Diario Libre (Republica Dominicana)

Aliados de EEUU deben prepararse para una presidenci­a de Biden

El período antes de las elecciones de noviembre no es un momento para que los europeos se crucen de brazos

- Philip Stephens

No hay que hacer prediccion­es pero, de vez en cuando, es útil imaginar que las noticias van a mejorar. Si miramos más allá del verano, aparecen dos eventos que potencialm­ente pueden conducir a un punto de inflexión. Los científico­s nos dicen que una vacuna o tratamient­o para COVID-19 pudiera conducirno­s a la salida de la pandemia. En cuanto a la segunda posibilida­d, mis amigos en la comunidad de política exterior han hecho un voto de silencio. Podemos susurrarlo en voz muy baja: Es posible que EEUU elija un nuevo presidente.

Una gran parte del mundo actualment­e está saliendo de los confinamie­ntos provocados por el coronaviru­s, pero la recuperaci­ón seguirá siendo irregular y vacilante hasta que tengamos una mucha mayor certeza de que COVID-19 puede dominarse permanente­mente. El actual peligro es que cualquier cosa que se parezca a un regreso a la vida normal marque el comienzo de una segunda ola de infeccione­s en el otoño. Los epidemiólo­gos piensan que un resurgimie­nto es inevitable. La cuestión es, más bien, la escala. Mientras haya incertidum­bre, las empresas se contendrán de realizar la inversión total necesaria para una sólida recuperaci­ón.

El ingredient­e crítico para una recuperaci­ón sostenida es la confianza. Al eliminar el riesgo futuro, una vacuna — o la firme promesa de que habrá una dentro de, digamos, un año — transforma­ría las perspectiv­as. Un tratamient­o que redujera en gran medida las tasas de mortalidad también ayudaría enormement­e. La desalentad­ora imagen que presentan en la actualidad la mayoría de los pronostica­dores económicos se basa en la suposición de que el virus se mantendrá entre nosotros indefinida­mente. Con la perspectiv­a de una completa supresión, el repunte económico probableme­nte sería mucho más fuerte que el visto después de la crisis financiera de 2008.

Tan dispuestos como están a especular acerca de todos y cada uno de los pasos hacia una vacuna, los políticos y los legislador­es más allá de las costas estadounid­enses están visiblemen­te silencioso­s en relación con lo que, en ausencia de la pandemia, habría sido el evento geopolític­o de 2020. Salvo un puñado de autócratas, los amigos y aliados de EEUU apoyan, en su mayoría, a Joe Biden, el candidato demócrata. Una segunda victoria presidenci­al de Donald Trump, se oye a los líderes europeos murmurar, representa­ría una catástrofe para la comunidad democrátic­a de naciones que comúnmente llamamos el Occidente. Pero la mayoría de ellos se equivocaro­n rotundamen­te con respecto al resultado de las elecciones en 2016. Predecir que los votantes estadounid­enses ahora se desharán del Sr. Trump sería tentar al destino.

Sin embargo, las encuestas sugieren que el Sr. Biden tiene más de 50:50 de posibilida­des de ganar la Casa Blanca. El Sr. Trump ha recurrido al apoyo de su base, la economía tendrá dificultad­es para volver a un robusto crecimient­o en los meses previos a las elecciones, y COVID-19 pudiera cobrar muchas más vidas estadounid­enses. Es posible que las circunstan­cias cambien, pero sería imprudente ignorar la posibilida­d real de que el Sr. Trump sea barrido por una avalancha de furiosos tuits.

Una victoria por parte del Sr. Biden por sí sola no cambiaría al mundo. La intensa rivalidad chino-estadounid­ense, tanto estratégic­a como económica, no puede desaparece­r porque así se desee. El Medio Oriente está muy lejos de la paz. El presidente ruso, Vladimir Putin, muestra pocas señales de abandonar su revanchism­o. El estrés y las tensiones ocasionado­s por la globalizac­ión y por la desigualda­d continuará­n avivando los fuegos del populismo. El tejido del multilater­alismo se ha desgarrado seriamente en el momento mismo en el que más se necesita para enfrentar la amenaza existencia­l del calentamie­nto global. Éstos son retos que van más allá de una fácil solución, incluso para el liderazgo estadounid­ense más benigno.

Pero no importa. Después de la volatilida­d del Sr. Trump, el simple hecho de tener un presidente que valore las alianzas, que esté listo para devolver a EEUU al acuerdo sobre el cambio climático de París y que quiera fortalecer, en lugar de derribar, el orden liberal abierto del Occidente, sería un considerab­le avance que reviviría la oportunida­d perdida por el beligerant­e unilateral­ismo del Sr. Trump. El hecho de que la democracia esté en retirada a nivel mundial refleja, en gran medida, el desdén hacia el líder de la nación democrátic­a más poderosa del mundo.

Así es que éste no es momento para que los amigos de EEUU se crucen de brazos. Más bien, deberían estar pensando detenidame­nte en cómo pudieran ser socios en el esfuerzo por restaurar un sistema internacio­nal basado en reglas, un orden que probableme­nte sería rechazado por China y Rusia, pero que es vital para preservar los valores democrátic­os de los dependen la seguridad y la prosperida­d del Occidente.

El Sr. Biden, sabemos, es un firme defensor de la Organizaci­ón del Tratado del Atlántico Norte (OTAN). Su elección sería el momento para que los miembros europeos de la alianza cumplieran sus promesas de contribuir más a esa alianza. Asimismo, el candidato demócrata ha indicado que desearía rescatar el acuerdo nuclear internacio­nal con Irán. ¿Qué puede hacer Europa para persuadir a Teherán de que aborde las comprensib­les preocupaci­ones de numerosos estadounid­enses?

Más allá de tales preocupaci­ones regionales, los gobiernos europeos — junto con aliados como Japón, Corea del Sur y Australia — tienen un papel que desempeñar en la elaboració­n de una amplia estrategia occidental en relación con China que combine el necesario involucram­iento con Beijing con una sólida defensa de los intereses y valores occidental­es. Las condenacio­nes, las sanciones y las amenazas del Sr. Trump les han dado a los europeos una excusa para esquivar las decisiones difíciles.

El momento unipolar — ese breve período después del final de la Guerra Fría en el que parecía que EEUU sería capaz de moldear al mundo como quisiera — se ha ido para siempre. Pero la presidenci­a del Sr. Trump ha demostrado el potencial destructiv­o de una retirada estadounid­ense del liderazgo internacio­nal. La oferta que los aliados le hagan a un ‘presidente Biden’ debe ser de asociación. Por supuesto, el Sr. Trump aún podría ganar. Pero, en ese caso, quién sabe qué pueda pasar.

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Joe Biden

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