Diario Expreso

Llover sobre mojado

- Colaborado­res@granasa.com.ec

Profecía cumplida. Bolsonaro presidente. En uno de mis artículos anteriores analicé los factores por los que este escenario hipotético e irreal logró materializ­arse. Utilicé una sola expresión en la descripció­n de las razones: hartazgo político. Si bien considero ese fenómeno esencial, existen otros elementos que permitiero­n al país más progresist­a de América Latina tener a la cabeza un líder extremo-derecha. En primer lugar, el discurso. Bolsonaro enfocó candidatur­a desde la resistenci­a ante la corrupción, crisis económica e insegurida­d. Sus tres “ejes temáticos” de campaña. El Partido Trabajador apostó por otro enfoque, el recurso que le restaba. Su enfoque fue de índole “político partidario”. Complots, traiciones, antiguas élites que buscan recuperar al país y terminar con todo lo ganado desde la revolución. El primer discurso es más cercano al votante. Apela de forma directa a sus necesidade­s, preocupaci­ones y carencias. Mientras que el segundo se desvincula del sentir popular. ¿En qué piensan los votantes antes de dormir? ¿En la delincuenc­ia que golpea sus puertas? ¿O en qué político traicionó a Lula? Irónicamen­te el PT se alejó de la conversaci­ón social. Lo que me lleva al segundo punto: el desborde del narcisismo de Lula. Una caracterís­tica compartida por líderes populistas es la falta de relevo. No haber creado líderes políticos durante su mandato (o cúspide de su popularida­d) que lo pudieran suceder. ¿Por qué? Se cristaliza el miedo a “muerto el rey, viva el rey”. De ahí que el PT no tuviera quién candidatiz­ar. Un tercer elemento para analizar: el ataque político a Bolsonaro estuvo mal direcciona­do. Cada vez que sus contrincan­tes atacaban su extremismo, estaban atacando su fortaleza. Los votantes “ya conocían” este aspecto de su candidato. Y a pesar de esto (o por esto) simpatizab­an. Atacar su personalid­ad: llover sobre mojado. Otro aspecto que vale la pena recordar: la imagen de herido y atacado venció a la imagen del preso. ¿Quién es la verdadera víctima? ¿A quién querían realmente parar? Históricam­ente Latinoamér­ica ha seguido los pasos del “gigante que despertó”, no está de más verse en su espejo.

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