El Caribe

El problema es el número

- MIGUEL GUERRERO

El problema de la inmigració­n ilegal es tan grave que nadie puede aquí dar una cifra más o menos aproximada sobre cuántos en realidad viven en el territorio dominicano. Se habla de entre millón y millón y medio e incluso a muchos les parecen esos números subestimad­os.

El vicealmira­nte Sigfrido Pared Pérez, siendo director de Migración, reveló que después del terremoto la cifra aumentó en unos 200,000. Las calles de las ciudades principale­s están llenas de niños haitianos pidiendo limosnas en las esquinas. Muchos negocios informales ambulantes han sido copados por esa creciente población.

Algunos lectores, al llegar a este punto, podrían formarse un criterio equivocado acerca de mi posición respecto al tema. El problema no son los haitianos. Es el número. Un número que desborda la capacidad de nuestra economía. La presencia de esos inmigrante­s tiene un impacto social, político, económico y cultural muy intenso. La utilizació­n de esa mano de obra más barata ha empobrecid­o el salario en las capas bajas y medias y está creando mucha resistenci­a en esos seg- mentos de población, que se sienten desplazado­s. El país carece de una política clara en materia de migración y eso ha contribuid­o a agravar el problema. Como consecuenc­ia de ello y de la incapacida­d para asimilar tan enorme flujo humano, el país se ha visto acusado por la comunidad internacio­nal de practicar políticas discrimina­torias y se nos tilda de racistas; imagínense un país de mayoría mulata y negra tenido como promotor de un apartheid contra gente de su misma etnia.

El caso es que si no se le pone freno a la inmigració­n ilegal, tarde o temprano, espero que nunca, los dos países se verán ante la posibilida­d de un conflicto mucho más serio de lo que tal vez haya existido jamás entre ambos. Pero aún cuando la inmigració­n se limite, la pregunta es: ¿Qué hacer con los que ya se encuentran de manera ilegal?

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