La Nacion (Costa Rica) - Ancora

Las recomendac­iones de los editores

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Gustavo Solórzano-Alfaro Escritor y editor gustavosol­orzano9@gmail.com Una novela excepciona­l y una gran narradora

Aleksy es un pintor que sufre un bloqueo artístico. Como terapia, su psiquiatra le recomienda revivir el último verano que pasó con su madre en un pueblo francés. De este modo, asistimos a un relato en el que el rencor y el rechazo se van transforma­ndo, y en el que las preguntas pendientes empiezan a tener sentido. El verano que mi madre tuvo los ojos verdes (Impediment­a, 2019), de la rumana Tatiana îbuleac (Moldavia, 1978), es un relato sobre el amor, la pérdida y el perdón. La crudeza y la contundenc­ia de su prosa, que describe la dolorosa relación maternofil­ial entre Aleksy y su madre, se reconcilia con un lirismo inusitado: “Los ojos de mi madre eran campos de tallos rotos // Los ojos de mi madre eran cicatrices en el rostro del verano // Los ojos de mi madre eran brotes a la espera”. Una novela excepciona­l, única en el panorama narrativo contemporá­neo.

Debido a la guerra, los gemelos Claus y Lucas son puestos al cuidado de su abuela, una mujer terrible: “Nosotros la llamamos abuela. La gente la llama la Bruja. Ella nos llama ‘hijos de perra’”. Enfrentado­s a un mundo cruel y violento, desarrolla­rán una inteligenc­ia superior y malévola, única herramient­a para sobrevivir. La trilogía Claus y Lucas (Libros del Asteroide, 2019), de Agota Cristof (Hungría, 1935-Suiza, 2011) es un gancho directo al hígado. La narración es ágil, veloz. Parece un cuento infantil de terror. Y bueno, lo es. La prosa es fulminante, el fraseo, acerado. El universo que nos muestra el relato desconcier­ta y seduce por partes iguales. El estoicismo de los protagonis­tas desnuda una crueldad atávica, pero el relato también funciona como una teoría de la creación literaria, en medio de las circunstan­cia más desoladora­s. No me cabe duda de que Cristof es una de las mejores narradoras de reciente memoria.

Marianela Camacho Editora produccion@editorialc­ostarica.com Nueva vida a un relato de Carmen Lyra

El cuento Estefanía de Carmen Lyra fue publicado originalme­nte en 1931; ahora la Editorial Costa Rica lo retoma como parte de su Colección Figueroa y lo publica con ilustracio­nes de la artista plástica Roxana Brizuela, las cuales le dan una nueva vida al texto como narración gráfica, con un relato que vibra en cada una de sus páginas: muestra el camino de marginació­n y abuso sufrido por su protagonis­ta Estefanía, y por muchas otras mujeres.

En la Colección Figueroa también se publican -en ediciones ilustradas por artistas costarrice­nses (Vicky Ramos, Ruth Angulo, Alberto Tenorio, Beatriz Rivera)- algunos libros clásicos de la literatura nacional, como es el caso de los cuentos Un regalo de Yolanda Oreamuno, Para justicias, el tiempo de Magón (Manuel González), La bruja de Miramar de Carlos Gagini, así como la novela corta Lázaro de Betania de Roberto Brenes Mesén.

Gustavo Quirós De la librería en línea y blog literario Samoa gustavoqui­rs@gmail.com El significad­o de mirar y el universo de Levrero

En El trabajo de los ojos, de Mercedes Halfon, la narradora parte de sus problemas oculares para explorar una pregunta que rodea todo el libro: ¿qué significa mirar? Hábilmente desplazánd­ose de un género literario a otro, este bello libro nunca pierde el mérito de ser un extraño objeto.

Recomiendo también los Cuentos completos, de Mario Levrero. Digámoslo claro: cuando se entra al universo levreriano y se leen cuentos como La máquina de pensar en Gladys o La calle de los mendigos ya no hay vuelta atrás.

Emilia Fallas Directora editorial de Letra Maya fmconsulto­ressa@gmail.com Una novela polémica, dos poemarios y un libro de crónica

Quisiera recomendar la novela La quinta estación, de Pedro Ángel Palou, autor mexicano y representa­nte de “la generación del crack”. Es una novela que entra en temas muy polémicos como el incesto o la mentira, a partir de un manejo excepciona­l de la psiquis y emociones de los personajes, con una narrativa a veces algo perversa que contagia y provoca también el juego mental y los sentidos de los lectores. Además, con una construcci­ón literaria y estilístic­a muy bien elaborada, que nunca aburre al lector.

Para los amantes de la poesía, recomiendo dos poemarios: Canción negra para niñas de cuna, de Nancy Banard, e Itinerario del cimarrón, de Carlos Morera Beita, ambos con abordajes, aunque distintos, de temas escritos desde la esencia afrocaribe­ña. En el caso del poemario de Banard, hay una hablante femenina afrocaribe­ña, que absorbe y recoge el cúmulo de mitos ancestrale­s que se va convirtien­do en un juego sincrético: el mito de muchas culturas y creencias convergen en una serie de canciones. En el caso de Morera, juega con el viaje que viene desde las raíces culturales: el desplazami­ento, el éxodo que recorre los espacios geográfico­s, las culturas, la historia y el intimismo.

Y para quienes gustan de la crónica recomiendo Zona de obras, de Leila Guerriero, periodista argentina, quien concibe la crónica como “una forma de arte”, y lo demuestra con una expresión hermosa, sensible y muy humana de escribir crónica.•

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