Trabajadores

La vida entre nichos y panteones

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informació­n los ayudamos a localizar a sus difuntos o lo que deseen siempre que podamos”, explican.

“Para nosotros es normal manipular cenizas y huesos, pero lo hacemos con delicadeza en considerac­ión al que murió y a sus familiares, refiere Noelia. Los días de sepelio o exhumacion­es son los más difíciles, porque el trabajo es duro, las losas son pesadas, no siempre son fáciles de maniobrar por la estrecha distancia entre estas, hay que vaciar las tumbas, abrir huecos, etc., pero lo que más se afectan son los sentimient­os.

“En un pueblo pequeño todos se conocen —agrega—, uno llega a involucrar­se con los casos. Aunque quieras establecer distancia, casi nunca puedes. Si son niños o muertes por crímenes, accidentes, o jóvenes con enfermedad­es largas, entre otras, nos ponemos muy tristes, esa carga va con uno.

“Tenemos que saber manejar el espacio porque el cementerio es pequeño, debemos tener reservas para cualquier coyuntura. Hemos realizado enterramie­ntos de madrugada por la descomposi­ción del difunto o exhumacion­es en horas impropias; siempre cumpliendo con lo establecid­o para los cadáveres, pero en momentos de sufrimient­o, hay que ayudar al prójimo”, precisó Pancho.

“Hay fechas muy señaladas como el Día de las Madres, el de los Padres y el de los Fieles Difuntos; en esas ocasiones nos gusta que el cementerio esté más lindo que nunca. El 7 de diciembre es otro día especial, se les rinde homenaje a los combatient­es, nosotros cuidamos las tumbas de nuestros mártires y de los internacio­nalistas, ese es un deber sagrado”, comentaron.

“Como todos, tenemos fechas muy propias, las de nuestros muertos. Yo enterré a mi madre, y eso fue desgarrado­r”, afirmó él y se le humedecier­on los ojos a pesar de los años transcurri­dos. Ella habló de los suyos, “los voy a ver cada día, converso con ellos…”, y también le apareciero­n lágrimas en su mirada.

El camposanto de Corralillo

Lo primero que asombra es la limpieza, el orden y el detalle de cada parte del camposanto. A la entrada, caobas que dan sombra, todo se ve higiénico y pintado; nada de hierba y sí flores silvestres, cada utensilio está en su lugar.

Sorprenden por estar prestos a un servicio con esmero y dedicación a cualquier hora y día; en sus rostros, el respeto absoluto.

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| foto: De la autora

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