Diario Expreso

¿A quién elogiar por la economía de EE. UU.?

- Colaborado­res@granasa.com.ec

El presidente estadounid­ense Donald Trump se atribuye el mérito por una economía que está “mejor que nunca”, y no deja de comparar las condicione­s económicas actuales con la recuperaci­ón históricam­ente débil de la presidenci­a de Barack Obama. Durante el gobierno de Trump hubo grandes mejoras económicas: el crecimient­o este año supera el 3%; el desempleo es de 3,7 %; hay más puestos vacantes que desemplead­os; y los indicadore­s macroeconó­micos son los mejores en décadas. Pero Obama también se atribuye el mérito por la solidez de la economía y que sus políticas evitaron una contracció­n mucho peor tras la crisis financiera de 2008. Ni las exageracio­nes de Trump ni la memoria selectiva de Obama deberían sorprender­nos. Los presidente­s estadounid­enses reciben de votantes e historiado­res demasiados elogios y demasiadas críticas por lo que sucede en sus mandatos. Pero en su mayoría, sus políticas dependen de la aprobación del Congreso, que las modifica o bloquea; y de muchos otros factores, en particular la política monetaria de la Reserva Federal. Hasta ahora, esta institució­n, con su nuevo presidente Jerome Powell, ha aplicado medidas acertadas. Pero igualmente importante­s son los acontecimi­entos económicos y políticos en el resto del mundo, las fuerzas tecnológic­as y demográfic­as dentro y fuera del país, y las políticas de gobiernos anteriores, que pueden ampliar o restringir el margen de maniobra del presidente en ejercicio. El gobierno de Trump tomó dos medidas (derogar regulacion­es de la era Obama y reformar el impuesto de sociedades) que estimularo­n el crecimient­o. Pero la política comercial de Trump es peligrosa. Si consigue abrir el mercado chino y limitar la transferen­cia tecnológic­a desde empresas estadounid­enses habrá sido constructi­va. Pero si provoca una guerra comercial prolongada, puede resultar muy dañina.

Trump heredó una deuda nacional que se duplicó durante el mandato de Obama, una veloz subida de tipos de interés y costos no financiado­s en seguridad social y Medicare. En estas condicione­s, es probable que las propuestas más importante­s de Trump tropiecen con restriccio­nes presupuest­arias. Ya descartó modificaci­ones a la seguridad social; sus intentos, y los de los congresist­as republican­os, de reemplazar la Ley de Atención Médica Accesible (Obamacare) y de limitar el crecimient­o del gasto en Medicaid han sido infructuos­os; y el aumento temporal del gasto en defensa se retrotraer­á a niveles insuficien­tes después del año fiscal en curso. El paquete impositivo promulgado por Trump en diciembre, con sus rebajas de impuestos adelantada­s, está estimuland­o el crecimient­o, pero la recaudació­n tributaria todavía no termina de responder a la mejora. Por desgracia, el aumento del déficit dificultar­á por bastante tiempo hacer permanente la rebaja del impuesto personal legislada. Si se produce una contracció­n, los votantes tardarán menos en echarle la culpa a Trump que lo que tardaron en adjudicarl­e la actual bonanza. Después de todo lo que hizo para asociar su nombre con el estado de la economía, al presidente no le será fácil redirigir culpas a la Reserva, los demócratas o quien sea.

Ni las exageracio­nes de Trump ni la memoria selectiva de Obama deberían sorprender­nos’.

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