¿Decimos adiós al dólar?
Parece que muchos de los ecuatorianos aún no comprenden el momento delicado que está viviendo el país ante la cercanía del nuevo proceso electoral. De hecho, se percibe en el medio cierta indiferencia o incluso desidia entre los votantes ante el abismo que se abre frente a nosotros.
Al parecer las advertencias de uno de los tres candidatos que tienen opciones reales en esta elección no han sido tomadas en serio, o quizás han pasado desapercibidas por una parte significativa de los electores, algo que no solo preocupa sino que desconcierta y atemoriza, pues de forma clara y categórica nos han dicho que pretenden desdolarizar la economía y copiar el modelo de gobierno de Venezuela, es decir, incautar los dólares que tenemos en nuestras cuentas e intercambiarlos por una moneda local que imprimirán como papel higiénico y que en pocos meses no servirá ni siquiera para la higiene mínima. Y así, de un solo golpe, convertirnos en una dictadura en la que se garantice la impunidad y libertad de sus amigos sentenciados y prófugos de la justicia, su prioridad inmediata.
Es posible que los nacidos poco antes del año 2000 no recuerden cómo era la vida en el Ecuador cuando el sucre se devaluaba a diario y los salarios alcanzaban para las compras básicas si es que se gastaban de inmediato, pero en pocos días, y hacia el final incluso en pocas horas, el dinero había perdido tanto poder adquisitivo que ya no era posible comprar ni siquiera lo esencial.
Tal como sucede hoy en Argentina o en Venezuela, que acusan las peores devaluaciones del continente y del mundo, lo que se pretende es imprimir moneda propia sin ningún respaldo, pero, además, para cumplir con las absurdas promesas de campaña que ofrecen entregar dinero a un millón de familias a cambio del mismo número de votos, se plantea de forma abierta y demencial, disponer de las reservas que mantiene actualmente el Banco Central, es decir, parte del encaje bancario, que es el dinero de los depositantes, para ser regalado generosa e impunemente, así de descabellado, así de vil, así de peligroso.
Ciertamente, la pandemia está jugando un papel importante en esta elección. Hay gente que piensa en no acudir a votar y se resigna a pagar la multa prevista para evitar el contacto con otras personas en los centros de sufragio, o incluso prevén no votar en primera vuelta y solo hacerlo en la segunda. Y, sí, todos tenemos temor al contagio, pero éste se puede evitar con el uso de mascarillas o visores, o ambos, y también con la limitación del acceso de personas en horas diferentes por el número final de la cédula, pero lo que no vamos a evitar si no ejercemos nuestro derecho al voto, es que nos conviertan en una réplica de la actual Venezuela como ya nos lo han anticipado de forma expresa.
No se trata de una elección más, se trata de mantener la democracia y el dique que ha sido hasta ahora la dolarización para nuestra economía. O, de una vez por todas, ¿decimos adiós al dólar?