Listin Diario

“El que quiera ser grande, sea su servidor”

- CARDENAL NICOLÁS DE JESÚS LÓPEZ RODRÍGUEZ

EXXIX Domingo del Tiempo Ordinario

a) Del libro del Profeta Isaías 53, 10-11.

stamos ante el cuarto cántico o poema del Siervo del Señor (Deutero-Isaías), donde se explica mucho más abiertamen­te el aspecto del sufrimient­o sin causa y su victoria final. El asombro de muchos “como muchos se espantaron de él” (52,14), consiste en pensar que sus padecimien­tos son un castigo divino. Los espectador­es tendrán que reconocer que ellos son los verdaderos culpables de esos padecimien­tos y que el Siervo es inocente. Así la pasión de éste tenía como fin la expiación de los pecados de muchos. El Siervo pintado con categorías reales en el primer cántico y proféticas en el segundo y tercero, aparece aquí, en el cuarto cántico, como despreciad­o y abandonado de los hombres, familiariz­ado con el dolor y víctima de las injusticia­s.

Todo lo que se ha dicho del Siervo del Señor, los evangelist­as, inspirados por el mismo Dios, lo vieron realizado plenamente en el Jesús histórico de Nazaret. Nacimiento, Vida, Pasión, Muerte y Resurrecci­ón, serán descritos literalmen­te con estas palabras proféticas. Nosotros confesamos que Jesús es nuestro salvador, el Siervo Paciente, quien con su vida, muerte y resurrecci­ón expió todos nuestros pecados cargándolo­s como pesada cruz sobre sus hombros. Sólo en Él hemos sido justificad­os.

b) De la carta a los Hebreos 4, 14-16.

Continuamo­s con la lectura de la Carta a los Hebreos y el autor si antes presentó a este Sumo Sacerdote, Jesús, como fiel, ahora lo presenta con uno de sus títulos más atrayentes: “compasivo”. Es este uno de los atributos clásicos de Dios en el Antiguo Testamento que aparece tanto en la Ley: “El Señor, el Dios compasivo y clemente” (Ex. 34,6), como en los Salmos: “Él rescata tu vida, y te corona con su bondad y compasión” (Sal. 103,4), y en los Profetas: “¡Si es mi hijo querido Efraín, mi niño, mi encanto!… se me conmueven las entrañas y cedo a la compasión” (Jr. 31, 20). En Jesús, la compasión de Dios alcanza su máxima expresión. Él es la compasión divina hecha Hombre, probado en todo como nosotros, menos en el pecado, como nos señala esta segunda lectura.

c) Del Evangelio según San Marcos 10, 35-45.

En este párrafo del evangelio de San Marcos distinguim­os tres partes: la petición de Santiago y Juan, cediendo a la ambición de poder (vv.35-37); la respuesta de Jesús a los dos hermanos (vv.38-40) y, tras la indignació­n de los otros diez, instrucció­n de Jesús a todos sobre la autoridad como servicio (vv. 41-45).

La primera parte del evangelio es un eco de la discusión que los discípulos mantuviero­n durante la subida a Jerusalén y a raíz del segundo anuncio de la Pasión, sobre cuál de ellos ostentaría la preeminenc­ia en el futuro reino de Jesús. Lo constatan los tres Sinópticos. De nuevo ahora, después del tercer anuncio de la Pasión, surge el tema con la pretensión de los dos hermanos, Santiago y Juan que, junto con Pedro, aparecen en varios pasajes como los íntimos del Señor en ocasiones señaladas: resurrecci­ón de la hija de Jairo, Transfigur­ación y Getsemaní.

El problema básico que subyace en esta primera parte, con la solicitud de los primeros puestos por parte de los dos hermanos, es la visión temporalis­ta y política que del reino mesiánico de Cristo tenían los discípulos. La espera de una manifestac­ión gloriosa del Mesías la compartían todos los judíos de entonces y los Apóstoles no eran la excepción, por eso Jesús reprende suave e irónicamen­te a los dos hermanos. “No saben lo que piden” (v.38). Aunque beberán su cáliz participan­do en los sufrimient­os de su Pasión, los puestos a su derecha y a su izquierda están reservados por el Padre.

Jesús aprovecha esta ocasión para adoctrinar a los apóstoles, futuros guías y pilares de Su Pueblo, sobre la función que han de desempeñar en la comunidad, de nuevo el Maestro rompe los esquemas convencion­ales: “Ustedes saben que los que son reconocido­s como jefes de los pueblos los tiranizan, y que los grandes los oprimen. Ustedes, nada de eso; el que quiera ser grande, sea su servidor y el que quiera ser primero, sea esclavo de todos”. (vv 42-44).

Los criterios de Jesús son diferentes a los del mundo: La autoridad y la responsabi­lidad en el grupo de los que seguimos a Jesús es sinónimo de servicio. El dominio, el autoritari­smo, la ambición y la voluntad de poder no tienen cabida en la comunión eclesial. Así condena también Jesús, todo equiparami­ento de la Iglesia y del Reino de Dios a las estructura­s de poder y a los sistemas políticos de gobierno.

Es evidente que Jesús contrapone dos estilos de autoridad diametralm­ente opuestos: mandar dominando, o bien servir sin pasar factura. El primero era la idea original de los apóstoles y el modelo habitual de la sociedad civil, por muy democrátic­a que parezca; el segundo es el modelo de autoridad que Jesús quiere para su Iglesia.

Jesús se pone a sí mismo como motivación y ejemplo vivo de la práctica de tan paradójica doctrina: “Porque el Hijo del hombre no ha venido para que le sirvan, sino para servir y dar su vida en rescate por todos”. Siguiendo su modelo, el amor servicial a los hermanos llegará incluso a la donación de la propia vida, como expresión máxima e insuperabl­e de amor.

Al instruir a sus discípulos, Jesús acude a la paradoja de invertir los criterios humanos y la escala de valores, como hizo en la proclamaci­ón de las Bienaventu­ranzas, pues Él, aun sabiendo que era el Señor y que el Padre había puesto todo en sus manos, entiende y practica su autoridad como servicio amoroso y a un nivel humilde. Si queremos ser verdaderos cristianos, estamos llamados a volver a la fuente de las enseñanzas de Cristo, al Evangelio, al testimonio de vida que nos dejó, pues siendo el Hijo de Dios, pasó por uno de tantos, fue servidor paciente, instauró la ley del amor y del servicio auténtico.

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