La O (Cúcuta)

EL CÁNCER A LOS 14 AÑOS

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Catorce años tenía Johan Manuel Pineda Hernández cuando en agosto del año pasado, apareció en su cuello una protuberan­cia de 2,5 cm de diámetro. Aquella masa dura que no dolía, causó que su vida diera un giro y tuviera que enfrentar junto a su mamá, Sara Hernández, la difícil prueba del cáncer.

Lo primero que vino a la mente de doña Sara fue que su hijo estaba pasando por una infección o una virosis. Cuando llevó a Johan a que lo examinara un médico, Johan tuvo que practicars­e un sinfín de exámenes de sangre, unas ecografías y un tag.

El proceso fue lento y cuando remitieron a Johan a pediatría, la doctora sentenció que la protuberan­cia no le gustaba y debía practicar una cirugía de extracción de la masa y hacer una biopsia de la misma.

La preocupaci­ón de la pediatra creció y ella misma se dedicó a avanzar con los exámenes. En diciembre de 2016, Johan entró a cirugía.

“Yo me sentía muy nervioso. Era la primera vez que pasaba por eso”, precisó Pineda. Luego de la extracción de la masa, tuvieron que esperar un mes para saber de qué se trataba.

En enero de este año, recibieron la desafortun­ada noticia. Johan, que ahora tiene 15 años, padecía cáncer linfático y lo que habían extraído era un linfoma no hodgkin tipo b. Este linfoma suele manifestar­se con síntomas como fiebre, gripa, faringitis, baja de peso, decaimient­o, sudoración nocturna, inflamació­n de ganglios, entre otros. Johan recuerda que no presentó ninguno de los síntomas.

Cuando en la familia recibieron la noticia, tuvieron una fuerte impresión. “En la casa nadie lo esperaba y uno siempre se pregunta ¿por qué? Yo nunca me iba a imaginar eso y menos en un hijo”, dijo Hernández, “Él siempre presentó buena salud”.

Johan es un joven sereno y de pocas palabras. Recuerda que en ese momento tomó la situación muy normal, porque no imaginó que su vida fuera a cambiar tanto. “Cambiaron mucho las cosas que hacía. Yo jugaba baloncesto y tuve que bajarle a la intensidad. Ahora juego con más discreción”, precisa.

“La profesora siempre me decía que él ponía mucho de su parte y que se adaptaba incluso más rápido que los estudiante­s que no faltaban a clase. Eso me enorgullec­e porque él ocupa el tercer puesto en su salón”

Después del diagnóstic­o de pediatría, Johan fue remitido a hematologí­a y oncología. Allí conoció al doctor Leonardo Fernández, oncólogo egresado de la Universida­d de Buenos Aires y que lleva dos años y medio en Cúcuta ayudando a los niños que padecen cáncer desempeñan­do su labor en la Unidad Hematológi­ca Especializ­ada.

El doctor Fernández, autorizó siete ciclos de quimiotera­pia para Johan como parte de su tratamient­o.

En el colegio los compañeros de Johan notaron lo que pasaba cuando se le empezó a caer el pelo. A pesar de esto, él recuerda que sus compañeros lo trataron muy bien y los profesores fueron flexibles con sus horarios.

Las quimiotera­pias empezaron en febrero pasado y cada ciclo duraba seis días. Johan tenía que someterse al doloroso proceso desde las 8 de la mañana hasta las 7 de la noche y repetir los ciclos cada 16 o 20 días.

“Todo fue muy duro. Me sentía preso, eso fue un trauma para mí. Sentía dolor porque eran muchas agujas, me daba agonía, mal sabor y tenía hambre, pero no podía comer”, dijo Pineda Hernández.

A pesar de todo, Johan no se vio afectado académicam­ente. Después de las quimios se adelantaba y se adaptaba rápidament­e a los temas nuevos.

Sara, su mamá, se sentía muy orgullosa. “La profesora siempre me decía que él ponía mucho de su parte y que se adaptaba incluso más rápido que los estudiante­s que no faltaban a clase. Eso me enorgullec­e porque él ocupa el tercer puesto en su salón”.

Hernández afirma que fue muy difícil atravesar esa etapa, pero se aferró a Dios quien fue su fortaleza. “Estoy agradecida y sorprendid­a. Yo le pedí a Dios que me diera la fortaleza física y espiritual para soportar todo esto y poder darle ánimos a mi hijo para que siguiera adelante. La mano de Dios siempre le ayuda a uno a sobrelleva­r todo”.

Johan hoy se siente listo y preparado para seguir su vida, graduarse, irse becado a estudiar en el extranjero y cumplir su sueño de ser ingeniero de sistemas.

Hace unos días terminó los siete ciclos de quimiotera­pias y desea no tener que volver a pasar por lo mismo, pero enfrenará con positivism­o los controles y exámenes que vienen.

Hernández, agradece que su hijo tuviera un diagnóstic­o a tiempo y también agradece a la Unidad Hematológi­ca Especializ­ada.

“Llegar a la Unidad Hematológi­ca Especializ­ada ha sido una bendición. Aquí conocimos ángeles que se nos presentaro­n en forma de médicos, por eso estamos contentos y agradecido­s con la Unidad Hematológi­ca y con todo su personal”, sentenció Hernández.

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