La Opinión - Imágenes

‘Geriamor’

- Alonso Acuña Cañas

Un par de historias nos muestran el ejemplo del amor prolongado y profundo que ni las circunstan­cias más adversas, ni el tiempo, logran deshacer; por el contrario, es el tiempo el principal factor de su enriquecim­iento.

La primera es la leyenda de Baucis y Filemón. El par de viejos habitaba el extinto reino de Frigia, en el occidente de Asia Menor, en una campiña muy pobre en la que algún día apareció Zeus, sabedor de que las familias de la región, si bien pobres, eran tacañas y poco acogedoras. Por lo que hizo un recorrido en el cual nadie le ofreció siquiera un mendrugo de pan y le cerraron las puertas de manera agria. Sólo un par de viejos, Baucis y Filemón, lo acogieron y le brindaron hospitalid­ad y los pocos y últimos alimentos que tenían.

Zeus tomó nota de la generosida­d y del amor profundo de ambos viejos, por lo que les concedió lo que pidieran. “Deseamos que la muerte nos lleve al tiempo, para que yo jamás pueda ver la tumba de mi esposa y ella no tenga que enterrarme a mi pues, por lo mucho que nos hemos querido no podríamos soportarlo”, fue lo que Filemón expuso a Zeus, luego de hablar con Baucis.

Zeus los dejó al cuidado del templo y cuando ya eran muy viejos tan sólo permanecía­n sentados en el lugar sagrado; los años los transforma­ron en troncos cuyas ramas crecían de sus cuerpos mientras cruzaban palabras de despedida y, cuando las hojas se confundier­on entre sí, se despidiero­n con un “Adiós mi amor” y los follajes ocultaron sus labios para siempre. Filemón se transformó en roble y Baucis en tilo.

La historia de Tristán e Isolda e uno de los bien conocidos romances medievales; una larga narración que relata cómo el amor de ese par es ilimitado ante el tiempo, relación que se inicia en la pasión suscitada por supuestos ltros de amor pero que, luego de variadas circunstan­cias, no pueden romper; de manera que, cuando los dos cuerpos fueron transporta­dos a Cornualles en tumbas separadas, por orden del rey, la leyenda cuenta que de la tumba de Tristán nació una enredadera que cruzando las paredes descendió hasta la de Isolda. Enredadera que por orden del envidioso rey Mark fue cortada varias veces sin resultado, pues volvía a crecer hasta la tumba de la amada y allí quedó nalmente, pues el rey claudicó en su empeño de separarlos al decir: “Que nadie corte más lo que desean hasta en la muerte unidos estar”.

Tan hermoso resulta el tema que acudimos al arte que, en virtud de un hermoso poema, nos de ne el verdadero sentido del ‘Geriamor’; un amor que nace en la primavera de la existencia y permanece hasta el otoño de la vida. Dice así el poeta Manuel Díaz Caro, médico urólogo residente en Cúcuta:

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Tristán e Isolda. Obra del pintor prerrafael­ista John William Waterhouse.
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Zeus y Hemes en la mesa con Baucis y Filemón. Obra de Rubens.

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