Listin Diario

Uñas rojas

- ALICIA ESTÉVEZ

La voz de la tía Fabiola es inconfundi­ble. Aunque lleve años sin hablar con ella, cuando suele llamar a casa, la reconozco de inmediato. En el teléfono se escucha clara, enérgica, se vuelve afectuosa sin perder su intensidad, es tan familiar como si habláramos todos los días. Esa voz no envejece y su espíritu, tampoco.

“Al pie del cañón”

Sobrevivie­nte de cáncer, con la vista reducida a una cuarta parte de su capacidad y con los huesos devorados por la osteoporos­is, la tía, que vive sola, se ha apropiado de una frase que repite siempre cuando le preguntas cómo está: “Aquí, al pie del cañón”. Al escucharle, ni se te ocurre empezar a lamentarte por tus nimiedades.

Consejos

Desde que mi mamá murió, el año pasado, la tía llama con más frecuencia. Se interesa por mi salud, y me aconseja despertarm­e con optimismo, al margen de la situación por la que atraviese. “No importa lo que pase, mi hija- me dijo esta semana- todos los días, al levantarte, pon tu vida en manos de Dios y enfrenta lo que sea con actitud positiva”.

Siempre bonita

Me contó que, en este momento de pandemia, tan difícil, en que muchas mujeres jóvenes hacen chistes porque llevan tres meses sin peinarse, se pinta los labios, y se cuelga aretes en las orejas, para estar en la casa, aunque ni ella misma se los ve puesto por su limitada visión.

No más luto

Y al hablar del luto que guardo desde que mi mamá partió de este mundo hace diez meses, la tía coincide con un amigo que me pidió usar colores más alegres. Ahí supe que ella no siempre ha sido un cascabel. Me contó que cuando murió mi tío Negro, hermano de mi papá y su esposo de toda la vida, tía Fabiola llevó luto por cuatro años y, en ese entonces, hace tres décadas, atravesó por una depresión que empezó a mejorar el día que su hija Altagracia, mi prima, regaló todo lo negro y le compró un traje de tonos alegres, con una amenaza: “O te pones esto o te quedas sin ropa”. Ahora, ya mi prima Altagracia tiene licencia de su madre para que, cuando a ella le toque partir, solo guarde los 9 días de rigor y, “después de ahí, se vista como le dé la gana”, otra frase célebre de esta viuda indómita.

Una guirnalda

Y tras nuestra última conversaci­ón, y diez meses de tonos neutros, me pinté las uñas de rojo. Las miro, mientras escribo esta columna, lucen como si le hubiese puesto una guirnalda de Navidad a mis manos, en medio de estos días tan oscuros. Valoro haber agregado ese pequeño detalle de color a mi vida y, también agradezco contar con los consejos de una mujer de espíritu joven, que ya cumplió 93 años, como la tía Fabiola.

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