Pienso, luego existo
Usted no pondría su vida en manos de un médico sólo porque es simpático en Instagram y tiene miles de seguidores, antes bien con base en las referencias de otros pacientes y méritos de salud; tampoco escogería como compañero de tesis a alguien que no puede argumentar y defender una teoría, por el contrario, invitaría a un colega que aporte a la investigación; sí, nadie en su sano juicio escoge lo inferior para crecer, pues la prosperidad está en el corazón trabajador. Todos sin excepción buscamos el bienestar propio y de quien nos rodea, lo que debería aplicarse en política para que el designio de un pueblo esté en manos de los idóneos y no en los de aquellos que responden con demagogia: bailes, remedos y argucias. Pero qué difícil escoger a los correctos en un tiempo en el que la imagen está más valorada que el intelecto. Me acuerdo de la universidad y de Descartes, quien siempre desconfió de las imágenes retinianas y apeló a la razón y al pensamiento para cuestionar la veracidad de aquello que los ojos perciben, aunque ésta sea nuestra naturaleza y el método con el cual construimos aquellas ilusiones que nos conducen por la vida como se estudia en la reflexión de Cartesius La Dióptrica; de allí vendría su afirmación de que el discurso es la construcción teórica del pensamiento actual y su famoso enunciado «cogito ergo sum», pienso, luego existo. ¡Pobre filósofo!, ahora, desde alguna dimensión, debe estar con los pelos de punta al ver la era tan visual/sensorial presente, en la que la mayoría de los designios del sistema se basa en las limitaciones de la imagen o en lo engañoso de los sentidos, fundamento para su defensa del pensamiento puro. Tal vez aquellas ilusiones que nos llevan por la vida nos hagan pensar que quien en Tiktok demuestra cercanía, puede ser un elegible para ayudar al país -en una de sus crisis más profundas- o que la carencia de propuestas se solventa con extravagancias. En el imaginario colectivo nos construimos representándonos en otros individuos, por ello la adhesión a grupos, colectivos y partidos. En esa virtud qué importante tener cuidado con quienes invocan netamente a las emociones y a la esperanza sin una propuesta económica; la demagogia y el populismo no se ligan a la capacidad, sino a la desinformación, tergiversación y falta de planificación, argumento y visión estadista; de allí que los candidatos de estas tiendas huyan del debate. En febrero hay que apelar a pensar y razonar para no dar cabida a más demagogos o corruptos de la república, como bien lo dice Aristóteles.