Consuelan en el lecho mortal
Al otro lado del cristal yacía un hombre, inconsciente e intubado, bajo la luz color azul eléctrico. Su familia no tenía permitido visitarlo. Su cuerpo no podía ser tocado.
El padre Ryan Connors estaba de pie en la puerta observando, con el alzacuellos apenas visible, debajo de su protector facial.
Desde que comenzó la pandemia del coronavirus, había acudido al lecho de los pacientes de Covid-19 de toda el área de Boston para realizar uno de los rituales religiosos más antiguos para los moribundos: la práctica católica romana, comúnmente llamada la extremaunción.
Durante siglos, los sacerdotes han ungido físicamente a los moribundos con aceite para sanar el cuerpo y el alma, si no en esta vida, en la siguiente. Muchos católicos han pasado toda su vida confiando en que en sus horas más difíciles, un sacerdote y, a través de él, Dios, vendrá en su ayuda.
En esa mañana, en la unidad de cuidados intensivos del Centro Médico St. Elizabeth’s todo lo que el padre Connors sabía sobre el paciente era su nombre, y que su familia había pedido un sacerdote.
Tenía una bolsa de plástico transparente con una bola de algodón que contenía unas gotas de santos óleos. Llevaba unas fotocopias de las páginas de un libro litúrgico.
A las 10:18 am, abrió la puerta. Se acercó a la cama, cuidando de no pisar los tubos que estaban