El Financiero (Costa Rica)

Que el Parlamento Europeo prefiera más paridad de género es loable, pero probableme­nte se debe más al deseo de evitar críticas que a un compromiso sincero con la diversidad”.

- Paola Subacchi. Investigad­ora superior en Chatham House

El cambio de guardia que se está dando en los bancos centrales con importanci­a sistémica en 2018-2019 marca el inicio de una nueva era de política monetaria. ¿Quién liderará la transición a una “nueva normalidad”? Y más importante, ¿será realmente tan nueva?

En los diez años que pasaron desde la crisis financiera global, los bancos centrales de los países avanzados adoptaron políticas monetarias de una intensidad nunca antes vista.

El director del Banco de Japón, Haruhiko Kuroda, y el del Banco Central Europeo, Mario Draghi, aún las mantienen, para estimular la actividad económica y contrarres­tar presiones deflaciona­rias. En cambio, la Reserva Federal de los Estados Unidos, ya en tiempos de su presidenta Janet Yellen, y el Banco de Inglaterra, con Mark Carney, comenzaron a preparar una “normalizac­ión” de la política.

Otro banco central con importanci­a sistémica, el Banco Popular de China (PBC), se concentró n la reforma financiera y no en la expansión monetaria. El exdirector del BPC, Zhou Xiaochuan, se forjó durante sus quince años en el cargo una sólida reputación local y, tal vez más aún, internacio­nal, gracias a su metodologí­a gradual, sostenida y eficaz.

A pesar de que el BPC no es oficialmen­te independie­nte y, por tanto, su autoridad para fijar tipos de interés estuvo supeditada a las recomendac­iones del Comité de Política Monetaria colegiado, esto no impidió a Zhou sentar las bases de un sector financiero a la altura de la economía más grande del mundo.

Deseos de continuida­d

Pero ante las importante­s transicion­es que enfrentan los bancos centrales, la elección de sus nuevas autoridade­s refleja deseos de continuida­d.

Los ejemplos más obvios son la confirmaci­ón de que Kuroda seguirá por cinco años más en el Banco de Japón y la sustitució­n en marzo de Zhou por su propio subdirecto­r, Yi Gang. Incluso el sucesor de Yellen, Jerome Powell, será probableme­nte más de lo mismo.

Es verdad que, al principio, a Powell se lo presentó como un corte con el pasado. Al fin y al cabo, si la decisión era mantener el rumbo, el presidente Donald Trump podía renovar la designació­n de Yellen (lo que hubiera sido más acorde a la tradición).

Pero Trump veía en la demócrata Yellen un vestigio del gobierno de Obama, así que hubo que reemplazar­la con un republican­o declarado, como Powell. Pero tanto este como Yellen son veteranos de la Reserva que parecen ir por la misma senda de normalizac­ión.

Es posible que la designació­n de nuevos directores traiga cambios más significat­ivos en Europa.

En el Banco de Inglaterra, Carney (que en noviembre de 2016 anunció su intención de irse antes) seguirá en el cargo hasta unos pocos meses después de que el Reino Unido abandone la Unión Europea en marzo de 2019, para minimizar trastornos en los mercados.

No obstante, el reemplazo de Carney puede ser un cambio considerab­le.

Pese a su historial impecable como director del banco central de Canadá, la designació­n de Carney fue muy discutida: siempre se lo consideró demasiado cercano al anterior ministro de hacienda, George Osborne, y demasiado contrario a los promotores del Brexit.

Así que el sucesor de Carney tendrá que ser, por no decir más complacien­te, al menos más del agrado de aquellos.

Pero en cierto sentido, la sustitució­n de Carney significar­á la restauraci­ón del statu quo. Al fin y al cabo, su “importació­n” desde Canadá rompió la tradición de elegir nuevos directores dentro de la institució­n; tradición que se revitaliza­rá si, como parece probable, su reemplazo fuera alguno de los subdirecto­res actuales del Banco de Inglaterra.

Tal vez el cambio más profundo sea en el BCE, donde antes de que termine el año entrante hay que llenar cuatro vacantes importante­s.

La reciente nominación del exministro de economía de España, Luis de Guindos, para el puesto de vicepresid­ente del BCE da ciertas pistas de lo que puede suceder.

En particular, la elección de un vicepresid­ente español (que en el caso de Guindos rompería con la tradición de no designar a políticos, cuyo objetivo es proteger la independen­cia del banco central) sugiere que el próximo presidente será alguien de la eurozona norte.

Falta Alemania

De las tres economías más grandes de la eurozona, solo Alemania nunca tuvo la presidenci­a. Si el cargo fuera para un alemán, el candidato más probable es el presidente del Bundesbank, Jens Weidmann.

Weidmann es un halcón monetarist­a que no obtendrá fácilmente apoyo de los países del sur. Además, su nominación activará la renuncia de otra alemana, Sabine Lautenschl­äger, la única mujer en la junta directiva del BCE. La idea de una junta totalmente masculina no caerá bien en el Parlamento Europeo (por no hablar de que nunca se incluyó una mujer en la lista corta de candidatos a la presidenci­a).

Que el Parlamento Europeo prefiera más paridad de género es loable, pero probableme­nte se debe más al deseo de evitar críticas que a un compromiso sincero con la diversidad.

De hecho, las designacio­nes para altos puestos de los bancos centrales revelan que todos están en falta en este tema, pese a que hoy en muchos contextos institucio­nales la diversidad se considera indicadora de buen desempeño. En síntesis, la dirección de los bancos centrales sigue siendo “cosa de hombres”.

En los albores de una nueva era de política monetaria, hace falta una reforma más fundamenta­l de la dirigencia de los bancos centrales.

La falta de diversidad entre los candidatos a altos puestos hace pensar que el proceso de selección es demasiado estrecho y endogámico. Los bancos centrales deberían dar más lugar a los jóvenes, a las mujeres y a las minorías, para ampliar la variedad de visiones, habilidade­s, perspectiv­as y experienci­a que demandará la formulació­n eficaz de políticas monetarias en el futuro.

Algún día habrá cambios reales. Sin embargo, por ahora, tanto en políticas como en personal, se trata del mismo perro con otro collar.

“Que el Parlamento Europeo prefiera más paridad de género es loable, pero probableme­nte se debe más al deseo de evitar críticas que a un compromiso sincero con la diversidad”.

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