¡Y FUERON MUY FELICES!
Unas 120.000 personas salieron a las calles de la pequeña pero próspera localidad de Berkshire para presenciar el paso de los nuevos duques de Sussex.
“¿Nos besamos?”, le preguntó Meghan a Harry, quien le respondió con un muy inglés: “¡Yeah!”. Su amor se ve real, verdadero. Pocos minutos después de la una de la tarde, la ovación de la multitud que los esperaba a la salida de la capilla gótica de St. George les robó una sonrisa a los recién casados, quienes descendieron lentamente por la escalinata. El galante príncipe cuidaba que su consorte no se enredara con el velo de cinco metros. Afuera, bajo un cielo pleno de azul y escaso de nubes, estaba dispuesto el Ascot Landau, fabricado en 1883, para su paseo nupcial. En el carruaje, tirado por Mildford Haven, Plymouth, Storm y Tyrone, cuatro caballos pura sangre de los establos reales, la pareja saludó durante 25 minutos a los 30.000 habitantes de Berkshire, cuya población se triplicó con la llegada de súbditos de diferentes lugares del Reino Unido y de los turistas del mundo atraídos por el encanto de la realeza. Apostados a lado y lado de la
Cerca de 120.000 enardecidos curiosos de diferentes credos y nacionalidades se dieron cita en Berkshire para celebrar el amor de los nuevos duques de Sussex durante su romántico paseo en un carruaje que data del tiempo de la reina Victoria.
“Ahora sí estoy listo para un trago”, le dijo Harry a Meghan cuando terminaron el recorrido.
magnífica Long Walk, gentes de todas las edades hicieron su propia fiesta con tragos de champaña y prosecco. Así mismo, ondeaban banderas, en especial la Union Jack británica y la de Estados Unidos, en homenaje a Meghan. Otros, se adornaron con coronas, curiosas gafas de sol y bufandas con los colores nacionales. Algunos, más divertidos, se vistieron de largo y esmoquin. Y los que no se pintaron la cara de rojo, azul y blanco, se camuflaron tras las máscaras impresas con los rostros de los contrayentes. Muy pocos extrañaron el famoso saludo desde el balcón del Palacio de Buckingham, en donde se besaron Carlos y Diana, los padres de Harry, hace 37 años; o William y Kate, hace siete. Fue conmovedora la cercanía y buena energía que les ofrecieron los nuevos duques de Sussex antes de partir a la recepción, para 600 invitados, en los salones del Castillo de Windsor. En la noche, los esperaba otra gala para 200 parientes y amigos, en Frogmore House, cuyos anfitriones fueron el príncipe de Gales, heredero del trono, y su esposa, Camilla, duquesa de Cornualles.