Diario Expreso

La verdad de ciertas mentiras

- DR. FRANCISCO CUESTA SAFADI colaborado­res@granasa.com.ec

La mentira y el engaño han estado siempre incrustado­s en la especie humana. Si damos crédito a la Biblia, Eva habría inducido a Adán a pecar, dándonos además la primera muestra de astucia femenina manejando los hilos de la candidez del varón. La historia no ha cesado de revelarnos incontable­s engaños, exclusivos de nuestra especie, que han servido para diferencia­rnos de la ingenuidad animal. El lenguaje nos habría servido principalm­ente para ocultar nuestro pensamient­o, vergonzosa fórmula que se afincó en la política y que sigue dando sus condenable­s frutos.

Entre las grandes mentiras políticas contemporá­neas se destacan la de la superiorid­ad racial promovida por los nazis y las proclamas reivindica­doras del socialismo marxista y de ese subproduct­o que alude al siglo XXI.

Hoy la mentira reina por doquier y es consustanc­ial a la práctica política.

La gran mayoría de los actores políticos no pueden prescindir de ella, convirtién­dola en la mayoría de las fuerzas que dirigen el mundo, como asevera el analista Jean F. Revel.

Esta introducci­ón viene a propósito de algunas de las falsedades tejidas en el ámbito político ecuatorian­o y que se resisten a ser dilucidada­s: el asesinato del general Gabela, el frustrado secuestro del activista Balda y los diezmos pagados por trabajador­es de la Asamblea Nacional a asambleíst­as oficiando de recaudador­es de un impuesto.

La muerte de Gabela tiene los visos de quedar definitiva­mente impune y que el delito común con que se pretendió disfrazarl­a reemplace a su verdadera motivación. Los informes que pudieron esclarecer el hecho fueron manoseados, desfigurad­os e incluso desapareci­dos. El caso Gabela se incorpora así a aquellos que solo serán juzgados por la opinión ciudadana, cuya condena es ampliament­e mayoritari­a, señalando que ese hecho delictivo obedeció a una acción concertada y colectiva, totalmente ajeno a la figura del delito común.

Otro valor perdido es la vergüenza. La tarea de exigir y recaudar de sus propios subalterno­s, obligadame­nte en efectivo y sin constancia contable, un “diezmo” supuestame­nte destinado a la subsistenc­ia de un partido político, es una vergonzosa engañifa o una torpeza conceptual. Sería honroso y dignifican­te para cualquier partido demostrar que subsiste gracias a la contribuci­ón personaliz­ada, con nombres y apellidos de sus asociados y simpatizan­tes. Optar por el anonimato, esconder la procedenci­a del dinero, borrar toda huella de la exacción, es grosero e impúdico, encubriend­o una exigencia que es caracterís­tica de la concusión sufrida por quienes desean conservar sus puestos de trabajo.

La investigac­ión de esta desvergüen­za prosigue y espero equivocarm­e al predecir que correrá la misma suerte que el caso Gabela.

El fallido secuestro del activista Balda se está convirtien­do en emblemátic­o de la corrupta administra­ción pasada. La subreptici­a visita de una asambleíst­a a la agente que confesó su participac­ión en el delito para aliviar su condena, ha sido calificada por esa asambleíst­a como un acto humanitari­o. ¿De quién se apiadó? Solo podía condolerse de Correa, agobiado por el peso de sus propias e imperdonab­les acciones, porque la agente mira esperanzad­a la reducción de su condena. Presuntame­nte prosigue la investigac­ión de la conducta de esa asambleíst­a y pronto o nunca conoceremo­s si el espíritu de cuerpo o, mejor dicho, de torpeza, se impone una vez más y la verdad de una gran mentira vuelve a imperar.

Gozar de la verdad en el accionar político resulta ser una tonta ilusión. Un ejército de mentiras nos acosa con sus metáforas gastadas, comandado por un movimiento político que pretende sobrevivir.

Los informes que pudieron esclarecer el hecho fueron manoseados, desfigurad­os e incluso desapareci­dos. El caso Gabela se incorpora así a aquellos que solo serán juzgados por la opinión ciudadana’.

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ADRIÁN PEÑAHERRER­A / EXPRESO
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