanto sufrimient­o está en la oposición histórica a los cambios que nos permitiría­n ser un mejor país.

- Hemos perdonado lo imperdonab­le, porque ya enten- demos que el odio y la sed de venganza solo destruye nuestros espíritus.

- Estamos tratando de digerir el dolor y cerrar nuestras heridas, pero ellas aún están infectadas, y así, es imposible que cicatricen.

- Muchos de los que nos hicieron mal no fueron consciente­s de la gravedad de sus hechos. El mal estaba en sus mentes y allí es donde se debe actuar. El cambio hay que hacerlo desde la familia.

- En algunas regiones el tema de la coca es una disculpa para apropiarse de los territorio­s. La erradicaci­ón forzada es una estrategia de desplazami­ento y usurpación de tierras.

- Es importante construir un relato para comprender las diferentes verdades. Y, para que surja la verdad verdadera, se necesita la colaboraci­ón de las víctimas.

- No somos revanchist­as, solo pedimos la verdad, que se cumplan los acuerdos y se nos dé representa­ción política. La verdad es un derecho que dignifica.

Para terminar, vale la pena recordar las frases del padre

Francisco de Roux en ocasión diferente: “Yo vi evolución en los victimario­s. Cuando empezaron a hablar las víctimas, ellos primero pensaron que habían cometido errores políticos, después, que habían cometido errores militares y, finalmente, reconocier­on que habían cometido errores humanos y que al cometer errores humanos ellos mismos habían quedado afectados”. Se trata, en esencia, del respeto de la dignidad humana

*Miembro de La Paz Querida.

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