El bosque seco tropical es un ecosistema ubicado en las tierras bajas comprendidas entre México y el norte de Argentina.
la biodiversidad y recuperar la conectividad de los ecosistemas entre el río Cauca y el Distrito de Manejo Integrado Cuchilla Jardín Támesis. En otras palabras, se trata de reconstruir y recuperar los circuitos ambientales y ecológicos entre la parte alta de la montaña y el valle, que hace décadas estaban desconectados. Ese proyecto, por supuesto, incluye darle nueva vida al BST.
“A lo largo de su historia, Jericó ha perdido buena parte de sus ecosistemas. El BST se encuentra en peligro de extinción, y nosotros no hemos venido a ser parte del problema y a darle la estocada final a este tipo de ecosistemas. Al contrario, nuestros más de 15 años de estudios científicos de la región nos dan la suficiente experiencia para proponer un plan que le devuelva la vida al BST. Queremos que Jericó también sea ejemplo de recuperación de ecosistemas”, explica el gerente de Asuntos Corporativos e Innovación de AGA, Juan Camilo Quintero.
El plan de AGA de mitigación ambiental está compuesto por cinco acciones: 1) conectar el BST de la región del valle, 2) conservar el BST de la cuenca de la quebrada El Guamo, 3) preservar la cuenca del río Piedras, 4) conectar la zona alta con el BST del valle, y 5) generar una zona de amortiguamiento del Distrito de Manejo Integrado de Jardín Támesis. A este proyecto se le suma la construcción de un parque biodinámico en el valle del río Cauca (predio San Antonio). Este parque ecoturístico de 10 hectáreas será la punta de lanza de reforestación del BST en el resto de la región, ya que este contará con viveros y lugares adecuados, especialmente para el desarrollo de proyectos de investigación, a fin de llevar a feliz término el proceso.
“Nuestro sueño es que cuando el proyecto cierre, quede un bosque seco tropical recuperado que ofrezca los servicios ecosistémicos no solo a los jericoanos sino a todo el departamento. Este es nuestro aporte para que en un futuro el valle del río Cauca sea un corredor del BST”, explicó Quintero.
“Desde Gran Colombia Gold tenemos la responsabilidad de dar a conocer esa minería bien hecha que trabaja de la mano de las comunidades donde opera; trabajamos diariamente con proyectos sostenibles que involucran: educación, infraestructura, salud, formalización minera, inclusión y biodiversidad, retos diarios en donde la clave es la identificación de necesidades de la población y conducción a su desarrollo”, dice José Ignacio Noguera Gómez, presidente de Gran Colombia Gold Segovia, sucursal Colombia.
El medioambiente es la casa, por eso va primero
La gestión ambiental es uno de los principales compromisos que deben asumir las empresas mineras. Esta debe ser transversal en términos de protección, reparación y compensación. Una de las principales preocupaciones nacionales alrededor de la minería informal está en la contaminación por el uso del mercurio. En 2013, Colombia se unió al Convenio de Minamata, el cual hace un llamado a eliminar el uso de este material para proteger la salud humana y el medioambiente de las emisiones y liberaciones antropogénicas de mercurio y de compuestos de mercurio, que son altamente perjudiciales por su capacidad de bioacumulación en los organismos.
La legislación colombiana prohíbe el mercurio en la minería desde el 15 julio de 2018. Sin embargo, la minería informal y algunos mineros artesanales continuaron con el uso del mercurio para separar la amalgama de oro de otros metales y elementos que se adhieren a él en la mina.
Gran Colombia Gold, con su minería tecnificada, no utiliza mercurio. No obstante, se unió al compromiso nacional e internacional para eliminar este metal del medioambiente con dos iniciativas: Encadenamiento Productivo de la Pequeña Minería y Erradicación del Mercurio. Son casi 2.500 mineros formalizados con Gran Colombia Gold, distribuidos en 48 minas, quienes procesan el mineral en la planta de beneficio llamada María Dama y así evitan el uso del mercurio.
y Remedios, pero entre las minas hay barrios, veredas y asentamientos de población. La mayoría de estas sin servicios de acueducto ni alcantarillado y, por ende, sin acceso a agua potable. La construcción del sistema de aguas de la empresa se ha expandido hacia las poblaciones aledañas. “Nuestra planta de tratamiento de agua tiene la capacidad de procesar 20.000 metros cúbicos de agua en promedio mensual. Esta no solo se usa para las actividades del campamento y nuestra acción minera; también presta el servicio gratuito de agua potable a 1.957 personas de la comunidad, además del batallón del Ejército, el colegio La Salada e incluso el hospital –que tiene una red alterna de acueducto conectada al sistema de Gran Colombia Gold– que se encuentran en la zona”, asegura Erwin Wolff, gerente ambiental de la compañía.
En cuanto al tratamiento del agua, asociada a la actividad minera, y los relaves, Gran Colombia Gold cuenta con una tecnología de vanguardia que permite la limpieza de los líquidos sucios, para que el agua tratada pueda ser reintegrada al proceso industrial y se disminuyan casi en su totalidad los vertimientos –los pocos litros de agua de los vertimientos autorizados cumplen con los estándares que la ley establece–.
Los relaves, que es como se le llama a la mezcla de materiales sólidos y líquidos que resultan luego de la extracción completa del oro, también cuentan con una gestión detallada que evita la contaminación. El relave bulk, que es la pulpa –como se le conoce
es de tres árboles sembrados por uno tumbado. La compensación de Gran Colombia Gold en su área de influencia es de cinco árboles compensados por cada árbol tumbado. De 2013 a 2020, la empresa ha talado 2.500 árboles y sembrado 11.929, lo que equivale a 16 hectáreas de bosque, superando el estándar en un 104 por ciento. Para 2021, la compañía proyecta que la compensación aumente a ocho árboles sembrados por cada árbol talado.
Si la empresa crece, la comunidad se beneficia
Gran Colombia Gold trabaja de la mano con las comunidades, alcaldías locales y grupos de interés, como: instituciones educativas, de salud, agropecuarias, religiosas y culturales; es por esto que sus programas van alineados con las necesidades de la región por medio de iniciativas como Biodiversidad y Agua para el Futuro, Mujeres Líderes y Emprendedoras, Educación para el Desarrollo, Salud, Bienestar, Cultura, Infraestructura y Formalización Minera; todas ellas encaminadas a crear un entorno adecuado, donde todos los actores involucrados se benefician de la actividad minera legal.
El hoy piensa en el mañana
Gran Colombia Gold llegó a Segovia y Remedios para ser agente de cambio mediante la articulación de las comunidades, los Gobiernos locales y nacional, y las instituciones del territorio. Para ello, la estrategia principal ha sido la educación para el desarrollo: escolarizar a niñas, niños y jóvenes que por motivo del conflicto armado estaban desescolarizados. A la fecha, más de 4.000 niños se forman en I. E. Gimnasio La Salada –que adquirió recientemente su licencia para educar hasta el grado once–. Estas nuevas generaciones se capacitan en bilingüismo y contarán con formación técnica avalada por el Sena, lo cual abrirá sus horizontes profesionales y laborales.
Además, la compañía trabaja en fortalecer las capacidades de emprendimiento por medio de la creación de huertas comunitarias con mujeres cabeza de familia. Con todas sus iniciativas –más el mejoramiento en infraestructura, servicios públicos y recuperación forestal que ha hecho para la región–, su legado se concentrará en el gran proyecto Curuná, que construirá el vivero más grande del Nordeste antioqueño, en el que se sembrarán 500 hectáreas de cacao para convertir a Segovia y Remedios en un distrito cacaotero.
Hoy, se han cosechado 200 hectáreas con cacao. En 2024, la población que forma parte del proyecto –que a la fecha son 120 familias– comenzará a comercializarlo. Así, además de promover la vocación minera que ya tiene la región, se fortalecerá la vocación agrícola con el distrito cacaotero que propone proyectar el desarrollo económico, social y ambiental del territorio.
“En Gran Colombia Gold creamos estrategias que promueven la legalidad y la minería bien hecha como una actividad alcanzable y viable para las comunidades. Queremos ser un buen vecino, generador de confianza, y dar a conocer la minería como un sector que impacta positivamente al país, con creación de empleo, pago de impuestos, regalías, inversión social y acciones que generan desarrollo económico en la región”, concluye Lombardo Paredes Arenas, CEO de Gran Colombia Gold Corp.
Podría parecer que el aprendizaje que nos deja la pandemia que sufrimos está limitado a las condiciones actuales. Sin embargo, podría tener relación estrecha con otro riesgo mayor y acuciante, que aún nos negamos a afrontar y que es el de los cambios globales: el cambio climático, la pérdida de biodiversidad, el cambio de uso del suelo, y con ellos la disminución de los beneficios de la naturaleza, indispensables para la humanidad. En este sentido, son múltiples las coincidencias, entre la pandemia y los cambios globales, a las que estamos sometidos.
En ambos casos, se trata de afectaciones globales más o menos críticas para algunas sociedades y para algunos sectores. La pandemia, relacionada con confinamientos indefinidos; los cambios globales, más relacionados con desplazamientos y hambrunas asociadas con eventos climáticos extremos, pero cuyo significado en términos económicos es igualmente nefasto.
En ningún caso se trata de eventos aleatorios, definidos por un sino trágico externo; han sido promovidos por nuestra especie y pronosticados con antelación por una comunidad científica, apenas reconocida.
Ambas situaciones están rompiendo la inercia del modelo económico imperante, que, a pesar de la inequidad generada en décadas de crecimiento económico ilimitado, parecía constituirse en el ideal de estadistas y economistas. Tanto la pandemia, de forma apremiante, como los cambios globales, ya evidentes, están logrando lo que siglos de revoluciones, más o menos tibias, no habían conquistado: ponernos a pensar como sociedad planetaria sobre la incertidumbre del futuro.
En ambos casos, las soluciones (aún no suficientemente reconocidas) son planteadas en ambientes de incertidumbre. Generarán nuevas formas de asumir la vida, serán incómodas y apelarán a la capacidad de adaptación tanto de la especie como de la sociedad. La resiliencia es el principal salvavidas, pero no para regresar a la línea base prepandémica ni a la preindustrial, pues ya no solo está en juego el bienestar al que estábamos acostumbrados, sino también la persistencia de la civilización en el planeta.
El motor en ambos casos no debe ser el miedo, que paraliza y que limita el cambio necesario, que genera espacios cooptables por populismos políticos, religiosos o culturales, sino la innovación, la adaptación, la resiliencia y el discernimiento de los individuos con pensamiento social planetario.
Este virus será pasajero y no será el último, pues cada vez tenemos mayores amenazas de zoonosis y mayor vulnerabilidad demográfica, e inequidad económica, mientras que los cambios globales podrían, incluso, llegar a ser definitivos para la civilización, muy perturbadores para la especie y nefastos para la biósfera y la geósfera planetaria.
Las soluciones aún están en nuestras manos. En el caso de la pandemia, asociadas a normas de relacionamiento social y de adaptación de nuestro sistema autoinmune. En el caso de los cambios globales, al considerar espectros más amplios, como la contención consumista, la formulación de nuevos idearios de bienestar, ya no tan asociados con el tener, sino con el ser, cambios profundos en el modelo económico, en los paradigmas culturales, etcétera.
Existen muchas claves que nos pueden regresar a la senda de la sostenibilidad, de la que nos hemos alejado en las últimas décadas. La advertencia ha sido puesta sobre la mesa, de manera clara y auspiciosa. Podríamos, incluso, pensar que esta pandemia debe ser tratada como un simulacro hasta oportuno, no solo para entrenarnos ante la incertidumbre, sino para sacar moralejas necesarias.
Somos una sociedad de hábitos que están siendo rotos. Ante esta evidencia, es preferible que decidamos como individuos y como sociedad los escenarios futuros deseables, que ya no serán los de antes, pero que tampoco tienen que ser los que nos sean deparados por modelos econométricos únicos, por sistemas políticos autoritarios o por modelos culturales ajenos y globalizantes.
La implementación de ideas sostenibles es un factor fundamental en el desarrollo y la competitividad del sector productivo, y puede ser, además, una de las claves para que, en el futuro, los colombianos conviertan sus unidades productivas en empresas.
Teniendo en cuenta esto, el SENA ha buscado ofrecer una amplia oferta de formación con enfoque sostenible, adelantar proyectos de investigación e innovación relacionados con buenas prácticas ambientales y concertar acuerdos con organizaciones internacionales para complementar los conocimientos del talento humano colombiano en esta materia.
Así lo explica Carlos Mario Estrada Molina, director general del SENA: “Seguiremos ampliando nuestras alianzas estratégicas con diferentes actores, en favor de estos y otros sectores en Colombia. Así trabajamos en el desarrollo y cualificación del talento humano y en el crecimiento del sector productivo”.
Estas son algunas de las estrategias y alianzas implementadas por la entidad. capaces de desarrollar proyectos que tengan en cuenta el futuro de las próximas generaciones. La oferta incluye cerca de 20 formaciones operarias o auxiliares relacionadas con seguridad y producción alimentaria, piscicultura y labores en el campo, además de otros temas; alrededor de 100 programas de formación entre técnicos y tecnólogos en conocimientos de biotecnología, potabilización de agua, sistemas solares fotovoltaicos y manejo de residuos, entre otros. Y, finalmente, cerca de diez programas entre especializaciones y profundizaciones técnicas en consumo sostenible, buenas prácticas agropecuarias y fertirriego, por mencionar algunos.
Investigación e innovación
El Sistema de Investigación, Desarrollo Tecnológico e Innovación del SENA (SENNOVA) está adelantando 57 proyectos relacionados con sostenibilidad entre los que están una propuesta de acuaponía sostenible, la construcción de muros sostenibles para jardines verticales y un sistema de secado solar para el cacao.
Un trabajo conjunto
1. Alianza SENA y FAO
La alianza del SENA y la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO) busca capacitar a los futuros extensionistas, además de fortalecer y crear cursos de formación en áreas relacionadas con el desarrollo rural sostenible. Adicionalmente, se prevé potenciar la articulación territorial entre ambas entidades y sus socios en el territorio.
“En una primera instancia vamos a elaborar dos nuevos cursos: Extensionismo Agropecuario Rural y Agroecología, y a fortalecer el de Seguridad Alimentaria y Nutricional para comunidades rurales en las que ya existe, con el fin de impulsar el crecimiento y la productividad del campo”, explicó Estrada.
2. Convenio SENA y Embajada de Nueva Zelanda
Gracias a este acuerdo, se realizará el diseño curricular de la Especialización Tecnológica en Extensión Agropecuaria, la capacitación de instructores SENA en estrategias y herramientas en esta misma temática (que iniciará con un plan piloto en el Centro Internacional de Producción Limpia Lope, ubicado en Nariño), y la transferencia de buenas prácticas para profesionales y directivos de la entidad.
Esta iniciativa se desarrollará en cinco etapas e irá hasta febrero de 2021 con el acompañamiento de The Agribusiness Group Colombia (TAG Colombia), el apoyo de pares de Nueva Zelanda y expertos técnicos del proyecto Cadena de Valor Láctea en Colombia.
3. Acuerdo del SENA y Alinea International de Canadá
La entidad, en alianza con Comunica, un proyecto implementado por Alinea International y financiado por el Gobierno canadiense, viene trabajando articuladamente para incorporar tres nuevos programas de formación (uno de ellos cuenta con la participación del proyecto planetgold, una iniciativa del GEF, implementada por el PNUD y Minenergía), dirigidos a autoridades locales, regionales y nacionales, líderes ambientales y comunitarios en todo el territorio colombiano, sobre la eliminación del uso del mercurio, monitoreo participativo alrededor del recurso hídrico y desarrollo económico local.
Las acciones realizadas junto a la FAO y la Embajada de Nueva Zelanda constituyen un paso fundamental en el proceso de implementación de la Ley 1876 del Sistema Nacional de Innovación Agropecuaria (SNIA).
Fernando Pedreros toma una taza de café, alista su mula y se prepara para salir. El viaje será largo, el camino es de herradura y trocha, quizá tarde entre tres o cuatro horas para llegar a su destino. Aunque el trayecto es pesado, siempre vale la pena cuando se trata de llevar su carga a la cooperativa.
Fernando es caficultor desde que tiene uso de razón, esa es la herencia que le dejaron sus padres, quienes a su vez la recibieron de sus abuelos. Este es el legado más importante de la familia Pedreros.
Su finca está ubicada en la vereda Sinaí, corregimiento de San Pedro, municipio de Florencia, Caquetá. Allí se cultiva un café amazónico, en el característico piedemonte caqueteño, cuyo clima es influenciado por las corrientes de aire frías que bajan de la cordillera y las calientes que provienen de la cuenca amazónica. Este microclima tiene un efecto único sobre el café, convirtiéndolo en un grano especial, de excelente calidad, baja acidez, con aromas frutales.
Pese al gran potencial que tiene el café del Caquetá, las difíciles condiciones de acceso para su transporte y en especial el conflicto armado que ha registrado el departamento por décadas, provocando el desplazamiento de sus habitantes hacia otras regiones del país y la migración de mano de obra a otras fuentes de empleo como los cultivos ilícitos, han afectado significativamente su producción cafetera.
Sin embargo, para pobladores como Fernando, para quienes este cultivo es su propia vida, abandonar su finca no era una opción. Por esta razón, y pese a las dificultades de seguridad y el precario comercio que se registraba en la zona, mantuvieron la ilusión en sus cultivos.
Años después, y con el inicio del proceso de paz entre el Gobierno nacional y la guerrilla, la apuesta de Fernando y los demás caficultores que permanecieron en el departamento, contra viento y marea, por reactivar su economía cafetera recibió un espaldarazo.
Nespresso, compañía que lleva más de 15 años trabajando en Colombia para fortalecer la actividad caficultora, decidió, en 2017, llevar a cabo su programa de Calidad Sostenible AAA en el departamento del Caquetá, con el objetivo de apoyar a los caficultores en la implementación de prácticas agrícolas sostenibles con el propósito de mejorar la calidad del café, la sostenibilidad de las fincas y la productividad de los cultivos y así generar un impacto social positivo para los caficultores y sus comunidades.
“Todo empezó cuando la cooperativa de caficultores de la región nos informó que llegaría Nespresso a la
trabajo en equipo que hemos realizado. Miramos el mapa de los terrenos, revisamos la cantidad de árboles que teníamos, el control de malezas y la calidad del grano que podíamos cultivar. El apoyo de Julián, nuestro agrónomo asignado, ha sido fundamental dentro del proceso productivo. Siempre nos ofrece soluciones oportunas a las falencias que presentamos. Gracias a este acompañamiento hemos logrado afianzar conocimientos en los procesos de secado, conservación y almacenamiento adecuado de nuestro café. Estas buenas prácticas han mejorado notablemente la calidad del producto”, añadió Pedreros.
Además de asistencia técnica, Nespresso apoya a los caficultores con proyectos de renovación y mejora de la infraestructura de sus fincas entregando despulpadores, tanques de fermentación y secadores solares para el café.
Y el programa se sigue extendiendo. En 2019, Nespresso decidió implementarlo en el municipio de El Rosario, Nariño, en donde más de 100 fincas han ingresado al proyecto. Ahora, estas dos regiones del país hacen parte de la iniciativa global de la compañía llamada Reviving Origins, que busca revivir cafés únicos provenientes de regiones del mundo que ven amenazada su producción por adversidades sociales, económicas o medioambientales.
El resultado de este compromiso es el lanzamiento, por segundo año consecutivo, de la edición limitada de temporada, Esperanza de Colombia, un café de alta calidad originario del Caquetá, que en esta oportunidad integra granos de El Rosario, Nariño, y que llegará a más de 30 países en el mundo.
de 17 países, del programa de urbes arboladas en el mundo de la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO) y la Fundación Arbor Day (Día del Árbol). Un reconocimiento a la siembra de 250.000 árboles adultos, la recuperación de parques, la generación de zonas verdes en bulevares y la creación de un Centro Interactivo Ambiental, entre otras acciones.
Logros como estos son parte del principio de una revolución ambiental que promueve la Puerta de Oro, que hoy, bajo el liderazgo del alcalde Jaime Pumarejo Heins, tiene la mirada puesta en proyectos de ciudad futuro en concordancia con el cambio climático y la comunión con el planeta.
Futuro con energía
Nuevos aires
En la actualidad, Barranquilla tiene cuatro bosques urbanos que suman 16 hectáreas de espacios destinados exclusivamente al desarrollo de 15.714 árboles, en su gran mayoría de especies de bosque seco tropical y otras especies ya adaptadas a la región.
El más reciente bosque urbano que abrió sus pulmones se localiza en Villas de San Pablo, una zona de viviendas que surgió hace algunos años en el área de expansión urbana. “Aquí nace un nuevo bosque con 3 hectáreas, es decir, 3.000 árboles aproximadamente, un alto contenido arbóreo por hectárea. Al mismo tiempo, le damos un pulmón a un sector para que conviva con la naturaleza y no pierda ese contacto”, explica Pumarejo Heins.
Esta implementación también requiere del trabajo conjunto entre Gobierno local y comunidades. “El beneficio que esto traerá es la apropiación de los vecinos con este entorno, quienes son pieza clave en un compromiso de sostenibilidad”, agrega el mandatario barranquillero.
Revivir la ciénaga de Mallorquín
Durante décadas, la ciénaga de Mallorquín, uno de los ecosistemas más valiosos de Barranquilla y el Atlántico, se había sumergido en el lodo del olvido, pero la apuesta de biodiverciudad del alcalde Pumarejo ya le otorga un nuevo impulso. La primera siembra de manglares el pasado 21 de agosto en la ciénaga marcó ese redescubrimiento.
La ciénaga de Mallorquín ha estado afectada por una creciente contaminación, que ha impactado negativamente la economía, la salud y las condiciones de vida de las comunidades vecinas. Seis agentes de degradación dañan este tesoro: los rellenos, la ocupación ilegal, la deforestación del manglar, la contaminación química por residuos sólidos, la sedimentación y la erosión costera.
Su deterioro ecológico amenaza el hábitat de las especies que alberga, el modo de vida del pescador, y la regulación climática para Barranquilla y el Atlántico. Sin embargo, la ciénaga aún conserva 4 especies de mangles, 15 de invertebrados marinos, 9 de peces, otras tantas de anfibios, 7 de reptiles y 81 de aves.
El proyecto incluye la recuperación ambiental del cuerpo de agua, un ecoparque con senderos ecológicos, miradores palafíticos, y una zona habilitada para la práctica de deportes náuticos y ciclovías.
Las aguas residuales que hoy llegan a la ciénaga de Mallorquín se desviarán para ser conducidas a una planta de tratamiento, luego de lo cual serán vertidas al río Magdalena.
“Más allá de cualquier apuesta que hayamos hecho, esta es una propuesta para la Barranquilla del futuro. Hoy les podemos decir a nuestros visitantes que no solo tenemos río, sino que también tendremos mar y ciénaga. Es una recuperación ambiental, pero también una recuperación que nos permite darles dignidad a las poblaciones que viven en los alrededores de la ciénaga. Esta es la primera muestra visible de nuestra apuesta por la biodiverciudad”, destaca el mandatario distrital.
“Para construir verdaderas ciudades sostenibles debemos empezar desde nuestro ecosistema más cercano: la empresa”, asegura Felipe Osorio, presidente de Contex, quien se enorgullece de contar que desde hace dos años la compañía implementó el teletrabajo y a partir del 24 de marzo emprendió el camino para migrar totalmente a esta modalidad. Desde esa fecha, el 79 por ciento de sus colaboradores del área administrativa y –aún más retador– el 40 por ciento del equipo comercial trabajan desde casa.
“El teletrabajo para nosotros es una oportunidad que nos alinea con el cumplimiento de seis ODS. Entendimos que las empresas no son sus espacios, sino su gente y el propósito que los une. Contex es una organización centrada en la gente, comprometida de forma genuina con los sueños de las personas, siempre construyendo relaciones de largo plazo”, narra Osorio. Así fue como el teletrabajo llegó a la constructora antioqueña para quedarse.
La compañía ha visto en el teletrabajo un camino para aportar a seis ODS: el fin de la pobreza, acercar el empleo a las personas, hacer que su trabajo se adapte a su estilo y condiciones de vida y no lo contrario; esto permite emplear dignamente, por ejemplo, a personas con discapacidades.
La salud y el bienestar: el trabajo desde casa se traduce en bienestar y calidad de vida, pues Contex adaptó los espacios de los hogares de sus colaboradores para trabajar, porque, como afirma su presidente, “En Contex definitivamente queremos personas felices”.
También aporta al ODS 5: la equidad de género. La economía del cuidado y las labores encargadas culturalmente a la mujer le impiden la movilidad social. Con el teletrabajo, esto ya no es un obstáculo para que ellas puedan trabajar desde el hogar y mantener su independencia económica y tranquilidad emocional junto con sus hijos.
La constructora contribuye al trabajo decente y crecimiento económico: uno de los grandes mitos del teletrabajo es que disminuye la productividad al no tener a las personas cumpliendo horarios. La gran sorpresa que se ha llevado Contex es que las metas de ventas de vivienda mensual han sido alrededor del 80 por ciento del presupuesto inicial trazado para 2020, un muy buen indicador para tiempos de crisis.
Además, la compañía apoya la reducción de las desigualdades, pues crea oportunidades para los encargados de cuidar a personas con discapacidades, adultos mayores o que requieran atención permanente.
Y, finalmente, respalda el ODS ciudades y comunidades sostenibles: las alertas por la calidad del aire se generan, en gran medida, por el transporte que demandan miles de trabajadores diariamente. Por eso, si el 50 por ciento de las empresas tienen al 50 por ciento de sus colaboradores trabajando en casa, se disminuye la huella de carbono.
Visto de esta manera, sin contar los costos fijos que reducen las compañías, el teletrabajo es la alternativa más sustentable en los ámbitos económico, social, ambiental, y, como asegura Osorio, en cuanto a la calidad de vida y la felicidad de los trabajadores, lo cual se verá reflejado en los logros de la empresa.
Una de las principales preocupaciones internacionales es cómo construir un planeta sostenible, en el que los seres humanos coexistan con las otras formas de vida y con los ecosistemas. Según la ONU, en 2050 el mundo tendrá 9.600 millones de habitantes. Para entonces se requerirían casi tres planetas Tierra que proporcionen los recursos necesarios para mantener el estilo de vida que tiene hoy la humanidad.
Bajo esta preocupación, algunas investigaciones han demostrado que la sostenibilidad está permeando, cada vez más, la vida cotidiana de las personas y las empresas. Por ejemplo, un estudio realizado por Smurfit Kappa –compañía líder en la elaboración de soluciones de empaque innovadoras y sostenibles a base de papel– en alianza con Financial Times reveló que en los últimos seis meses más de la mitad de los consumidores compraron un producto específicamente porque tenía empaque biodegradable y que el 83 por ciento de los negocios consideraron lo sostenible como oportunidad de crecimiento.
Las microfinanzas juegan un rol social y económico determinante en Colombia. Consolidan y respaldan el crecimiento de los trabajadores independientes y microempresarios, quienes dinamizan la economía del país en generación de empleo, emprendimiento e innovación.
Las acciones sostenibles en este sector son fundamentales para el crecimiento económico del país. La calificadora internacional de banca de microfinanzas Microrate, que evalúa el desempeño social y el cumplimiento de la misión de las empresas del sector, calificó como excelente al Banco W en el logro de sus metas de sostenibilidad social, ambiental y económica.
Las líneas en las que se desarrolla la política de sostenibilidad del Banco W son bienestar laboral: en 2019, creó 2.382 empleos y otorgó beneficios económicos y emocionales para sus colaboradores por 12.874 millones de pesos. Durante la pandemia, su planta de personal no se vio disminuida y, por el contrario, se generó más empleo de cara a enfrentar los retos de la covid-19 en el Banco.
En la línea de inclusión financiera e inversión social, en 2019 –a través de sus productos de microcrédito– logró la inclusión financiera de 33.879 personas de todo el país. En cuanto a la satisfacción y compromiso de sus clientes, en la encuesta de satisfacción de clientes obtuvo una calificación de 88 puntos, convirtiéndose en un referente para el sector.
Asimismo, con respecto a protección del medioambiente, el Banco implementó el Protocolo Verde, una agenda de cooperación entre el Gobierno nacional y el sector financiero para llevar a cabo políticas y prácticas que garanticen la eficiencia en el uso de los recursos naturales, trasladar las mejores prácticas sociales y ambientales a sus proveedores y promover el financiamiento de proyectos que apalanquen economías verdes.
Y en la línea de derechos humanos, el Ministerio del Trabajo y el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) le otorgó el Sello Plata de Equipares por ser una empresa comprometida con la equidad de género.
“Este tipo de reconocimientos nos llenan de orgullo por el propósito, la cultura y clima laboral que hemos construido, en el cual todas las personas tenemos la motivación y las mismas oportunidades para crecer, ser felices y aportar a las familias colombianas”, asegura Diana Lucía Fernández, líder de la estrategia de sostenibilidad de Banco W.
El Programa Colombia Sostenible o Préstamo BID 4424/ OC-CO es la gran apuesta del Gobierno nacional para promover la conservación ambiental y el desarrollo rural bajo en carbono en los 170 municipios donde se ejecutan los Programas de Desarrollo con Enfoque Territorial (PDET). Allí habitan 6,6 millones de colombianos que han sido afectados con mayor rigor por la violencia, la pobreza y la deforestación.
Según Emilio Archila, Consejero Presidencial para la Estabilización y la Consolidación, “los esfuerzos se centran en impulsar el desarrollo sostenible y socioeconómico, restaurar y proteger el capital natural, mejorar los ingresos de la población rural beneficiaria y fortalecer las capacidades técnicas de los actores locales, al brindar apoyo en la estructuración y ejecución de los proyectos, avanzando así en la política Paz con Legalidad y la implementación de los PDET”.
Sus dos grandes componentes son: conservación de la biodiversidad y sus servicios ecosistémicos, mediante iniciativas de (I) restauración ecológica en áreas degradadas y (II) Pagos por Servicios Ambientales en zonas estratégicas; y producción sostenible con medidas de adaptación al cambio climático, por medio de (III) proyectos agropecuarios o agroindustriales sostenibles y (IV) negocios verdes no agropecuarios.
Para encontrar esta tipología de iniciativas se realizó una convocatoria en 2019. De este proceso, se estructuraron 69 propuestas. En su ejecución, Colombia Sostenible invierte 104.777 millones de pesos para intervenir un área cercana a las 40.000 hectáreas y 72 municipios PDET, y beneficiar cerca de 11.500 familias rurales, campesinas, indígenas y afrodescendientes que le apuestan a la paz con enfoque de sostenibilidad ambiental.
Paralelamente, en breve empezará la estructuración del segundo grupo de 136 proyectos, que se implementarán en 2021, año en el que Colombia Sostenible superará las 200 iniciativas en ejecución y abarcará la totalidad de su presupuesto.
“Esta es una propuesta ambiciosa. Cuando alcancemos 200 proyectos en ejecución se beneficiarán unos 40.000 pequeños productores y sus familias, el equivalente a la población de un municipio como Chaparral (Tolima), en un área de intervención cercana a las 97.800 hectáreas, casi tres veces el área de Medellín”, dijo Juan Carlos Mahecha, director del Fondo Colombia en Paz.
Del total de beneficiarios, unas 16.000 (40 por ciento) son mujeres rurales, quienes también trabajan en la producción sostenible de café, cacao, frutales, fique, miel y piangua; en pesca artesanal, ganadería sostenible, turismo de naturaleza; y en la restauración y conservación de 20.000 hectáreas de bosques como mecanismo para frenar el avance de la frontera agrícola y aporte a la sostenibilidad ambiental en municipios PDET.
En el sur de Colombia, en un corredor estratégico entre Huila y Putumayo, se desarrolla un gran esfuerzo por preservar dos de las especies más amenazadas del país: el oso andino y la danta de montaña.
Desde hace cerca de diez años existen grupos comunitarios de monitoreo, que han estructurado planes y desarrollado acciones para preservarlas, con el acompañamiento de las autoridades ambientales regionales y ONG especializadas en el tema.
A estos esfuerzos se sumó hace unos años el Grupo Energía Bogotá (GEB), que se encuentra entre los primeros lugares de Latinoamérica en los negocios de transmisión de energía eléctrica y transporte de gas, y que tiene presencia en la región suroccidental del país con las líneas de alta tensión Interconexión Ecuador, Jamondinomocoa y la construcción del proyecto Mocoa-renacer.
Alejandro Giraldo Castañeda, gerente ambiental del GEB, indica que acompañar e impulsar estas iniciativas es prioridad para la compañía en el marco de su Política de Sostenibilidad y los atributos culturales ‘Primero la vida’ y ‘Conciencia social’, que privilegian las comunidades que habitan las áreas de influencia de sus activos y el entorno donde desarrolla sus operaciones.
En este sentido, el GEB, en alianza con la Corporación Autónoma Regional del Alto Magdalena (CAM), la Corporación para el Desarrollo Sostenible del Sur de la Amazonia (Corpoamazonia), los grupos de monitoreo comunitario y la fundación Wii impulsaron, entre otras actividades, la elaboración del ‘Manual para el monitoreo comunitario del oso andino y la danta de montaña’.
Esta herramienta, explica Giraldo, es un documento científico que presenta de manera sencilla pero metódica –los grupos comunitarios participaron en su construcción a través de talleres– diferentes técnicas de cómo consignar evidencia de la presencia de estas dos especies, expone las razones por las cuales se debe llevar a cabo el monitoreo, cuáles son las señales de la presencia de estas especies, qué se debe buscar y cómo registrar esos datos, entre otros.
Con toda esa información, se estructuran y aplican, por parte de las autoridades ambientales, la comunidad y ONG, acciones para la conservación del oso andino y la danta de montaña.
Para complementar el manual, el GEB también diseñó un juego de mesa, ‘El oso andino y la danta de montaña’, con el cual todos pueden aprender más sobre el hábitat de estos animales, cómo cuidarlos y cuáles son las amenazas que se ciernen sobre ellos.
Daniel Rodríguez, de la Fundación para la Investigación, Protección y Conservación del Oso Andino Wii, afirma: “El aporte del GEB en este proyecto no solo ayuda a la protección de los animales. También es fundamental para las comunidades, para que sigan trabajando y sientan que su labor voluntaria es valiosa e importante”.
“Además de garantizar el estricto cumplimiento de las normas ambientales, vamos más allá; entendemos que la biodiversidad sustenta los sistemas de producción de alimentos, la nutrición y la salud de los seres humanos”, concluye Giraldo. “Más allá de construir y operar líneas de transmisión eléctrica y gasoductos, la estrategia del Grupo se apalanca en apoyar, promover, implementar y documentar experiencias que demuestran claramente la convivencia de la infraestructura eléctrica con la biodiversidad en ecosistemas altamente sensibles a lo largo y ancho del territorio nacional”.
Tetra Pak es una empresa líder mundial en soluciones de procesamiento y envasado de alimentos. Los recipientes que comercializa en Colombia contienen, en promedio, 82 por ciento de material renovable. Tetra Pak trabaja en toda la cadena del reciclaje para que su material se pueda transformar en otros productos de alto valor.
La compañía está comprometida con impulsar la separación en la fuente de su material, educando a los consumidores e incentivándolos con las máquinas del sistema masivo de transporte en Bogotá y próximamente en Cali, y en grandes supermercados del país; estas máquinas reciben envases y los cambian por tiquetes y otros incentivos para los usuarios. Así mismo, apuesta por ampliar y mejorar los procesos de recolección, apoyando, capacitando y acompañando a los recicladores. También trabaja en fortalecer la logística, creando rutas de recolección y desarrollando centros de acopio, potenciando y creando plantas de transformación en Colombia para que el producto realmente pueda ser reciclado.
Para desarrollar la industria del reciclaje e impulsar empresas emergentes que transforman el material, Tetra Pak ha invertido tres millones de dólares en generar la capacidad instalada para seis plantas de transformación ubicadas en todo el país: Proplanet, Comolsa, Recuperaciones Ambientales, Sonoco, Riorion y Reciclajes Herrera.
del programa, un ingreso neto familiar superior a 2 millones de pesos. El proyecto se realizará de la mano de aliados en la banca local y multilateral.
“Los pequeños productores de leche son parte fundamental de Alquería. Es por esto que movilizamos recursos y ayudas que impulsan su competitividad, promoviendo el desarrollo del campo en el país”, afirma Carlos Enrique Cavelier, coordinador de Sueños de la compañía.
La fase piloto otorgará cerca de 1.000 millones de pesos en créditos y contempla, inicialmente, el trabajo con 20 productores con el objetivo de multiplicar sus ingresos por cinco en diez años. En cuanto a productividad, busca hacer que los lecheros produzcan más de 10 litros por vaca al día. Si el proyecto piloto es exitoso, en 2021 estaría incluyendo a 700 campesinos para llegar a reconvertir más de 30.000 hectáreas del departamento.
En cuanto a lo ambiental, el territorio tiene un alto grado de deforestación, por lo que Vaca Madrina tiene también como objetivo reforestar más de 3.000 hectáreas de bosque seco tropical para que sean recuperadas, y que representan más del 10 por ciento del área restaurada. Así mismo, buscará alcanzar eficiencia en las emisiones de gases de efecto invernadero, con la expectativa en el mediano plazo de generar bonos de carbono, y lograr así sistemas productivos ambientalmente más resilientes y sostenibles.
“Vaca Madrina debe ser un piloto para recuperar el campo, alcanzar la sostenibilidad económica de los pequeños productores y nutrir la clase media. Solo así se superará la línea de pobreza y se contribuirá a la construcción de un mejor país para todos los colombianos”, asegura Cavelier.
la cual busca formar líderes que reconozcan sus esferas de responsabilidad e impacten positivamente a la sociedad; el papel central jugado por la Facultad en la creación y establecimiento del Centro de los Objetivos de Desarrollo Sostenible para América Latina y el Caribe; el fortalecimiento de las maestrías en Gerencia Ambiental y en Gerencia y Práctica del Desarrollo; el apoyo de profesores y estudiantes a emprendimientos por la paz, adelantados por comunidades impactadas por el conflicto armado; el liderazgo en el establecimiento de la red de empresas REDES-CAR, iniciativa basada en los principios de economía circular; la respuesta de investigación de la Facultad que busca apoyar la toma de decisiones de actores privados y públicos ante la crisis desatada por la covid-19.
En la carta de presentación del reporte 2020, la decana, Veneta Andonova, explica que “El próximo plan de cinco años (que se lanzará en enero de 2021) renovará nuestro compromiso de largo plazo con los principios de sostenibilidad e integrará aún más los principios de gestión responsable en el ADN de la Facultad de Administración de la Universidad de los Andes”. El reporte concluye con el establecimiento de seis metas para 2022, que guiarán la implementación de PRME en los próximos dos años.