La Opinión - Imágenes

Poemas de Giovanni Quessep

El ser humano y su espiritual­idad han sido los ejes temáticos del reconocido poeta nacido en San Onofre, Sucre, el 31 de diciembre de 1939.

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CANCIÓN DEL QUE PARTE

Por la virtud del alba quieres cambiar tu vida, y aferrado a la jarcia partes sin rumbo conocido. Todo es propicio, los acantilado­s y el arrecife duermen en la espuma, tan sólo una gaviota espera sobre el palo mayor de caoba y de luna. Quizá te aguarden para darte el amor y la palma del vino o en la orilla sin nombre, pescadores vestidos de un luto azul. Vas solo con tu alma, barajando canciones y presagios que hablan del bosque donde la hierba es tenue, lejos de la desgracia que en ti se confabula. A tu paso verás las islas que otorgan el sonido de un caracol, verás tu casa, el humo que ya aspiraron otros en la aurora. Mas, ay, si te detienes tal vez allí se acabe tu destino; ¿y quién podrá salvarte, quién te daría lo que buscas entre hadas? Duro es partir a la fortuna; el hombre solo cierra los ojos ante el cielo y oye su propia historia si se rompe el encanto. Pero, si quieres seguir, sigue con la felicidad entre tu barca, todo está a tu favor, el cielo, la lejanía que se abre como el amor, como la muerte.

CÁNTICO DE DOS ROSAS

No digas nada, escucha a las estrellas. Tal vez te digan algo de la rosa que hay en tu jardín y la rosa del tiempo, -la que está viva o muerta en la arena que arde. La rosa que hay en tu jardín es bella. No la amarga hechicera que te llama desde tu nacimiento, rosa oscura que te alumbra el final y las orillas del aqueronte. No hables, que estás solo con nada indecible, siempre lejos del azul más profundo. Mira pues si el agua va a una isla donde crecen rosas ya sin ventura o venturosas; y escribe y canta. Y oye a las estrellas que hablan desde una página pedida.

CERCANÍA DE LA MUERTE

El hombre solo habita Una orilla lejana Mira la tarde gris cayendo Mira las hojas blancas Rostro perdido del amor Apenas canta y mueve La rueda del azar Que lo acerca a la muerte Extranjero de todo La dicha lo maldice El hombre solo a solas habla De un reino que no existe

ESFINGE

Feliz tú que no miras los ojos de la Esfinge, y no ves que es azul el laberinto de su arena; terrible conocimien­to de una vida amarga el que nos dan los últimos jardines. Feliz tú que no sabes quién teje la ilusión de tus tapices, ni quién es la hilandera de tus días, vendimiado­ra que da un vino triste. Cantas tu himno, loco de esperanza, y no sabes si mueres o si vives.

MEDIODÍA

Pájaros. Araucarias. No hay esencia sin claridad en este mediodía. Toma la fantasía que me da la divina indiferenc­ia. Profundo en la memoria va el girasol que la mirada advierte. No pasa el cielo de cristal. Oh muerte, el polvo cesa de mover tu noria: Músicas y alta rama del tiempo en la delicia del que espera. ¿Quién viene? ¿Quién me llama?

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