El Diario (Ecuador)

Pienso, luego existo

- KEYLA ALARCÓN alarcon.tamar@gmail.com

Usted no pondría su vida en manos de un médico sólo porque es simpático en Instagram y tiene miles de seguidores, antes bien con base en las referencia­s de otros pacientes y méritos de salud; tampoco escogería como compañero de tesis a alguien que no puede argumentar y defender una teoría, por el contrario, invitaría a un colega que aporte a la investigac­ión; sí, nadie en su sano juicio escoge lo inferior para crecer, pues la prosperida­d está en el corazón trabajador. Todos sin excepción buscamos el bienestar propio y de quien nos rodea, lo que debería aplicarse en política para que el designio de un pueblo esté en manos de los idóneos y no en los de aquellos que responden con demagogia: bailes, remedos y argucias. Pero qué difícil escoger a los correctos en un tiempo en el que la imagen está más valorada que el intelecto. Me acuerdo de la universida­d y de Descartes, quien siempre desconfió de las imágenes retinianas y apeló a la razón y al pensamient­o para cuestionar la veracidad de aquello que los ojos perciben, aunque ésta sea nuestra naturaleza y el método con el cual construimo­s aquellas ilusiones que nos conducen por la vida como se estudia en la reflexión de Cartesius La Dióptrica; de allí vendría su afirmación de que el discurso es la construcci­ón teórica del pensamient­o actual y su famoso enunciado «cogito ergo sum», pienso, luego existo. ¡Pobre filósofo!, ahora, desde alguna dimensión, debe estar con los pelos de punta al ver la era tan visual/sensorial presente, en la que la mayoría de los designios del sistema se basa en las limitacion­es de la imagen o en lo engañoso de los sentidos, fundamento para su defensa del pensamient­o puro. Tal vez aquellas ilusiones que nos llevan por la vida nos hagan pensar que quien en Tiktok demuestra cercanía, puede ser un elegible para ayudar al país -en una de sus crisis más profundas- o que la carencia de propuestas se solventa con extravagan­cias. En el imaginario colectivo nos construimo­s representá­ndonos en otros individuos, por ello la adhesión a grupos, colectivos y partidos. En esa virtud qué importante tener cuidado con quienes invocan netamente a las emociones y a la esperanza sin una propuesta económica; la demagogia y el populismo no se ligan a la capacidad, sino a la desinforma­ción, tergiversa­ción y falta de planificac­ión, argumento y visión estadista; de allí que los candidatos de estas tiendas huyan del debate. En febrero hay que apelar a pensar y razonar para no dar cabida a más demagogos o corruptos de la república, como bien lo dice Aristótele­s.

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