Corrupción y cambio climático
En 2016 los activistas anticorrupción se alzaron con varias victorias cruciales. Destaca el enjuiciamiento de uno de los acuerdos más corruptos de la historia de la industria petrolera: la compra en 2011 del yacimiento marítimo nigeriano OPL 245 por la empresa angloholandesa Shell, y Eni, la corporación más grande de Italia. En junio de 2016 la Comisión de Valores de los Estados Unidos (SEC) había publicado una norma, según la sección 1504 de la ley Dodd-Frank de 2010, que obligaba a las empresas extractoras a revelar todas sus transferencias de dinero a gobiernos, discriminadas por proyecto. La oposición de la industria petrolera demoró la aprobación de la regla y las empresas pudieron ocultar la transacción. Por ahora no podemos seguir celebrando la norma de la SEC o la continuidad del apoyo de EE. UU. a la creación de estándares globales de transparencia para las industrias extractivas. Con Donald Trump en la presidencia y un Congreso controlado por republicanos, la norma de la SEC fue inmediatamente anulada apelando a la Congressional Review Act, una ley poco clara que habilita al Congreso a revisar las decisiones de las agencias federales y que hasta ahora solo se había aplicado una vez. Trump prometió “limpiar la ciénaga” de la política corrupta de Washington, pero la decisión de los congresistas republicanos de anular la norma de la SEC ayuda a perpetuar el sistema “corrupto” al que Trump dice oponerse. Tras varios intentos infructuosos de trabar la Sección 1504 por la vía judicial, la industria gaspetrolera pidió ayuda a sus amigos congresistas. El senador James Inhofe, notorio negacionista del cambio climático cuya campaña recibió de la industria de combustibles fósiles más de $ 3’000.000 en donaciones, lideró la embestida, con el argumento de que la regla de la SEC es una imposición de la era Obama, demasiado costosa y que crea complicaciones burocráticas innecesarias. Nada se dijo de los costos que padecen los ciudadanos cuando la riqueza de su país es malvendida en negociados, o los inversores, cuando la corrupción desemboca en juicios y multas altísimas. Para cumplir el acuerdo de París, el combate a la corrupción debe ir de la mano de la lucha contra el cambio climático. La corrupción, en el sentido más amplio del término, es el aglutinante que mantiene unido al “sistema” y asegura que grupos de intereses ricos y poderosos no cumplan las normas pensadas para controlarlos. Es la causa del incumplimiento de los compromisos de reducción de emisiones asumidos por los gobiernos. Shell, Exxon y la mayoría de otras grandes empresas gaspetroleras sabían hace décadas que sus productos eran motores del cambio climático. Aun así se lanzaron a una campaña masiva para engañar a la opinión pública y lograr la inacción de las autoridades. No es casualidad que el Gobierno filipino esté investigando a Shell por su participación en violaciones de los derechos humanos derivadas del cambio climático). Para que la lucha contra el cambio climático y la corrupción no se detenga, los movimientos ambientalistas y anticorrupción deben actuar juntos y complementar sus fortalezas respectivas. La elección de Trump (y la posibilidad de más victorias populistas este año en Europa) deben por lo menos servir de llamado de atención.
Para cumplir el acuerdo de París, el combate a la corrupción debe ir de la manodelalucha contra el cambio climático. La corrupción, en el sentidomásamplio del término, es el aglutinante quemantiene unido al “sistema”...’.